El vídeo de la semana

Mira, niño, un maricón

A ver, poner en una cabalgata de Reyes una carroza con una drag queen o una rapera, no parece el modo más natural y eficaz de luchar por la igualdad de género, pero tampoco hay que rasgarse las vestiduras y gritar a los cuatro vientos que es una obscenidad que roba a los niños su ilusión infantil en noches como esta. Los dos argumentos –reivindicación e indecencia fuera de sitio– son perfectamente rebatibles y enquistarse en ellos demuestra cierta dosis de sectarismo y mucha intolerancia, sobre todo por parte de los vigilantes del sexo correcto que tanto se han escandalizado.

Lo de colocar reinas en lugar de reyes –no es éste el caso de Vallecas, puesto que la drag va en una de las carrozas, pero sucede en algunas ciudades y se ha propuesto en otras–, es un absurdo muy en la línea de un cierto papanatismo ideológico rampante que confunde su visión del mundo con la realidad: los reyes magos están en el imaginario de los niños como dos hombres barbudos y un lampiño negro que viajan en camello y traen regalos. Cuando estos revisionistas de la tradición alcanzan cacho en la ruleta del poder, deciden que se acabó el mundo como hasta ahora se veía y que la realidad es su universo ideológico, y así califican de genocidio la toma de Granada por los Reyes Católicos –sucedió este jueves–, abjuran de las fiestas tradicionales fijadas por santoral y hasta defienden acabar con cosas tan burguesas y antiproletarias como la Navidad, Santa Claus o los Reyes Magos. El mundo ha de girar sobre su universo ideológico y lo demás o no existe o se borra de un plumazo por la vía del decreto o el bando. Sólo así se entiende la proliferación de reinas, diseños, trajes futuristas y hasta iluminaciones abstractas que asolan cabalgatas y decorados en los últimos dos o tres años.

Pero la realidad es tozuda, y por mucho que año tras año, cabalgata tras cabalgata, se cambien decorados o personajes, los niños siguen yendo a ver a los reyes y es a los reyes a quienes esperan la noche del cinco de enero. De modo que la revolución no va a llegar por ahí; algún día se darán cuenta.

Entre otras cosas, porque es un camino absurdo que denota poca inteligencia. Del mismo modo que no imagina uno que en una fiesta infantil el payaso se ponga a repartir panfletos con sus problemas laborales, una cabalgata de Reyes no debería convertirse en un escaparate de reivindicación de nada por muy justa que sea o necesaria que nos parezca.

Ahora bien, montar el número que algunos han montado por el hecho de que haya una drag queen en uno de estos espectáculos para niños se me antoja tener muy cortas entendederas y una visión del mundo tan mutilada como para hacer temer por el futuro de la educación de sus hijos.

Lo importante son los reyes, y si los hay, y si los niños los ven horas antes de que esté prohibido hacerlo, ¿qué mal hace o qué vicio divulga poner una reina drag en una cabalgata? drag¿No ha habido toreros, geishas o marcianos? ¿No hemos visto mariposas, osos o cosas que viven en el fondo del mar? ¿Por qué no nos lo tomamos como un juego?

Yo sugiero a los del escándalo que se den un paseo por el Carnaval de Las Palmas. Allí, el evento anual más celebrado y concurrido es el desfile de drag queen. Familias enteras con niños, jubilados, adolescentes, matrimonios de edad… todos atentos y disfrutando de un desfile de vivísimos colores, lleno de drags y fiesta. Hasta se ven grupos de niños elevados en plataformas imposibles y encantados de desfilar disfrazados de drag queen. Normalización, se llama eso. Se incorpora el juego del sexo que proponen hombres vestidos de mujer a la liturgia del carnaval con tanta intensidad, que el desfile y el posterior concurso de drags se convierten en los acontecimientos más celebrados de ese tiempo. Es una realidad social transgresora y reivindicativa que se incorpora a la fiesta como parte esencial de ella. Normalización, insisto.

Es en carnaval, sí, y es otro tiempo y otro ánimo, pero serviría de lección de actitud ante la diferencia. Porque esa es la misma en la fiesta mundana o en la liturgia tradicional. Ese es el fondo de la cuestión, la actitud. Los padres que se sienten agredidos por la presencia de un hombre vestido de mujer viviendo y mostrando una suerte de diversidad sexual, recibirían, de estar dispuestos a ello, una lección de tolerancia y civismo por parte de esos otros que participan en la fiesta y hasta aprovechan para enseñar a sus hijos que hay otras formas de entender el mundo.

Pero la realidad es la que es, y la polémica inútil y vacía se mantiene. No aprendemos. Ni los que aprovechan cualquier circunstancia para demostrarnos su compromiso con su concepto de “progreso” ni los que se convulsionan en cuerpo y alma cuando se le toca el convencional equilibrio de sexos.

Esos que cuando pasó la carroza de la drag acaso dijeran, “mira niño, un maricón”, herederos ideológicos de quienes supongo que cuando hace unos años desfilaron unas gheisas en Madrid dirían, “mira niño, una puta; japonesa, pero puta”.

Claro que, visto lo visto este viernes, tuvo la naturaleza la sabia ocurrencia de descargar agua sobre las cabalgatas de forma que ni drags, ni colores, ni barbas postizas ni teletubbies. Lo que recordarán los niños es la cantidad de agua que les cayó encima aquella noche de Reyes del año 2018. No somos nadie. Y con polémicas de tan corto recorrido, mucho menos.

Feliz año nuevo a todos.

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