Las palabras y el odio

Dicen que los insultos en política desprestigian más a la persona que los lanza que a la que los recibe porque revelan la escasez de argumentos, la falta de razones para desarmar de manera justificada al adversario o adversaria. En otras palabras, las descalificaciones abonan el descrédito político, la desafección ciudadana. 

Cuando Santiago Abascal se refiere al presidente del Gobierno como un felón, un okupa o un traidor está haciendo precisamente eso: tirar de insultos que evitan la crítica directa a su gestión y que difuminan la realidad. Le llaman dictador —extraña dictadura en la que pueden decir lo que quieren cuando quieren— pero lo cierto es que Sánchez ha sido elegido legítimamente en las urnas y ha formado una mayoría parlamentaria que le permite gobernar. Esa es la realidad. 

Si tiramos de hemeroteca nos daremos cuenta de que este discurso agresivo no es casual, es estrategia. De un tiempo a esta parte, las derechas —otros líderes del PP han usado los mismos calificativos para hablar de Sánchez— se mueven cómodas en ese lenguaje incendiario. En esa política crispada que enfanga mucho y explica poco

Pero el líder de Vox traspasó todas las líneas rojas en la entrevista que concedió al periódico Clarín durante su visita a Argentina para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente ultraderechista Javier Milei (ese que, motosierra en mano y con cuatro perros como gurús vitales, ha defendido el recorte del gasto público, el tráfico de órganos o se ha posicionado en contra del aborto). Sin ningún rubor, Abascal aseguró que un día el pueblo español colgaría de los pies a Sánchez, en clara referencia a cómo ejecutaron al dictador italiano Benito Mussolini.

Ni que decir tiene que resulta inaceptable que un representante político haga estas declaraciones. Constituyen una amenaza de agresión al presidente del Gobierno en un medio de comunicación y representan la prueba evidente de la radicalización de Vox en su intento por distinguirse de los populares. Serán los tribunales —el PSOE lo denunciará ante la Fiscalía— quienes decidan si constituyen un delito o tienen amparo en la libertad de expresión. De lo que no hay duda es de que esas palabras —que, permítanme la apreciación, parecen distar mucho de ser improvisadas— esparcen aún más la semilla del odio que Vox lleva tiempo sembrando. Saben bien de lo que hablo las mujeres, las personas migrantes o el colectivo LGTBI.

Será un juez el que decida si las palabras de Abascal constituyen un delito o no. De lo que no hay duda es de que esparcen aún más la semilla del odio que Vox lleva tiempo sembrando. Lo saben bien las mujeres, las personas migrantes o el colectivo LGTBI

Y por eso, desde el partido de ultraderecha se niegan a pedir perdón y repiten que la frase es una expresión coloquial, una metáfora. Estaría bien que explicaran cuál es exactamente el sentido figurado de las palabras: ¿lo de colgar por los pies? ¿Lo de comparar a Sánchez con un dictador? Como argumento resulta poco convincente. Por cierto, que Vox acusó de un delito de odio a un tuitero que publicó un mensaje casi idéntico pero cuyos protagonistas eran el propio Abascal y Rocío Monasterio.

La respuesta del PP, con quien la extrema derecha gobierna en centenares de ayuntamientos y en cinco comunidades autónomas, tampoco ha estado a la altura que se espera del principal partido de la oposición. Feijóo condenó las palabras de Abascal para después responsabilizar a Pedro Sánchez de ellas. Curiosa forma de reprobación cuando se acaba culpando a la víctima de lo que ha ocurrido.

En enero de 2020, Tomás Guitarte, el líder de Teruel Existe, recibió más de 10.000 amenazas en el mail tras anunciar que su voto —imprescindible para que el PSOE se hiciera con la mayoría para formar gobierno— sería para Pedro Sánchez. Interior le puso medidas de protección ante el riesgo de que sufriera un ataque y tuvo que dormir fuera de casa para salvaguardar su seguridad antes de la investidura. En aquellos días, Santiago Abascal le había acusado de someterse a los separatistas y había pedido a los vecinos que acamparan en la plaza del Ayuntamiento del municipio en el que residía para "hacerle cambiar de opinión"

Vox lleva semanas repitiendo que la ley de amnistía pone en peligro la democracia. Es falso. Pero la cantinela resulta cuanto menos paradójica si tenemos en cuenta las declaraciones de su líder o que han sido ellos los que han arengado las protestas en Ferraz —en las que los manifestantes pasaron de querer asaltar La Moncloa con banderas preconstitucionales a organizar concentraciones para espantar demonios o rezar el rosario—. Nuestra democracia es robusta y se asienta en una sólida base. Pero no conviene olvidar que a las acciones violentas siempre les preceden discursos que legitiman esa violencia. Por eso, no toleremos ni las palabras de odio, ni las amenazas ni la intimidación hacia las personas que tienen el mandato constitucional de representar a toda la ciudadanía.

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