A la carga

El 'liberalismo' de Ciudadanos

El escándalo del presidente de Murcia y los relevos en la fiscalía invita a echar la vista atrás y valorar cuál ha sido la contribución de Ciudadanos a la política española tras apoyar la formación del Gobierno de Mariano Rajoy.

Durante los peores años de la crisis, entre 2012 y 2014, cuando parecía que el país se iba por el sumidero y que la única salvación pasaba por la intervención de la troika, el regeneracionsimo de matriz liberal tuvo especial predicamento en los medios de comunicación. Raro era el día en el que al abrir un periódico en papel no hubiese un artículo solemne en el que, ante  “la angustiosa hora” que atravesaba España, se ofrecía un amplio catálogo de reformas que nos permitirían “salir del atolladero”. Frente a unas “élites políticas indolentes y miopes”, el regeneracionista propugnaba una nueva regulación de los partidos políticos, para que estos no invadieran todas las esferas de la vida pública, una reforma del modelo educativo, que nos diese el impulso necesario para competir en la economía global, una reforma del sistema de financiación autonómica, con el propósito de desactivar el desafío soberanista catalán, más reformas de la justicia, de la administración, del sistema electoral, del marco regulatorio y de no sé cuántas cosas más.

En aquellos planes tan bienintencionados no solía decirse mucho sobre redistribución y desigualdad, ni sobre cómo conseguir coaliciones de apoyo mayoritarias para todos esos cambios, ni sobre cómo compensar a los perdedores en la crisis. Así era como las élites intelectuales, empresariales y profesionales planteaban las urgencias y necesidades del país. Se fue creando de esta manera un caldo de cultivo muy propicio para el surgimiento de un partido liberal que ocupara el espacio entre el conservadurismo del Partido Popular y la socialdemocracia del PSOE. Las encuestas señalaban que amplias capas de la ciudadanía, sobre todo gente joven, se describían ideológicamente como liberales en primera o segunda opción.

UPyD intentó subirse a aquella ola liberal, pero el partido, consumido por el culto a la personalidad de Rosa Díez, quedó en el basurero de la historia. Fue un partido de ámbito catalán como Ciudadanos el que supo aprovechar la coyuntura en 2014, dando el paso de implantarse en el conjunto de España. Albert Rivera desplegaba una imagen renovadora y dinámica. En las encuestas Ciudadanos subió como la espuma, nutriéndose fundamentalmente de votantes insatisfechos con el PP. Luego, a la hora de la verdad, la cosa no fue para tanto, quedándose en un 13-14% del voto en las elecciones generales de 2015 y 2016.

A mí me parece positivo que en España haya surgido un partido liberal. Enriquece la vida política y aumenta las opciones entre las que elegir. Ahora bien, las decisiones que ha ido tomando este joven partido son, a mi juicio, nefastas, habiendo contribuido decisivamente al deterioro de nuestro sistema democrático y contradiciendo abiertamente los principios básicos del liberalismo político.

Ciudadanos se presentó ante el electorado con un compromiso firme y contundente de lucha contra la corrupción. Defendía reformas institucionales de muy diverso calado que contribuyeran a romper con las prácticas más viciadas de los partidos tradicionales. Como buen partido liberal, C's consideraba fundamental unas instituciones sólidas y unas reglas de juego imparciales. El partido se comprometía a acabar con el amiguismo, el nepotismo y el clientelismo en los asuntos públicos. Sus dirigentes fueron muy críticos con el PP y sus escándalos de corrupción. Ciudadanos se presentaba como un partido dispuesto a promover la meritocracia por encima del sectarismo partidista al que nos tenían acostumbrados PP y PSOE.

Asimismo, Ciudadanos se comprometió a no investir a Mariano Rajoy presidente del Gobierno. Sus líderes afirmaron en multitud  de ocasiones que Rajoy no podía ser la persona que encabezara el impulso reformista que España necesitaba. Al líder del PP lo describían como un político achicharrado por los escándalos de corrupción. Albert Rivera fue extremadamente duro con la corrupción de la derecha y no se cansó de repetir que los votos a Ciudadanos nunca servirían para apoyar un Gobierno presidido por Mariano Rajoy (en este vídeo hay una recopilación de declaraciones de Rivera al respecto). Por su parte, Juan Carlos Girauta, el portavoz parlamentario del partido, en una entrevista en el muy liberal programa El gato al agua de Intereconomía, afirmó, con la jactancia que le caracteriza, que era imposible que su partido diera su apoyo a la formación de un gobierno encabezado por Rajoy o por alguien de su equipo (véase a partir del minuto 33:15 de esta entrevista: “pero, vamos, es que es inimaginable que nosotros, que hemos venido a la política española para regenerar España, vayamos a dejar esa etapa histórica en manos de Rajoy o de alguien de su equipo porque Rajoy hace 13 años que preside un partido que está de corrupción hasta las orejas”).

Se trataba de una promesa electoral muy fácil de llevar a cabo: para cumplir con la palabra comprometida ante el electorado, bastaba con exigir al PP un candidato nuevo, que no tuviera relación alguna con la presidencia de Rajoy y las tramas de corrupción que crecieron bajo su mandato; si el PP no accedía, podía abstenerse o votar en contra. No había impedimentos para cumplir la palabra dada ante la ciudadanía. La UE, por lo que sabemos, no exige apoyar a Rajoy como medida anticrisis. No apoyar a Rajoy no habría hecho aumentar el déficit público ni el paro. No hacía falta aumentar los presupuestos generales del Estado por no apoyar a Rajoy. Era, pues, una medida fácil de cumplir: bastaba con que el día de la votación de investidura, los 32 diputados de Ciudadanos, cuando el presidente del Congreso pronunciase su nombre, se levantaran y no dijeran “Sí” a Rajoy.

La “dialéctica” del liderazgo

Ciudadanos, incumpliendo una promesa electoral, apoyó al Gobierno de la corrupción. Con un discurso gaseoso sobre reformas y regeneración, ha permitido la continuidad en el gobierno de un partido que se financiaba ilegalmente, que tenía una cuenta con dinero negro que utilizaba para organizar actos electorales y repartir sobresueldos a los dirigentes del partido, entre ellos y de forma muy destacada, al propio Mariano Rajoy. Ciudadanos es hoy uno de los puntales de un Gobierno que ha incurrido en casi todas las malas prácticas que cabe imaginar en una democracia liberal (ley mordaza, manipulación de la televisión pública, operaciones secretas en contra del independentismo catalán, presiones sobre la justicia, etc.).

Todos aquellos autores que nos exhortaban solemnemente a emprender la senda reformista liberal hoy están callados. Cuando surgió el peligro de un gobierno de izquierdas, cerraron filas en torno a Rajoy y los suyos. Mejor que las cosas se quedaran como estaban. Así lo entendió también el partido de Rivera, dando muestra, una vez más, de que el liberalismo español es poco más que una forma de hipocresía política. Que el partido que prometía la regeneración apoyara la permanencia de Mariano Rajoy muestra cuáles son las verdaderas convicciones de nuestros liberales.

 

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