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Nacido en los 50

Los enemigos de la libertad

El Gran Wyoming

La sociedad, condicionada por los medios de comunicación, está muy afectada por los casos de corrupción económica que se repiten día tras día, que parecen no tener fin y, visto el desarrollo de las causas judiciales, tampoco consecuencias. La impunidad va ganando la batalla a la Justicia y el rumor, leve al principio, pero creciente, de que el caso Gürtel, que ha ocupado horas y horas en las televisiones y radios, y toneladas de papel en los medios escritos, nos está vacunando para prepararnos psicológicamente ante la futura noticia de que esta trama que delata al partido del Gobierno como encubridor, colaborador y beneficiario de los hechos, va a quedar en nada. Eso dicen, debido a la prescripción de algunos de los delitos, la falta de colaboración de la justicia suiza, defectos de forma, eliminación de pruebas que fueron obtenidas sin las debidas garantías y otros imponderables que suelen darse cuando la causa juzgada tiene más poder que la que juzga, debido a esta peculiar división de poderes que rige en nuestro, así llamado, Estado de derecho.

El Gobierno, pretendiendo hacer creer a los ciudadanos que lucha contra la corrupción, toma medidas en dirección contraria al limitar en el tiempo el período de instrucción, limitación que se suma a la de falta de medios, con lo que, en la práctica, imposibilita la investigación de los casos complejos legalizando de hecho la impunidad.

Decía que el personal se encuentra cautivo de esta conmoción delictiva y este shock le incapacita para evaluar una realidad todavía más perniciosa que la evidencia del latrocinio al que se han echado las clases dirigentes. Hoy quiero poner el acento sobre la corrupción sistémica, la degeneración que sufre el Sistema Democrático por las acciones perversas que llevan a cabo responsables del ejercicio de la función pública que luchan contra la libertad y la democracia.

Hace un tiempo, con motivo del despido de los trabajadores de Telemadrid, un periodista británico me comentaba que tal cosa no se hubiera producido en su país, porque los periodistas más conservadores, fachas que decimos aquí, no hubieran consentido la intromisión de los políticos en el ejercicio de la labor profesional de sus compañeros. Los trabajadores de Telemadrid denunciaban, una y otra vez, cómo las noticias se manipulaban para convertir los informativos de la cadena en espacios de propaganda al servicio al principio de la presidenta, doña Esperanza Aguirre, y más tarde del Partido Popular. Nadie escuchaba. Tampoco sus compañeros de otros medios que se limitaban, en el mejor de los casos, a reproducir los comunicados del colectivo de periodistas Salvemos Telemadrid.

Es decir, el periodista inglés me decía que esta manipulación era posible por la falta de dignidad de los informadores españoles como colectivo, insistiendo en que, en su país, los periodistas de derechas hubieran fulminado a su líder si intentara entrometerse en el derecho al ejercicio de la información de cualquier medio, también, por su puesto, de la competencia.

No sé hasta qué punto es cierto, pero me vale con la exposición. Aquí damos por hecho que la manipulación existe y son las urnas las que deben castigar estas acciones, abandonando a su suerte el derecho a la información, que es un pilar central del Sistema Democrático.

En estos momentos se están produciendo, de nuevo, unos hechos gravísimos, esta vez en Televisión Española. La dirección de los informativos nombrada por el Gobierno, está llevando a cabo cambios y traslados de profesionales, ateniéndose exclusivamente a criterios políticos con el fin de manipular la información y convertir la televisión pública en un órgano de propaganda a su servicio con el dinero de todos los españoles, también con el de los que repudian este tipo de acciones características de los regímenes totalitarios. Sí, es cierto que nos enteramos de que se producen, pero la impunidad prevalece. Los periodistas informan de lo que ocurre, se indignan y miran para otro lado.

Aunque parezca mentira, existen asociaciones de prensa en nuestro país. No se manifiestan en torno al problema. No toman medidas para atajarlo. No denuncian al Gobierno por estas acciones execrables que delatan el espíritu antidemocrático de sus responsables. No plantean ni convocan acciones para atajar estas prácticas antisistema.

