Y mientras tanto… Yolanda

El inusitado y brutal terremoto en el PP producirá consecuencias aún desconocidas en el panorama político español. Alberto Núñez Feijóo será presidente del PP con el apoyo cerrado de su militancia, a menos que haya algún incauto que se atreva a plantarle cara con todos los cuadros en contra.

Su éxito en Galicia no garantiza que lo tenga en Madrid. No podrá enfrentarse en directo a Sánchez en el Congreso y tendrá que elegir bien quién lo hace en su nombre. La gestión moderada como presidente de la Xunta, donde no tiene ni a Vox ni a Ciudadanos mordiéndole el tobillo, será difícil de mantener en el polarizado y durísimo clima de la política nacional, con una extrema derecha rampante y un electorado popular muy vociferante y que ha desarrollado una hostilidad desabrida contra Sánchez y su visión del país.

Por poner sólo algunos ejemplos inminentes, ¿qué dirá Feijóo respecto de la exigencia de Vox de entrar en el Gobierno de Castilla y León? ¿Permitirá que se rompa el cordón sanitario más o menos impuesto hasta hoy? ¿Desatascará Feijóo la renovación del Consejo General del Poder Judicial? ¿Apoyará sin fisuras al Gobierno si tiene que tomar decisiones militares con la Unión Europea y la OTAN en Ucrania? ¿Qué posición adoptará su partido en asuntos como la Ley Trans, las investigaciones sobre los abusos por parte de la Iglesia Católica o la gestión española de la lluvia de millones europeos que Casado denostó sin pudor en Bruselas? ¿Cómo será Feijóo de condescendiente con Díaz Ayuso y las actividades empresariales de su familia?

Pero mientras esas dudas se despejan en la Derecha, un espacio en el que el PSOE tiene poco que rascar, otra serie de temblores igualmente destructivos y transformadores vienen sucediéndose en la Izquierda. Como son pequeños y más o menos imperceptibles bajo el ruido ensordecedor de los titulares, no les ponemos tanta atención. Me refiero a la pérdida de fuelle indiscutible de Podemos y al surgimiento de otras propuestas en la Izquierda. Fue primero la dimisión de Pablo Iglesias (ya no queda ninguno de los líderes que debatieron con Sánchez en la última campaña electoral nacional, por cierto: ni Rivera, ni Iglesias, ni Casado). Y desde entonces, la pérdida de presencia de Unidas Podemos como cuerpo nítido, que se ha ido diluyendo a pasos agigantados. Claro que el partido sigue manteniendo su Grupo Parlamentario y su cuota en el Gobierno de coalición, pero, más allá de las paredes del Congreso, Unidas Podemos parece estar extinguiéndose.  

Su lugar puede ser ocupado bajo el liderazgo de Yolanda Díaz, que ha anunciado que iniciará un “proceso de escucha” para testar las posibilidades de un “proyecto de país” que sea “amplio, novedoso, moderno, democrático y diferente”. El anuncio sigue a aquel acto del 13 de noviembre en Valencia, cuando la vicepresidenta, junto con Mónica Oltra (Valencia), Ada Colau (Barcelona), Mónica García (Madrid) y Fátima Hamed Hossain (Ceuta), se presentó en un acto denominado “Otras políticas”, midiendo la fuerza de una posible alternativa progresista y feminista. 

Mientras las dudas se despejan en la Derecha, un espacio en el que el PSOE tiene poco que rascar, otra serie de temblores igualmente destructivos y transformadores vienen sucediéndose en la Izquierda

En lenguaje normal, un “proceso de escucha” quiere decir una campaña para captar apoyos y para dar a conocer una propuesta a potenciales seguidores. Un “proceso de escucha” es lo que hizo el diputado raso Pedro Sánchez antes de lanzarse como candidato a la secretaría general del PSOE en sus primeras primarias. Uno, o una en este caso, no se dedica a recorrer el país si no es porque pretende conquistarlo luego. Sería raro que de un viaje tal, el resultado fuera no presentar el proyecto ante las urnas. Para llevarlo al éxito, sin embargo, hace falta una organización política detrás articulada en todo el territorio, y aún no sabemos si esa organización será suplida por Unidas Podemos, o se construirá de nuevo. Díaz ha dicho que no quiere quedarse en “la esquinita” que queda a la izquierda del PSOE, una esquinita nada pequeña que en su mejor momento, en 2016, tuvo el 21 por ciento del voto, casi tanto como el PSOE. 

Esta semana ha constatado una vez más lo mudable que es la política, lo inútil de las previsiones y lo caótico e imprevisible de los acontecimientos. Pero que Yolanda Díaz quiere medirse en el escenario es hoy por hoy indudable. Todo apunta a que Feijóo va a ocupar el espacio de Pablo Casado y que tratará de ampliarlo; con más sigilo, Yolanda Díaz parece querer ocupar y ampliar el de Pablo Iglesias.  

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