La fortaleza de Sánchez
Los comités federales del PSOE los cargaba el diablo, al menos hasta que Pedro Sánchez recuperó la Secretaría General del partido tras sus segundas primarias. Desde entonces, el órgano más importante que hay entre congresos ha sido una caja de resonancia de su liderazgo y no un contrapeso al aparato, cada vez que el líder ha mudado de piel. El de este sábado buscaba contener daños y reafirmar su hegemonía política nuevamente. Objetivo cumplido.
El Capitán Sánchez afirmó ante los miembros del comité federal que no abandonará el timón del barco por responsabilidad con su proyecto, con los ciudadanos y con sus afiliados. Lo dijo con "el corazón tocado, la determinación intacta" y la pretensión de acabar con la corrupción dentro y fuera de su partido, al menos, hasta 2027.
Sánchez tiene la sartén por el mango. Y el mango es largo. Comienza en un extremo de la calle Ferraz y alcanza a una gran parte del hemiciclo donde está representada la Corte de los Leones. Seríamos ingenuos si pensáramos que todo esto responde a un acto de pura voluntad. Por lo tanto, conviene saber qué explica la "determinación intacta" de Pedro Sánchez. Qué justifica su indisposición a anticipar las elecciones ni a someterse a una cuestión de confianza, tal y como le exigen las glosas emilianenses que se escriben desde Toledo. Pues bien, la razón se sitúa, mayormente, en otro escenario y con otro hombre. La fortaleza de Sánchez responde al débil liderazgo de Alberto Núñez Feijóo desde que aterrizó con su “tropa gallega” en Génova.
Para explicar lo que ha sucedido en Ferraz durante el último comité federal es importante leer lo que está ocurriendo en Ifema, durante el congreso nacional del Partido Popular. La aznaridad ha vuelto. Alberto Núñez Feijóo quiere gobernar pero José María Aznar busca refundar la derecha. Viven en tiempos diferentes. El reloj acucia al primero, que piensa en titulares y días, mientras el segundo espera y se toma su tiempo, lo que le permite pensar en años y quién sabe si quizá en décadas.
Sea como fuere, Aznar repasó el viernes las grandes debilidades del proyecto popular liderado por su presidente, Alberto Núñez Feijóo: “No se trata de reiniciar el partido, sino de sentar las bases para refundar la convivencia constitucional en España, cerrar el paso a la fractura territorial y al intento de cancelar el éxito democrático de la Transición”, dijo el refundador del PP durante su intervención del pasado viernes ante los compromisarios.
Sánchez tiene la sartén por el mango. Y el mango es largo. Comienza en un extremo de la calle Ferraz y alcanza a una gran parte del hemiciclo
En 2023, el gen aznarí se activó durante la celebración en el Teatro Real de sus 70 años de edad y los otros 70 de Ana Botella. También se encendió después de que Teodoro García Egea auspiciase ese año los que algunos destacados cuadros del PP denominan “los pactos de La Mallorca”, demasiado corrosivos para Feijóo cuando Mazón, Mañueco, López Miras, Guardiola o Prohens sellaron los acuerdos de gobierno con Vox en sus respectivas comunidades, a espaldas de lo que se decidía en la séptima planta de la sede del PP en la calle Génova.
El PP sólo puede gobernar con las siglas del PP, vino a decir este viernes José María Aznar. El gran fracaso de Feijóo consiste en haber dividido más aún a la derecha española, dentro y fuera de sus siglas. La aznaridad ha llegado para unir a todas ellas. Y, ciertamente, los sondeos demoscópicos otorgan hasta la fecha a Feijóo 140 diputados. Son muchos pero son insuficientes para que el PP pueda gobernar con las siglas del PP. El partido está muy lejos de los 160 escaños que permitirían a los populares gobernar con suficiente autonomía. De manera que Feijóo será presidente del PP este domingo, pero dista mucho de ser el candidato a las próximas elecciones generales todavía.
En esa coyuntura, en Ferraz quedó patente este sábado que mientras Sánchez no tenga un adversario político realmente amenazante a su derecha, puede seguir ostentando la Secretaría General del partido y gobernar, con Presupuestos o sin ellos, con la UCO o sin ella, con Cerdán en la cárcel o en la calle, con Francisco Salazar dentro o fuera de su partido, y así hasta la siguiente convocatoria electoral. Sin contrapesos como el comité federal a la propia Ejecutiva, el Secretario General no necesita someterse a una cuestión de confianza (para la que se exige mayoría simple en el Congreso), y todavía goza de tiempo para presentar en octubre los siguientes Presupuestos Generales (para los que se necesita mayoría absoluta). La mejor cuestión de confianza, querido y desocupado lector, son unos Presupuestos.
Todo lo demás, cualquiera de las medidas que anunció ante los miembros del Comité Federal, no dejan de ser un gesto cosmético. El verdadero plan de resistencia está escrito en el calendario. En septiembre, el monzón político puede estar arreciando en la calle Génova, donde se irán desatando algunas lluvias torrenciales. El huracán Kitchen puede hacer mucho daño e, incluso, tumbar al líder gallego, acostumbrado al orvallo.
El comité federal ha servido para que Sánchez pueda esquivar el torpedo de Francisco Salazar, su gurú demoscópico y uno de los hombres de su entorno más estrecho, después de que haya sido acusado de “comportamientos inadecuados” por varias mujeres. Queda por saber si este caso ha estallado por casualidad o se lo han hecho estallar, a escasas horas de la celebración del cónclave en Ferraz. En cualquier caso, su renuncia de los cargos orgánicos y públicos no ha logrado eclipsar la influencia determinante de José Blanco, secretario de Organización del PSOE con José Luis Rodríguez Zapatero y ministro de Transportes, en la incorporación de los nuevos nombres a la Ejecutiva. Antonio Hernando y su mujer, Anabel Mateos, forman parte de los cambios que ha introducido Sánchez en su acto de redención ante el comité electoral, una puerta abierta para Blanco, cuyos senderos son inescrutables.
