Salirse de la foto

Se llama desde hace décadas “acción positiva” o “acción afirmativa” (que suena mejor que “discriminación positiva”). Es la bestia negra del supuesto liberalismo de la ultraderecha. Para favorecer la entrada de colectivos infrarrepresentados en ciertos ámbitos, como las mujeres en la dirección de las empresas, o los inmigrantes en las escuelas y las universidades, se generan mejores condiciones de acceso para esos mismos colectivos. Por ejemplo, estableciendo cuotas.

Esa cuota se puede establecer por ley (en España hay muchas leyes que fomentan así la igualdad), o por narices, como hizo el miércoles la vicepresidenta Nadia Calviño, cuando decidió que, como había tres señores en la foto y señora solo estaba ella, pues mejor largarse. A la vista de la espuma que soltaron por la boca los de siempre, su gesto resultó sin duda muy eficaz. Carlos Herrera habló de “zangolotinismo adolescente”, de “postureo” (la misma palabra que usó el presidente de la Patronal) y afirmó que la vicepresidenta actuaba como una “adolescente asqueadita en la edad del pavo”. Al terminar tan ponderada crítica, dijo que el Gobierno en general es una “banda de cuentistas”. Está claro que Carlos Herrera no aboga por la acción positiva, lo cual, estando a sueldo de la Conferencia Episcopal, que relega a las mujeres a trabajos subsidiarios y no admite a ninguna mujer en sus órganos de gobierno, tampoco es de extrañar.

Pues bien, con su gesto valiente y espontáneo, la vicepresidenta se aplicó en una práctica que cada vez es más frecuente en las instituciones públicas y privadas. Es muy sencilla: si en un lugar no hay mujeres y no hay una causa que lo justifique, no se acepta ir al evento. Hay ya muchas organizaciones que establecen, por ejemplo, que no se aceptarán mesas redondas o similares en las que si hay tres o más ponentes no haya una representación más o menos equilibrada de mujeres. Los hombres se ven obligados así a encontrarlas, que no es tan difícil. Y las mujeres van adquiriendo así visibilidad y experiencia.

Hizo bien la vicepresidenta con su gesto rebelde. Y hacen bien los machistas en ladrar. Porque con sus quejas constatan también quiénes son los enemigos de la igualdad

El Ateneo de Madrid tiene desde 1884 una Galería apabullante, con los retratos de ilustres socios de la Institución, como Unamuno, Ortega, Valle Inclán, Buñuel, y así hasta 187. En un siglo completo, sólo una mujer compartía ese altar secular, que contiene lo mejor de nuestra historia cultural y política desde el siglo XIX . Entre casi dos centenares de hombres, solo una mujer. No porque no las hubiera. Fueron ateneístas Clara Campoamor, Carmen de Burgos, Victoria Kent, María Zambrano, Rosa Chacel, Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet… y muchas más.

Puede parecer un asunto menor, pero no lo es. Cada vez que cualquiera pasa por allí y observa esos perfiles altivos y solemnes de hombres ilustres, la idea de un país en el que la cultura, las artes, las ciencias y la política sólo están hechas por hombres se refuerza. También, por tanto, la idea complementaria de que de nada sirve a una mujer esforzarse por lograrlo. No es nada trivial que en una fotografía de ese Madrid Leaders Forum (no entiendo muy bien por qué se denominan en inglés), al que se acercó la vicepresidenta, hubiera tres hombres anfitriones y ninguna mujer. La visibilidad de las mujeres es, por el contrario, una exigencia fundamental del feminismo contemporáneo y una exigencia moral de nuestras sociedades, si queremos que avancen en igualdad.

Por eso hizo bien la vicepresidenta con su gesto rebelde. Y hacen bien los machistas en ladrar. Porque con sus quejas constatan también quiénes son los enemigos de la igualdad. Siempre fueron los mismos. Responden siempre al mismo patrón: conservadores, devotos, autoritarios y generalmente adinerados. Fueron los mismos que en su momento histórico se opusieron al voto femenino, al divorcio, a la interrupción voluntaria del embarazo, a la acción positiva contra la violencia de género. Son siempre los mismos. Y solo van a entender la igualdad a fuerza de dejarles solos en las fotos y las conferencias.

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