Los cuatro ejes que marcarán nuestros votos (en Extremadura y más allá)

Queda oficialmente inaugurado el nuevo ciclo electoral. 21 de diciembre Extremadura, marzo de 2026 Castilla y León, antes del verano Andalucía, quién sabe si por medio Aragón, y en mayo de 2027 autonómicas y municipales, en espera de conocer la fecha de la convocatoria de elecciones generales.

A la hora de analizar el voto, los politólogos solemos acudir a los clivajes, líneas divisorias que definen su distribución. En España nunca hubo una sola, ya que al tradicional eje izquierda-derecha (que jamás desapareció pese a lo que pudo parecer en los años de la nueva política), le ha acompañado siempre el de la cuestión nacional identitaria. 

Desde el año 2015, a estos dos ejes se les unió el del cabreo. Con una enorme intensidad que iría descendiendo con el tiempo, tanto izquierdas como derechas, nacionalistas o no, contaban con opciones que representaban el establishment y otras que eran la encarnación de lo contrario. Nadie duda de que Podemos y las candidaturas municipales del cambio fueron hijos del 15M y la indignación, pero a menudo se olvida que el ya extinto Ciudadanos representó la respuesta a la indignación por parte de la derecha. Unos y otros pedían más y mejor democracia, cada cual desde su punto de vista ideológico, pero a diestra y siniestra se buscaban fórmulas para mejorar la transparencia, la rendición de cuentas, la convivencia democrática… Unos, articulando propuestas de parámetros liberales y neoliberales; los otros, volviendo a las esencias de la izquierda.

Ahora, buena parte de esa indignación ha tornado en decepción, y el cabreo, en aumento, ha mutado para convertirse en un cuestionamiento de los valores de convivencia democrática. Un cabreo que capitaliza la extrema derecha en diferentes versiones y que no encuentra quién lo represente por la izquierda. Podemos lo intenta, pero ha dejado demasiados cadáveres por el camino y no pocas contradicciones que le impiden tener ese papel, al menos en el corto plazo. Este eje del cabreo antisistémico deja a los demócratas en la posición conservadora, incapaces en la mayoría de los casos de entender que la defensa de la democracia necesita una ofensiva: avanzar en derechos, profundizar la participación y recuperar la cohesión social declarándole una guerra sin cuartel a la desigualdad. Por contra, quienes convierten el cabreo en un cuestionamiento de la democracia aparecen a ojos de un porcentaje creciente de población como la vanguardia, lo novedoso, lo rompedor que trae consigo lo nuevo. Curiosa paradoja, cuando su propuesta de futuro es una vuelta al pasado.

Habrá sorpresas –o no tantas, porque algunas ya se intuyen–, euforias, decepciones y seguramente más motivos para el cabreo. Ojalá quienes consigan darle respuesta sean los que buscan más y mejor democracia

A estos tres ejes –el ideológico, el nacionalista y el del cabreo–, se les une un cuarto, cada vez más presente y con mayor importancia, que tiene también mucho de indignación, pero con otra perspectiva, la territorial. El caso más llamativo fue el de Francia en las pasadas elecciones europeas: en toda Francia ganó la ultraderecha de Reagrupamiento Nacional, con la única excepción de una pequeña isla donde ganaron los de Macron, la lista socialista y la Francia insumisa. En efecto, se trataba de la ciudad de París y sus departamentos colindantes. 

En España, manifestaciones de sentimiento de agravio territorial se han dejado sentir en opciones como Teruel Existe, Soria ya! u otras formaciones que, con mayor o menor fortuna, han expresado la indignación de la despoblada España interior. Más allá de estas provincias, la divisoria entre los ámbitos urbanos y los rurales se muestra cada vez de forma más clara.

En el último CEO (el llamado “CIS catalán”), se puede observar cómo los votantes de la ultraderecha urbana y nacionalistas españoles optan por Vox, mientras que quienes se declaran también de ultraderecha pero en el ámbito rural, y además son independentistas catalanes, lo hacen por Aliança Catalana. He aquí un ejemplo de cómo estos cuatro ejes se entrecruzan: se trata de votantes de derechas, cabreados con el sistema, con visiones sobre el nacionalismo antagónicas, y ubicados en distintos espacios.

Esa madeja de intereses, sentimientos, percepciones, enfados y miedos se combinarán a lo largo y ancho del periodo electoral que se aproxima. En Extremadura, y en tantos otros lugares, la lucha por los votos incorporará y combinará la encrucijada de estos cuatro ejes hasta trazar un nuevo mapa político. Habrá sorpresas –o no tantas, porque algunas ya se intuyen–, euforias, decepciones y seguramente más motivos para el cabreo. Ojalá quienes consigan darle respuesta sean los que buscan más y mejor democracia, y no quienes cuestionan cada día sus valores con propuestas negacionistas, xenófobas, machistas y excluyentes que proponen encarar el futuro volviendo al pasado.

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