Las abuelas Cristina García Casado
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Siempre lo hacemos. Cuando el año que convive con nosotros se va alejando por el pasillo y tomamos conciencia de que tan solo le quedan de vida doce campanadas, dos lágrimas y un brindis, nos da por hacer balance de nuestra relación con él.
No podemos evitarlo. Siempre hacemos este ejercicio, incluso en esos años que quisiéramos borrar del disco duro por su crueldad intolerable con nosotros, con los nuestros o con casi todos… 2020 y 2021 pertenecen a esta categoría.
A veces nos empleamos a conciencia en elaborar un asiento contable con la idea de averiguar si, a año vencido, nos queda más en el “debe” o en el “haber vivido”.
Pero en otras ocasiones el resumen nos sale sin querer, como un acto reflejo, como cerramos los ojos a la hora de dormir. Cada “vaya añito” o “que acabe de una vez”, es un raudo inventario de las heridas de guerra que nos deja.
Hace un par de días preguntaba desde mi cuenta de twitter si en este año, con ingredientes tan nocivos, les habían pasado “cosas buenas” a los que me acompañan. Y sin sorpresas, me demostraron que sí, que hasta en el panorama más oscuro puede haber destellos.
Un concierto muy bonito el 3 de septiembre. Fue mi gente querida.
— María José Suárez (@mariajo_suarez) December 30, 2021
Luego me visitó la enfermedad y también la muerte … a la familia.
El último trimestre dolorosísimo.
Que el tumor que tenía mi madre era benigno 🤗
— Alabama Whitman (@whitmanalabama1) December 30, 2021
Hoy ha llegado el nuevo. Dadas las circunstancias, en este camino tan largo que tanto acorta la paciencia, no sé si recibimos a 2022 con más carga de miedo y prevención que de esperanza e ilusión, pero aquí está el recién llegado y habrá que darle una oportunidad antes de denostarlo…
Dadas las circunstancias, en este camino tan largo que tanto acorta la paciencia, no sé si recibimos a 2022 con más carga de miedo y prevención que de esperanza e ilusión
Es natural, al nuevo le faltan vivencias, pero tiene por delante más de trescientos días, con sus noches, sus amaneceres y sus ocasos. ¡Y nosotros que podamos verlos! O, mejor, que podamos vivirlos en el sentido filosófico del término.
Es primero de enero en el calendario gregoriano, pero quizás en ese otro calendario individual y emocional que divide nuestro tiempo en función de los días importantes para cada cual, primero de enero fue aquel día en el que aprobaste la oposición, o aquel en el que tú fuiste abuela o el del concierto bonito... Aquel fue tu primero de enero, aunque se llamara 3 de septiembre.
Brindo porque tengáis, porque tengamos, muchos primeros de enero que podamos marcar en rojo en nuestros calendarios vitales. Feliz año nuevo.
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