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¿Tú te fijas en el chiste o en el error?

Raquel Martos

El otro día recibí por WhatsApp uno de tantos chistes sobre el annus horribilis que estamos padeciendo. Quizás le ha llegado a usted también, es este:

Me arrancó tal carcajada que lo compartí con la gente a la que más quiero y corrí a colgarlo en Twitter:

Hay que propagar el humor y subir la incidencia acumulada por habitante, qué menos que una risa por cada mil mierdas que nos llegan cada día…

El contagio se extendió rápidamente, empecé a recibir comentarios de seguidores que decidieron, a su vez, compartirlo con los suyos. Cadena de reacciones de juerga, esa que viene provocada por la desesperación, la risa nerviosa que brota del dolor, del miedo y la tensión, del hartazgo, estamos hasta el hidroalcohólico y más allá…

De pronto ¡paren rotativas! Alguien me advirtió de un error que yo no había detectado. Efectivamente, 2018 está mal escrito, la numeración romana corresponde a 2016. Quizás usted se haya dado cuenta a la primera, o tal vez, como yo, pasó rápidamente por las dos cifras “serias” sin hacer mucho caso, para ir directamente al chiste.

En paralelo a las risas encadenadas, comenzó un goteo interminable de usuarios advirtiéndome del error. Goteo que, seguramente, mientras yo escribo y usted lee –curiosa paradoja temporal– continúa.

La corrección del error gráfico se ha convertido en otro chiste. Resulta cómica cada nueva advertencia, porque el meme lleva miles de repeticiones, pero cada uno de los que señala el error cree que nadie lo ha hecho antes y corre a alertarme:

“2018 ESTÁ MAL ESCRITO”

Y el aviso va en diferentes tonos: divertido, enfadado, sabihondo, juguetón, antipático, hay más tipos de talantes que cambios de criterio en la OMS.

Algunos, preocupados por mi dermis, me avisan para que antes de echarle tinta al body –al haber amenazado con tatuármelo–, lo corrija. Claro, no vaya a tener que borrármelo luego con láser, como hizo Melanie con el corazón de Antonio o añadirle dos palitos a posteriori, que igual me los hacen torcidos y parecen las torres Kio, qué imagen tan viejuna…

Por cierto, un seguidor con humor y vocación de servicio hizo esto:

Risas aparte –ahora, más que nunca, se agradecen– el incidente tuitero da para análisis psicológico, porque la prioridad de nuestra atención define, en cierto modo, cómo somos y cómo nos tomamos la vida.

¿Es usted de los que se fija inmediatamente en el error o le llama más la atención el acierto? ¿Y si detecta una falta, corre a decirlo con gracia, por bromear o por ayudar, o lo hace en modo ñiñiñiñi porque lo que le gusta es mostrar todo el rato que lleva razón? ¿Le lleva el vistazo rápido a lo luminoso o se le van los ojos sin remedio a lo emborronado? ¿Se divierte con el humor o se enfurruña?

Podría seguir haciendo y haciéndome preguntas sin fin, esto es un vicio…

Por cierto, el chiste de los números romanos me lo pasó mi querida Belén. Tras semanas llenas de días, horas y minutos peleando sola contra el puto bicho, mi amiga ha recibido, por fin, el negativo más positivo. El malestar, el miedo y la angustia no le han quitado las ganas de compartir memes, ni de reír con los que le enviábamos. Ah, ella tampoco se fijó en la errata, se fue directa al exabrupto en siglas, bastante tenía con los palitos de la PCR…

Ojalá le estén pitando los oídos al autor o autora de la maravillosa ocurrencia a la que le sobran humor, talento y sentido de la realidad más cruda.

Ojalá supiera yo quién es para darle las GRACIAS por las risas y por abrir la espita de esta olla a presión en la que estamos confinados desde hace tanto, sin saber si en algún momento dejará de soltar vapor o explotará. A veces, un chiste resume la vida.

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