No faltan, claro está, los que defienden estas cribas sectarias y aún piden más contundencia con unos medios que, dicen, están al servicio de la izquierda en exclusiva. El otro día escuché en una radio por la mañana a un, así llamado, periodista que pedía la intervención de Rajoy para atajar esta deriva izquierdista de los medios de comunicación.

Supongo que la mayoría de los que están leyendo esto han visto la intervención de la que se postula como candidata a la Alcaldía de Madrid, doña Esperanza Aguirre, en el programa Espejo Público de Antena 3 haciendo de su aparición una exposición de lo que es un comisario político en toda regla. Ella lo llamará libertad de expresión, porque estos demócratas reciclados no distinguen entre una cosa y otra. Comenzó su intervención con una recriminación a Susana Griso por poner su programa al servicio de la propaganda en favor de Syriza –era el lunes siguiente a las elecciones griegas–para pedir, inmediatamente después, que se dejara de hacer propaganda a Podemos en esa cadena y en su hermana laSexta, a la que llama Aló Pablo, en referencia al programa que hacía Chávez porque doña Esperanza, en su hipocresía liberal, está indignada con la falta de libertad de expresión en Venezuela. ¡Olé presidenta! Hay que ver, esta mujer ve propaganda por todas partes.

Susana Griso contuvo en solitario como pudo a su invitada intentando hacerla ver que no era propaganda sino información lo de dar espacio en su programa a las elecciones griegas, pero los otros contertulios, entre ellos Casimiro García Abadillo, que la tiene contratada como colaboradora, asistían pasivos a la exposición de lo que no debe hacer jamás un político. No la pusieron en su sitio, dejando desolados a los espectadores. Al margen de la anfitriona, ninguno la paró los pies exigiéndole un mínimo de respeto por la profesión del periodismo y el derecho que les asiste a los ciudadanos a estar informados sin la coacción de la autoridad competente. ¡Qué sumisión tan bochornosa! Si están dispuestos a tragar de esa manera delante de las cámaras, podemos hacernos una idea de lo que ocurre en las redacciones de nuestro país. Y eso, a pesar de que esta señora ya no ostenta ningún cargo público, sólo en su partido. Puestos a dar lecciones, alguno de ellos debería haberle explicado cuál es el cometido de un político en una democracia y cuáles son las líneas rojas que nunca debe cruzar. Aunque ha ejercido diferentes cargos desde el año 1983, ella que afirma que el paso por la política debe ser breve, puede que aún esté a tiempo de aprender en qué consiste el lugar de un político en este Sistema o, por lo menos, debería escucharlo.

Los periodistas allí presentes miraron para otro lado sin sentirse humillados, pero los ciudadanos amantes de la libertad que contemplamos esas imágenes sí sentimos pisoteado ese derecho fundamental cuya administración depositamos en manos de los periodistas.

Lo que está pasando en Televisión Española es una vergüenza y los periodistas de este país deben dejar de inhibirse y plantear ya, de una vez por todas, una defensa de la libertad del ejercicio de su profesión que no es otra cosa que una defensa del derecho de los ciudadanos a la información y a la libertad. No se entiende la democracia sin estos derechos.

A pesar de los años transcurridos, la caspa de sus hombros sigue procediendo del cuero de la piel de toro de aquella España de montañas nevadas, banderas al viento y prietas las filas.

Hoy, como siempre, necesitamos un periodismo al servicio de la libertad, de los ciudadanos, no de los que mandan. Díganselo. Cada vez. En cada convocatoria.

No renunciemos a una televisión pública al servicio de la información, como la de los países democráticos. No es mucho pedir después de tantos años.

La corrupción no se limita al robo de las arcas, la inoculan en la esencia del Sistema que, podrido, caerá sin remedio para dejar paso a otros tiempos que tanto añoran.

Los periodistas tienen mucho que decir. Díganlo. No dejéis que os arrebaten esa libertad que los ciudadanos ponemos en vuestras manos.

Uníos.

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