Cuando queríamos ser indios Aroa Moreno Durán
Fue el acuerdo de Bruselas firmado entre PSOE y Junts el que propició que la España plurinacional cristalizara con un gobierno en el que todos los partidos, salvo PP y Vox, se situaron dentro del hemiciclo en 2023. Todos dentro y a funcionar. El acuerdo abrió la puerta a un escenario político que ha escaseado en la historia contemporánea de España. Como apuntaba Enric Juliana hace dos años, todos los partidos, fuerzas y corrientes estaban dentro del juego institucional, sin un pie en el exilio, en el extrañamiento o en el boicot. A partir de entonces, todas las fuerzas políticas representadas en el Parlamento español fueron plenamente operativas para participar en la legislación del país, mediante coaliciones, pactos, alianzas o acuerdos puntuales.
Dos años después, el presidente del Gobierno vive su mayor crisis política, asediado por el Napoleón del Poder Judicial, amenazado por dos ex-secretarios de Organización y un confidente de la Guardia Civil, en mitad de una legislatura bloqueada por Junts. Con este horizonte, ha entendido el Gobierno acertadamente que ha llegado el momento de dar un golpe de efecto. Y ese golpe ha sido la entrevista del Presidente Sánchez con Gemma Nierga, una entrevista ciertamente clarificadora, previa a un Consejo de Ministros, algo inusual que, entre sus virtudes, resitúa la crisis política del Ejecutivo en el contexto de la ley de Amnistía, da relieve al momento con Junts y difumina el ruido que se emite desde el templo de Debod.
La entrevista con Nierga este martes ha sido, ante todo, un ejercicio de expiación. Pedro Sánchez ha reconocido que en estos dos años no ha cumplido con todos sus compromisos con Junts. Vivimos un momento antipolítico y los contactos con los de Carles Puigdemont están rotos debido a los incumplimientos, pero no es menos cierto que esos puentes se pueden reconstruir porque lo único real, querido y desocupado lector, de este tiempo singular es que el eje sobre el que rueda la actual legislatura sigue siendo el mismo que cuando salió adelante la investidura: la amnistía reconocida por la España plurinacional que los situaba a todos dentro de la Corte de los Leones.
El mejor golpe de efecto del Gobierno en este Campo de Agramante es conseguir que Puigdemont aterrice en El Prat y entone de una santa vez el 'Ya sóc aquí'
Todos dentro y a funcionar. Tras hablar con los de Junts, Pedro Sánchez ha querido dar un impulso a la legislatura anunciando tres medidas acordadas con Miriam Nogueras y Jordi Turull en 2023. Tres compromisos menores que buscan ofrecer un gesto de reconciliación: facilitar la inversión de ayuntamientos y diputaciones de un modo más sostenible, mejorar la financiación de las empresas catalanas en el proceso de transición digital y, finalmente, respaldar a los propietarios que sufran los impagos de los inquilinos jóvenes o de las familias en situación vulnerable, algo que no caerá muy bien en el saco de Podemos. Finalmente, Sánchez y Nierga han mencionado la posibilidad de ver publicados los balances fiscales de las comunidades autónomas aunque, de momento, esos balances no están incluidos en el paquete del perdón.
Tras todo esto, conviene no perder de vista que el efecto del golpe negociado con Junts se iba disipando a medida que iba anunciando medidas. Concluyó la entrevista de Nierga con una desabrida sensación de insatisfacción. Sigue siendo necesario, pues, que suceda algo más. Hacer que pase. Ese ha sido un lema en los siete años de gobierno de Sánchez. Hacer que pase hoy es hacer que Sánchez anuncie su reunión en Madrid con Carles Puigdemont. Hacer que suceda ese encuentro en Madrid y no en Waterloo porque de ese modo habrá significado que la Ley de Amnistía se ejecuta de forma plena y con todas las garantías en toda España, sin temor a ninguna argucia del Napoleón del Poder Judicial. A Sánchez le ha faltado informarle a Gemma Nierga de que a Puigdemont le esperaba un vuelo en Waterloo media hora después de la entrevista. Este país, no sólo Sánchez, no puede seguir esquivando al presidente de Junts como a un leproso. El mejor golpe de efecto del Gobierno en este Campo de Agramante es conseguir que Puigdemont aterrice en El Prat y entone de una santa vez el Ya sóc aquí.
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