El show de Fitur

El encuentro de los presidentes de Murcia, Valencia, Andalucía y Castilla La Mancha en la puerta de Fitur no llegó a ser una cumbre. No había agenda ni protocolo ni tiempos tasados ni habrá actas ni conclusiones ni acuerdos firmados. Las cumbres se conciertan con tiempo, se preparan, se ejecutan y, si acaso, las decisiones acordadas se despliegan luego. Son auténticos acontecimientos con implicaciones políticas e instrumentales

Lo de Fitur, en tanto que cumbre, no llegó ni a peñasco ni a risco, sin minusvalorar la altura de los delegados, cuatro respetables presidentes autonómicos. Allí, en diez minutos, Miras, Mazón, Bonilla y Page improvisaron un acuerdo verbal para exigir al Gobierno central –a Sánchez en concreto– un paquete de financiación para sus regiones, las más infrafinanciadas. O eso se supone: habría que preguntar a las demás, porque el asunto de la financiación autonómica está lleno de matices y el cálculo repleto de criterios discutibles. 

En realidad la cumbrecita de Fitur se pareció más a lo que desde 1962 Daniel Boorstin llamó “pseudo eventos”: aquellos que están creados exclusivamente para las necesidades de los medios de comunicación y que carecen de verdadera sustancia. En algo sí se parecía el encuentro a una cumbre: la atención de los medios estaba garantizada y sus protagonistas actuaron sabiendo que las cámaras y los micrófonos estaban delante. Porque los cuatro presidentes podrían haber hablado con discreción y sin cámaras en cualquiera de los hoteles de Ifema o en cualquiera de los reservados de la propia feria.

Pero no: el deseo común era generar sin aviso previo un asunto nuevo para los informativos del día y la comidilla del personal. O más bien uno viejo, y aquí está el meollo. Me explico:

La financiación autonómica se fija por procedimientos reglados, en los foros multilaterales establecidos para ello y conforme a la Constitución y las leyes, que emanan de las Cortes Generales, como lo será, cuando se apruebe, la ley de amnistía. De poco sirve que cuatro presidentes hagan un teatrillo frente a las cámaras si de lo que se trata es de cambiar el modelo de financiación. Modificarlo no era realmente el asunto. El objetivo era montar un nuevo pollo al Gobierno de Sánchez a cuenta, cómo no, de sus relaciones con los independentistas catalanes.

El mensaje, una vez más, era el supuesto agravio del sufrido resto de España frente a la voracidad de los independentistas catalanes y Sánchez, que acepta la extorsión de los enemigos de España. Se trataba de dar un golpe más al clavo de la amnistía, esta vez con el mazo de la financiación.

Los cuatro presidentes podrían haber hablado con discreción y sin cámaras en cualquiera de los hoteles de Ifema o en cualquiera de los reservados de la propia feria

El Partido Popular y la ultraderecha están afirmando explícitamente que esto ya no es una democracia, que pronto los españoles ya no seremos españoles, que ya no hay Constitución, que el Parlamento ya no sirve para nada o que el Tribunal Constitucional es un cáncer para el Estado. Ahora también, implícitamente, que los catalanes van a robar a los murcianos, los valencianos, los andaluces y los castellano-manchegos. Queda un paso para que medio millar de chalados, atendiendo a esos mensajes de martillo pilón, decidan entrar en el Congreso y tomarlo, quizá disfrazados de toreros o del Cid Campeador. Si pasó en el Capitolio ¿por qué no va a pasar aquí?

Por participar de ese show, con evidente conciencia de estar haciéndolo, no es de extrañar que por primera vez el Partido Socialista y su Gobierno hayan apercibido en público y no precisamente con cariño al presidente Emiliano García-Page, que ya lleva meses mostrando sus discrepancias sin verdadera necesidad de hacerlo. Cuando afirma que el PSOE se sitúa “en el extrarradio de la Constitución” es imposible determinar si Page sobreestima la capacidad de su liderazgo, pero desde luego parece tener el mismo arrojo que Donald Trump. Recordemos que cuando le contaron que el ministro Óscar Puente había respondido que Page se situaba “en el extrarradio del PSOE”, él lo resumió diciendo que el que gana las elecciones es él y que no tiene que pedir disculpas por ello. Como si hablara el mismo hombre naranja. Y lo malo es que dicen la verdad: ambos ganan. Eso es lo que queremos decir cuando decimos “populismo”.

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