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... ¿De verdad, poco nos pasa?

Raquel Martos nueva.

Esas frases que repetimos como mantras a modo de resumen de una reflexión son, en ocasiones, un signo de pertenencia a cierta zona geográfica, o a determinada clase social, o un código generacional.

Estas expresiones van también por familias, seguro que reconoces las que suelen repetirse en la tuya. En mi casa se oye mucho “que Dios no te dé todo lo que puedas soportar”, porque la decía mi abuela. Ahora mi madre dice: “Como decía mi madre”. Yo digo: “Como decía la abuela” y algún día me tocará decir: “Como decía mamá, parafraseando a la abuela…”

Estas frases recurrentes han ido siempre de boca en boca, como gotas de Flugë. Es probable que utilices alguna que te apropiaste de un amigo de infancia, o de una maestra, o de un amor… Te gustó cuando la oíste salir de sus labios, la hiciste tuya y se integró en tu organismo comunicativo sin darte apenas cuenta.

¡A mí se me han pegado, incluso, expresiones que aborrecía! Se ve que no soy capaz de generar anticuerpos lingüísticos suficientes para defenderme…

Estas frases siempre han sido contagiosas, pero ahora, con las redes sociales, cualquier cosa se hace viral y la velocidad de propagación es altísima. Claro, se dispara sin control la incidencia acumulada de frases idénticas por cien mil usuarios.

Hay una, muy popular, que últimamente empieza a chirriarme, angustiarme y hasta me da yuyu. Es esta: “Poco nos pasa”. “Poco nos pasa” es un comodín para subrayar una burrada que alguien ha dicho, o una demostración de irresponsabilidad, o una acción malintencionada contra el bien común, o una negligencia y significa que, teniendo esos mimbres para el cesto, todavía tenemos que dar gracias por estar vivos. Un irónico “poco nos pasa”.

También se utiliza en modo cómico: alguien saca un disco nuevo, o estrena un programa, o escribe una novela y hay un chiste malvado en forma de hipérbole que señala el evento como una desgracia planetaria, un sarcástico “poco nos pasa”.

Confieso que llevo un tiempo sintiendo cierto rechazo por la frasecita. Porque encallados, cual barco en el canal de Suez, en esta pandemia que nos mata o nos enferma, nos roba lo cotidiano, nos funde el ocio, el negocio, nos quita las ganas y nos ahoga en la crisis. Con este irrespirable clima político, que se va calentando como el planeta –igual al diputado de Vox Contreras Peláez esto también le parece guay– cada nuevo “poco nos pasa” que leo me resulta un poquito más irritante

Porque ¿no es ya suficiente todo lo que nos está pasando?, ¿no estará funcionando el mantra como maldición de escondidos dioses malignos: “¿Creéis que poco os pasa? Pues hala, a tomar… un poco más”.

Por mí ya vale. Por esto le estoy cogiendo tirria a la frase. Ya está bien de todo mal.

Pero hace unos días vi, como casi todos, la imagen de un niño perdido que clamaba en el desierto. “Clamaba en el desierto” de modo literal, porque pedía ayuda en medio del inmenso arenal. Y “clamaba en el desierto” en el sentido metafórico, porque su lamento removió tripas y corazones durante un rato nada más, todos sabemos que sirve de poco su llanto asfixiado y devastador, que luego se olvida.

Puede que dentro de diez años algún medio haga un reportaje: “¿Qué fue del niño de Honduras?” Aquel niño que nos desgarró con su llanto desesperado, cuatro horas después de verse solo, abandonado en medio del desierto de Texas… Bueno, un reportaje o un documental, todo depende de que alguien le vea “tirón” a la historia.

Si esto llega a suceder, si en 2031 llegamos a leer ese reportaje o a ver ese documental, en ese instante la historia volverá a desgarrarnos y pensaremos en alto, desde el sofá, tal y como hicimos diez años antes: “¡Nadie está inmunizado frente a esto! ¡Cómo puede suceder algo así! ¡Qué fraude de civilización somos!”.

Hacerse un Charles Michel

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Pero una vez visto o leído, volveremos a olvidarlo.

Cada día hay niños que cruzan solos una frontera, que son lanzados al mar en una patera, niños para quienes “salir al campo con mis padres” significa ir a un campo de refugiados. Niños que claman en el desierto porque son “un problema” en abstracto pero, de uno en uno, no importan, no existen.

Por eso –de momento– no renuncio a la frase, aunque me incomode. Porque es corta pero descriptiva, porque tiene profundidad y sobre todo, tiene razón, poco nos pasa…

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