Desde la tramoya

PSOE, salvavidas de Felipe VI

Luis Arroyo

Difícil lo tiene el rey Felipe VI y más difícil aún lo tendrá su hija Leonor, si llega a reinar. Que haya reina o rey en España dependerá de que no haya una mayoría social y parlamentaria suficientes para promover un cambio de régimen. Digamos que si hoy en España tenemos una monarquía es porque lo permitimos, no porque lo exijamos a sangre y fuego. A nadie se le ocurriría, por ejemplo, convocar hoy una manifestación en apoyo a la corona, porque sería un fracaso contundente.

La simpatía por la monarquía se ha deteriorado mucho en los últimos seis años. Aunque el CIS no pregunta por cuestiones 'reales' desde 2015 –el Gobierno socialista tampoco ha cambiado esa instrucción–, estudios de otros institutos sitúan la preferencia por la república en más del 50 por ciento de la población, y Felipe VI, que comenzó su reinado con un notable, ahora no llega al aprobado.

Por supuesto, el causante de ese deterioro ha sido Juan Carlos de Borbón (vamos a ir acostumbrándonos a llamarle así) y su “campechano” comportamiento, desvelado por Corina, Villarejo y otros agraviados. Y claro que la mayor responsabilidad en la supervivencia de la monarquía la tendrá Felipe VI. Su función tiene sentido si ejerce bien tres papeles: el de unificador, el de embajador y el de consuelo ante la adversidad. Se le tolerará si esos roles los ejerce ejemplarmente.

Pero en el arduo trabajo que tiene por delante, el rey necesita como ningún otro el apoyo del Partido Socialista. La posición favorable del universo del PP y Vox ya son conocidas. La posición hostil de Unidas Podemos y de los nacionalistas y sus respectivos ecosistemas, también. El único partido político que ha tenido siempre una relación ambivalente, a veces contradictoria, siempre moderada, con respecto a la monarquía, ha sido precisamente el partido que mayor apoyo social ha tenido casi siempre en España: el PSOE. Felipe González lo explicó en 2014: “Mis compañeros se confunden al decir que los socialistas siempre hemos sido republicanos. No es así. Éramos accidentalistas”. La cita está recogida en el libro de Juan Francisco Fuentes, de muy descriptivo título: “Con el Rey y contra el Rey. Los socialistas y la monarquía” (La Esfera de los Libros, 2016).

Ese accidentalismo, que se remonta al nacimiento mismo del PSOE durante la restauración canovista, consistía en dejar en un segundo plano la discusión sobre el régimen monárquico o republicano de España, siempre que se garantizara el Estado de Derecho. Como dijo Largo Caballero –citado de nuevo por Fuentes–, lo importante era la libertad y, “luego, que le ponga cada cual el nombre que quiera”. Así, cuando en 1962 se produjo una primera reunión masiva de líderes políticos españoles con vistas a una futura transición, el famoso “contubernio de Munich”, el secretario general del PSOE Rodolfo Llopis le trasladó a Don Juan, a través de Joaquín Satrústegui, el siguiente mensaje: “El PSOE tiene un compromiso con la República, que mantendrá hasta el final. Ahora bien, si la Corona logra establecer pacíficamente una verdadera democracia, a partir de ese momento respaldará lealmente a la monarquía”.

Los reyes Juan Carlos y Felipe son muy conscientes de ese papel crucial del PSOE en su supervivencia, y quizá esa conciencia haya coadyuvado –sintonías personales aparte– al buen trato que ha existido entre los tres presidentes socialistas y los dos reyes. Juan Carlos tenía una excelente relación con Felipe González, y la tuvo también con Zapatero. Mucho mejor que la que mantuvo con Suárez y con Aznar. Felipe, por su parte, también conectó muy bien con Zapatero y con Sánchez, al menos tan bien como con Rajoy.

Un comunicado como un torniquete

Un comunicado como un torniquete

Los socialistas mantienen esa actitud conservadora con la Casa Real –que a muchos en la izquierda les parecerá servil y traidora, y a otros les parecerá responsabilidad y sentido de Estado– aún hoy. Hace tan solo unas semanas, los socialistas evitaron una comisión parlamentaria de investigación sobre los asuntos del emérito, votando junto con el PP y con Vox, y en contra de sus socios de Gobierno de Unidas Podemos y de los nacionalistas vascos y catalanes. Los líderes socialistas están conteniendo desde hace décadas, en ese accidentalismo del que habló González, su “alma republicana”, bien presente en sus cuadros y en su militancia; más aún en sus Juventudes, siempre más republicanas que los mayores.

Revisando aunque solo sea en diagonal la historia de la relación del PSOE con la monarquía, cosa que Pablo Casado muy probablemente ni intuye, no se comprende que el presidente del Partido Popular haya acusado a los socialistas de “debilitar” las instituciones del Estado y de “atacar” al rey Felipe VI. Tampoco se entiende, excepto por estupidez o por mero odio, el ataque de Vox a los socialistas en este particular.

La supervivencia del rey depende de la intención renovadora que tenga Felipe y del esfuerzo reparador que haga separándose de las prácticas corruptas de su padre, pero también del juicio que de tales conductas haga el partido sobre el que pivota en estos momentos la balanza monárquica en España. Ese partido es el PSOE, y el rey sabe muy bien que cuidar al PSOE es en buena parte cuidarse a sí mismo. Las derechas también deberían saberlo, y dejar de jugar con fuego con acusaciones gratuitas.

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