Letanía para el yerno de España

El yerno de España madruga los domingos para ir a comprar el pan a bordo de su monovolumen.

El yerno de España prefiere la corrupción al comunismo.

El yerno de España ha convertido la técnica del afeitado del mentón en una de las bellas artes, en un derecho inalienable, en una cuestión de Estado.

El yerno de España es patriota, pero antes consumidor que ciudadano, por lo que sufre una crisis identitaria entre su DNI y su tarjeta bancaria.

El yerno de España es de espíritu beige pero aspira siempre a un bronceado intensísimo.

El yerno de España es el ladrillo de la urbanización residencial, la viga en la torre acristalada de oficinas, el pavimento de la autovía radial.

El yerno de España forma parte de ese uno de cada nueve españoles que ya ha probado lo que tú aún desconoces.

El yerno de España es la voz masculina que grita “¡vamos, Rafa!” en los tensos silencios de bola de partido para animar al genio de Manacor.

El yerno de España maneja con soltura la práctica amateur del deporte con intenciones de ascenso profesional.

El yerno de España ha creado el concepto de sexo aséptico pero con plusmarcas a batir.

El yerno de España dice estar por encima de ideologías porque no es más que el extremismo de lo pautado.

El yerno de España ha encontrado en los fondos de inversión su modelo de asamblea quincemayista.

El yerno de España hizo de joven una pequeña excentricidad de una ilegalidad leve. Sonríe al recordarlo.

El yerno de España no cree en las clases sociales. Pero mantiene excelentes relaciones basadas en la condescendencia con individuos de clase más baja que la suya.

El yerno de España maneja con soltura acrónimos gastronómicos como AOVE.

El yerno de España considera a sus hijos su mejor inversión. A su mujer una SICAV de estabilidad emocional.

El yerno de España es el cinturón de seguridad del statu quo, el airbag de la alta burguesía.

El yerno de España exige al jardín de infancia donde cuidan a sus hijos cumplir con la triada del prestigio, la excelencia y la meritocracia.

El sueño húmedo del yerno de España es bromear de tú a tú con su majestad Felipe VI.

El yerno de España entiende los derechos humanos como todo aquello que tiene cabida dentro del salón de su adosado.

El yerno de España se regula emocionalmente a través de los ciclos impuestos por su entrenador personal.

Al yerno de España le desagradan los políticos, pero vota siempre a los mismos con meridiana claridad

El yerno de España obtiene un placer indisimulado mediante el cumplimiento de arbitrariedades que buscan su coartada en lo tradicional, lo económico o lo técnico.

El yerno de España está dispuesto a quebrantar las normas si observa que no están suficientemente pensadas para el lucro individual.

El yerno de España es intercambiable como un maniquí de gran superficie comercial. Este hecho lejos de disgustarle, le agrada.

El yerno de España se siente cómodo en lo mediático, donde puede desplegar su gran simpatía presentando el tiempo o los deportes.

El yerno de España se preocupa por su alimentación y casi otorga al producto de su tránsito intestinal propiedades adivinatorias.

El yerno de España es alguien sano. En sus costumbres, relaciones, opiniones y metas.

El yerno de España respeta la diversidad de las alergias alimentarias.

El yerno de España es liberal, católico y guapo. Pero no en exceso ni en defecto, siempre en la justa medida.

Al yerno de España le gusta el vino con un poquito de burbuja. Lo encuentra excitante.

El yerno de España siempre busca una excusa para alargar su jornada laboral. Llegar el primero, irse el último. No importa lo sucedido en ese lapso.

El yerno de España vive la amenaza social de la okupación con secreta excitación por ser, quizá, una oportunidad para mostrar su heroísmo.

Al yerno de España le agradan las revistas de tendencias porque sistematizan sus gustos y opiniones con equidistancia.

El yerno de España encuentra en el arte, por lo general, un intento estridente de sentimentalismo. Mejor observa portadas de revistas sobre automovilismo.

El yerno de España disfruta de la música siempre y cuando pueda oírla sin escucharla.

Al yerno de España lo único que le interesa de la literatura es el final de la historia. Por eso prefiere leer en Netflix.

El yerno de España prefiere las películas donde “se habla poco” y los protagonistas “van al grano”.

Al yerno de España le desagradan los políticos, pero vota siempre a los mismos con meridiana claridad.

El yerno de España desconfía de excesos y radicalismos. Por eso asiente con satisfacción a los desfiles militares.

El yerno de España es yerno aún soltero.

El yerno de España confía en la institución matrimonial tanto como en la prostitución de alto standing.

El yerno de España es el gel de placer de la sociedad, el rasurado púbico del conservador.

El yerno de España se ha sentido amenazado generacionalmente por la juventud del mundo crypto.

El yerno de España no arriesga con su corte de pelo. Intenta controlar su tasa de sudoración corporal. Usa calcetín de marca.

El yerno de España es totalitarismo de sonrisa diáfana: sólo entiende la existencia dentro de sus límites. El resto es una amenaza.

El yerno de España nació como mando intermedio. Le gusta exigir lo que a él le exigen.

El yerno de España es, sin saberlo, muy poco español, al modo, al menos, de un producto duty free del aeropuerto.

El yerno de España es el enjuague bucal del país, la sección de complementos de los intereses particulares, el látex para la comunidad.

El yerno de España es el nacionalcatolicismo en la época del diseño tecnológico de California.

El yerno de España es la mediocridad con aspiraciones hecha carne, un milagro sintético-ideológico.

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