Del Protocolo de la Vergüenza a la dana: la gestión que acorrala al PP Marta Jaenes

Últimamente, nos gusta correr tanto que ya solo hace falta una semana para hundir la carrera de un personaje público. Para que pase de ser encumbrado a los cielos a ser repudiado. De Dios a Satanás. De icono trans a cuñado de bar. En tiempo récord y alimentado por la perniciosa lógica de las redes sociales. Y aquí no hay perdón que valga.
El caso de Karla Sofía Gascón es paradigmático por muchas razones, pero no repetiré en esta columna la retahíla del fenómeno de la cancelación, de la Inquisición moderna o de los peligros del señalamiento. Sin embargo, me gustaría reflexionar sobre la obsesión contemporánea de obligar a ciertos personajes a pedir disculpas en público… Aunque este acto no vaya a cambiar nada.
Explica el escritor norteamericano Ian Buruma en su ensayo La ética protestante y el espíritu de lo woke que “lo woke es en su esencia un fenómeno protestante” ya que, ante todo, se basa en la disculpa pública como penitencia. Mientras los católicos se confiesan en privado frente a un cura que les absuelve de sus pecados, en la religión protestante es habitual “afirmar la virtud haciendo confesiones de fe públicas” y vivir de cara a la galería.
La disculpa pública para intentar que “nos dejen ir en paz” es muy habitual hoy. Es una de las cosas que más se le criticó a Íñigo Errejón después de dimitir por las denuncias en la cuenta de Cristina Fallarás. Cada polémica protagonizada por un personaje conocido suele ir acompañada de un “lo siento” dentro o fuera de las redes. Este perdón es un peaje que hay que pagar, pero ya no sirve de nada si el sujeto ha transgredido alguna vez los límites de lo políticamente correcto en lo relativo a la raza, al género o las minorías.
Percibo en la atalaya de la izquierda una absurda obsesión por mantener las esencias morales en actos tan insignificantes como que una actriz de los Óscar haya puesto en el pasado tuits ofensivos. Mientras esta élite cultural y social señala y obliga a la gente a disculparse en público, no mueven un dedo para cambiar los problemas estructurales
La protagonista de Emilia Pérez ha pedido perdón y se ha alejado motu proprio de los focos para no afectar a su película, pero aun así, han vetado su carrera hacia los Óscar, han cancelado la publicación de su libro autobiográfico y Netflix la ha apartado de la promoción. Hasta el ministro de Cultura Ernest Urtasun ha pasado de recibirla en su despacho entre halagos a afirmar que estos tuits han empañado su candidatura. Y yo me pregunto: ¿de verdad es para tanto?.
Los comentarios racistas y sexistas que Karla Sofía Gascón escribió hace cinco años en Twitter son inapropiados, odiosos y de mal gusto. Pero, ¿por ser una cuñada merece la muerte civil? ¿Su actuación en la película no sigue siendo la misma que hace una semana? ¿Para postularse a un Óscar hay que ser impecable moralmente? ¿No sería más eficaz denunciar esta forma de pensar y no enfocarnos en destruir a una persona?
Percibo en la atalaya de la izquierda una obsesión por mantener las esencias morales en actos tan insignificantes como que una actriz de Hollywood haya puesto en el pasado tuits ofensivos. Mientras esta élite cultural y social señala y obliga a la gente a disculparse en público, no mueven un dedo para cambiar los problemas estructurales de estos sectores desfavorecidos y vulnerables que dicen defender: la pérdida de derechos sociales, la precariedad, la desigualdad cada vez mayor entre ricos y pobres… Y van perdiendo su favor y su atención.
Dice Kant que perdonar es renunciar a la venganza, pero esta máxima no se aplica en esta “era de la revancha” que tan bien retrata mi compañero de El País Andrea Rizzi. Cada vez que alguien opina algo que se considera fuera de tono, se le empuja a expiar sus pecados en público, pero la disculpa se ha devaluado tanto que ni siquiera sirve ya para evitar quemarle en la hoguera. Ni reinserción, ni perdón, ni piedad. Y, mucho menos, empatía.
Lo más...
Lo más...
LeídoGutmaro Gómez Bravo: "Aunque asuman que fue un dictador, los jóvenes no ven a Franco como algo malo"
'Suya era la noche'
Cuba en la mirada de Carlos Celdrán
¡Hola, !
Gracias por sumarte. Ahora formas parte de la comunidad de infoLibre que hace posible un periodismo de investigación riguroso y honesto.
En tu perfil puedes elegir qué boletines recibir, modificar tus datos personales y tu cuota.