La muerte del periodismo Luis García Montero
La tensión política sube decibelios semana a semana. En esta última el volumen alcanzó el máximo, de momento, cuando Feijóo llamó a Sánchez capo de la mafia el mismo día que una jueza enviaba a prisión a Francisco Martínez, que fue secretario de Estado de Seguridad en el Ministerio de Interior del gobierno de Mariano Rajoy, por blanqueo de capitales, revelación de secretos y organización criminal; simultáneamente, otra magistrada ponía a un paso del banquillo a la pareja de Isabel Díaz Ayuso por fraude fiscal, y varios ex altos cargos de Ayuso eran imputados por discriminación en la atención sanitaria durante la pandemia.
Pese a todo esto, la conversación pública gira en torno a los audios publicados en los que la militante socialista Leire Díez parece estar ofreciendo reuniones con la fiscalía a un empresario a cambio de informaciones sobre un teniente coronel de la Guardia Civil que instruye casos que perjudican al PSOE. Los audios de Leire Díez parece que han tapado los mensajes publicados de las conversaciones entre Sánchez y Ábalos, lo que a su vez parece que tapó el caso del hermano de Pedro Sánchez y su carambola, el veloz e incomprensible aforamiento del señor Gallardo en Extremadura, lo que a su vez hizo que quedara en segundo plano la extraña instrucción del juez Peinado sobre el caso Begoña Gómez, lo que a su vez…
En efecto, la conversación pública está girando de forma cada vez más veloz sobre una enorme diversidad de asuntos, muy diferentes entre sí, pero que van calando en la opinión pública creando una sensación de trama corrupta alrededor del presidente del Gobierno. Por si no estaba claro, Feijóo lo ha dicho cristalino: el 8 de junio, manifestación bajo el lema “Mafia o democracia”. Convocada por el único partido en España condenado por organización criminal a raíz del caso Gürtel, cuando todavía se sigue juzgando el caso y siguen siendo condenados y entrando en prisión ex altos cargos del Partido Popular. La última ocasión, el pasado 7 de mayo (ver aquí).
Está por ver qué éxito tiene esa movilización y qué efectos produce todo esto sobre la opinión pública, más allá de la publicada, pero si va calando la idea de que Sánchez es el señor X de una trama corrupta es por la coincidencia de varios fenómenos. Que todo ello forma parte de una estrategia es algo que no escapa a nadie, en efecto. “Quien pueda hacer, que haga”. Pero hay más. La mezcla de asuntos que se van deshaciendo como un azucarillo –ahí está el juez Peinado, que no parece conseguir pruebas contundentes contra Begoña Gómez– con otros que, cuando menos, inducen a sospechar que sus protagonistas se han movido en aguas muy turbias, como lo que se refiere a Leire Díez o la toma de posesión como diputado del extremeño Gallardo tras la dimisión de un compañero y la renuncia de otros cuatro, no dejan de producir ondas de choque que erosionan de manera constante la imagen del Ejecutivo y contribuye a meterlo todo en el mismo saco. ¿Por qué, entonces, no actúa el PSOE con la contundencia que mostró, por ejemplo, en el caso Koldo? La simple duda genera suspicacia en buena parte de la opinión pública.
Por eso, si algo está contribuyendo a que esta imagen de duda y sospecha se vaya extendiendo, es la falta de explicación y comunicación por parte del PSOE y del propio Gobierno de este y otros asuntos a los que quita importancia por tratarse, según ellos mismos afirman, de una cacería contra los socialistas. Sea una cacería o no, olvidan que deben rendir cuentas al conjunto de la población española, no sólo a sus más afines que, en efecto, están convencidos de que hay en marcha una gran conspiración en su contra.
La psicología social tiene muy estudiado el fenómeno que emerge cuando un colectivo se siente acorralado y víctima de una cacería. Prietas las filas, hermetismo, ni un paso atrás ni para tomar impulso, victimización, relativización de las acusaciones y fiarlo a que todo pasará. El resultado es conocido: es una reacción perdedora, antesala de la derrota.
Si algo está contribuyendo a que esta imagen de duda se vaya extendiendo, es la falta de explicaciones por parte del PSOE, quitándoles importancia por tratarse, según ellos, de una cacería
No hay más que recordar el Teorema de Thomas. Si una situación es percibida como real, acaba siendo real en sus consecuencias. Da igual que pueda llegar a demostrarse empíricamente que no lo es; si se ha conseguido que se perciba como tal, tendrá consecuencias.
Si realmente los socialistas se sienten víctimas de una cacería, deberían extremar las medidas de seguridad y ser todo lo implacables que puedan y sepan contra cualquier asunto que remita a malas prácticas, corruptelas y/o corrupción. Y por supuesto, articular una estrategia de máxima transparencia y comunicación que permita entender la situación no sólo a los suyos –¿cuántos, por cierto, tienen este grado de incondicionalidad?–, sino también a quienes vislumbran estrategias de acoso del otro lado pero están deseando tener una explicación razonable que les permita entender la filtración de cada día. En definitiva, salir del caparazón en el que progresivamente se van refugiando.
Al final, más allá de los efectos electorales, sabemos quién pierde. La misma de siempre: la confianza en las instituciones y en la propia democracia.
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