Muros sin Fronteras
Necesitaremos algo más que propaganda
El asesinato del periodista estadounidense Steven Sotloff, el segundo en dos semanas tras James Foley, demuestra que el Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS) autoproclamado Estado Islámico o califato, sabe lo que hace; es el dueño del tempo y del calendario. Con la decapitación de los civiles (es lo que somos los reporteros) extranjeros que mantiene secuestrados, el ISIS busca lanzar un mensaje de fortaleza y audacia, de ser capaces de desafiar a EEUU. Su destinatario no son los Gobiernos occidentales, sino los miles de yihadistas potenciales en Europa y EEUU. También demuestra que los bombardeos les hacen daño. Cada uno lucha con sus armas.
Los vídeos (de los que no mostraremos ni una décima de segundo) son la clave para conseguir voluntarios entre los jóvenes musulmanes desarraigados en Francia, Reino Unido, Bélgica, Italia, España, etc. Estos asesinatos han servido para elevar la amenaza, hacerla más creíble ante la opinión pública. En ese ambiente de confusión y perplejidad, surge el primer ministro británico David Cameron para anuncias medidas contundentes contra el peligro islamista, como quitar el pasaporte a los sospechosos.
Otra vez dilapidando valores, la presunción de inocencia y el equilibrio entre poderes para atajar un peligro real, pero cuya solución dista de ser solo militar. La lucha contra quienes no respetan las reglas de la guerra exige imaginación y mucha paciencia. Es una batalla a largo plazo. La realidad a corto plazo es que no hemos entendido el mensaje ni el problema.
Antes de la guerra de Irak, la de 1991, se nos dijo que Sadam Husein tenía el cuarto Ejército más poderoso del mundo. Nos los creímos y vivimos con incertidumbre la Tormenta del Desierto como si fuera una batalla entre casi iguales. Fue un éxito de propaganda porque se trató del combate entre un peso pesado y un pluma. La expulsión de Kuwait y el colapso de las defensas iraquíes fue automático, apenas dos días de ofensiva terrestre. Un ejemplo de lo mal que resiste la propaganda el paso del tiempo es este vídeo de la BBC.
Cuando un cuento tiene éxito, el autor tiende a autoplagiarse. Sucedió en marzo de 2003 en la invasión de Irak, en la guerra contra lo que quedaba de aquel ejército inflado por las mentiras. ¿Recuerdan los meses previos con el asunto de las armas de destrucción masiva capaces de alcanzar Londres en 45 minutos?
Hubo resistencia en Nasiriya, un poco en el aeropuerto de Bagdad y poco más. Fue otro paseo militar, era lo previsto. Desde Vietnam se agrandan los enemigos para mejorar el historial: Panamá, la isla caribeña de Granada, Gadafi. etc. Lo imprevisto en Irak vino después: la incompetencia supina en el ejercicio de la ocupación por parte de los hombres de Bush. Pero de ese asunto ya he escrito en esta página.
El párrafo anterior solo sirve para sugerir que es posible que los cuentistas estén repitiendo la exageración en el caso del ISIS. El Pentágono sostiene que se trata del mayor peligro desde el 11-S. Ya hemos olvidado a Husein, incluso a Vladimir Putin, a quien los más conservadores le han puesto en la lista de la Guerra Fría 2.0. Somos incapaces de manejar dos propagandas simultáneas. ¿Estamos ante una nueva operación para distraernos de las preguntas esenciales: qué ha fallado, de quién es el petróleo?
Las soluciones reales exigen medidas reales, paciencia y un tiempo de cocción que no entiende de periodos electorales, ni de rédito de votos. Apenas sabemos nada de los jóvenes desencantados de segunda y tercera generación que habitan en nuestras ciudades. Hablamos de una minoría que se radicaliza y vendemos el asunto como si fueran todos, estigmatizándolos. No comprendemos el paso de joven harto, como todos los jóvenes y no tan jóvenes, a yihadista en Siria o Irak. ¿Cómo vamos a evitarlo? Hemos sacado a pasear todos los adjetivos conocidos. El favorito es "terrorista", dícese de una persona que usa el terror en contra de nuestros intereses. No debe confundirse con 'freedom fighter', que es una persona que usa el terror en favor de nuestros intereses.
El ISIS es terrorista pese a que no está claro si reciben financiación de países considerados amigos. Lo explica la BBC en esta pieza tituladaIslamic State: Where does jihadist group get its support? Nadie duda de que el comportamiento del ISIS es tan brutal que hasta Al Qaeda les considera extremistas. Amnistía Internacional les acusa de limpieza étnica, algo que está claro en Irak.
Otro de los problemas de fondo es que no sabemos nada del islam; sería más útil estudiar en la escuela la Historia de las Religiones, que empeñarse en la obligatoriedad de una que se puede aprender en la iglesia. Ellos saben más de nosotros que nosotros de ellos. Esa tara limita la lucha contra los extremistas. El escritor Bernard Lewis, un venerable arabista que se disparó en los pies al apoyar la estrategia de George W. Bush y sus neocons en Irak, tiene un libro extraordinario que debería ser de lectura obligada para nuestros líderes: El lenguaje político del Islam.
Un ejemplo: en Europa y en las Américas las revoluciones son verticales, de abajo-arriba; en el mundo islámico son horizontales, de los extremos al centro. Lo que pretende el ISIS es conquistar el centro. El califa Al Mansur ordenó construir una ciudad en el centro de su imperio y la construcción de su palacio en el centro de la capital. Bagdad es la madre de todos los símbolos.
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El ISIS se alimenta de los errores occidentales, y tiene el almacén lleno de afrentas. La esperanza, más allá de la fuerza, está en la Historia y la Biología: todo nace, crece y muere: el ISIS tenderá a expandirse más allá del límite su incompetencia. Quizá ya lo ha hecho y las exhibiciones de fuerza son muestras de debilidad.
Hay otro libro que ayuda a entender las religiones, se llama Tratado de Ateología, es de Michel Onfray. El arranque es muy bueno, ayuda a distinguir entre el musulmán piadoso y el terrorista. El terror no está en su libro sagrado ni en la nacionalidad; los delitos los comenten las personas, no los pueblos ni las razas.
Sobre el trabajo de los periodistas que van a guerras, les recomiendo la lectura de este texto de Anthony Feinstein, del The Globe and MailThe Globe and Mail, el periódico para el que trabajaba James Foley: In harm's way: Why war correspondents take risks and how they cope.