Qué ven mis ojos
La derecha ha vuelto a casa y la izquierda se ha ido con otro
“No existe un lugar más solitario que la palabra yo."
Después de unas elecciones todos los candidatos sonríen y eso demuestra que algunos de ellos mienten, están fingiendo, tratan de engañarnos. Menos mal, porque si dijesen la verdad sería aún peor: ¿Se imaginan que por ejemplo Alfonso Alonso, el candidato del PP en Euskadi, pensara realmente que la catástrofe de su partido allí “es un magnífico resultado”? Mucha gente le creería si hubiera añadido: “Teniendo en cuenta que el candidato era yo”. A su lado y a juego con él, su vicesecretario sectorial Javier Maroto da también una imagen de felicidad absoluta y aplaude a rabiar, se solidariza con cada frase del jefe, tal vez porque un banquillo une mucho y el Tribunal de Cuentas ha condenado a los dos antiguos alcaldes de Vitoria al pago de una cuantiosa multa por el perjuicio ocasionado a las arcas del ayuntamiento, en el denominado caso San Antonio.
La primera lectura posible de los resultados en Euskadi y Galicia es que la derecha ha vuelto al PP y gran parte de la izquierda se ha ido del PSOE. Tal vez sea cierto que en España hay muchas izquierdas que se restan unas a otras y una sola derecha, pero espero que esto último no sea cierto, por su propio bien: les conviene más que el caso del presidente de Melilla, Juan José Imbroda, sea una excepción, dado que se dedica a rebelarse contra la aplicación de la Ley de Memoria Histórica y a defender la figura de un criminal de guerra, el sanguinario general Millán Astray, después de que la calle que llevaba su nombre se vaya a cambiar por el de avenida de la Inteligencia. “La Legión ni puede ni debe olvidar a su fundador Millán Astray. Esencial en el credo y mística de su ser especial, que la hace muy grande”, dice el político conservador en su cuenta de Twitter, dando así su apoyo a la memoria de un golpista que ha pasado a la historia por su famosa estupidez “¡viva la muerte, muera la inteligencia!”, que era su enseña personal y en una ocasión lanzó contra Miguel de Unamuno.
La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, también sonreía la noche del domingo mientras sentenciaba que los ciudadanos vascos y gallegos habían "apostado por la gobernabilidad, por la seguridad y por el futuro”, es decir, contra su partido, que ha quedado el último en las urnas en Euskadi, que aunque sean transparentes no evitan que cada uno vea las cosas según el color de su bandera. Y claro, en la derecha lo ven todo azul y sin nubes. Pero aún fue más allá y dijo que lo que se había castigado voto a voto era “el bloqueo institucional." No se debió dar cuenta de que eso tiene ahora menos arreglo que antes, porque con los escaños que ha logrado este 25 de septiembre, el PNV ya no necesita para nada al PP, no tiene que cambiar cromos con él ni en ni en Vitoria ni Madrid.
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“Te dije que ibas a acertar con tu decisión de quedarte en política. Ha sido muy bueno para ti, para Galicia y para España”, parece que le escribió el presidente en funciones, Mariano Rajoy, a Alberto Núñez Feijoo, el gran triunfador de la jornada, tratando con ese mensaje de atribuirse en parte el mérito de que no se retirase y de hacer creer a quien le oiga que la onda expansiva de esta victoria llegará hasta La Moncloa. Tampoco se le habrá ocurrido pensar que el éxito sin paliativos del PP de Galicia y el PNV demuestran con nitidez que su teoría de que gobernar desgasta y eso es lo que le ha hecho a él perder millones de votos en cuatro años, es falsa. Aparte de no decir jamás lo que piensa, a veces debería pensar lo que va a decir.
“Nunca fui autosuficiente. / Siempre estuve en el aire, como un fruto en la rama, / como una flecha en el arco tensado, / como una palabra presa de su etimología”, dice la extraordinaria poeta Ana Blandiana, la escritora más célebre de Rumanía, tanto por sus libros como por su oposición valiente a la dictadura, de la que ahora publica la editorial Pre-Textos un nuevo tomo que reúne dos de sus libros, El sol del más allá y El refugio de los sentidos. Si se leen esos cuatro versos pensando en Pedro Sánchez, se verá que le vienen como anillo al dedo. El secretario general del PSOE quería conquistar España, se ha tenido que conformar con el islote de Perejil, y desde allí lanza mensajes dentro de una botella, rodeado de barones y tiburones, si es que unos y otros no son la misma cosa. Su última idea ha sido emprender eso que por alguna razón misteriosa nos gusta llamar una huida hacia delante, como si lo contrario, ir hacia atrás, no fuese una retirada, y ha anunciado a su ejecutiva que quiere convocar un congreso del PSOE para diciembre con primarias en octubre. O sea, que quiere hacer justo lo que decía que nunca debía hacerse hasta que se formara un Gobierno. Tampoco estaría mal, ya que nos hemos puesto, volverle a echar un vistazo a esa sentencia que dice que rectificar es de sabios. Eso sí, al menos da la impresión de que en Ferraz ya se han dado cuenta de que el pacto con los Ciudadanos de Albert Rivera fue un error tan grande que los ha hundido a los dos. En Sevilla, Mérida o Toledo, no parece que se piense igual. “¡Al suelo, que vienen los nuestros!”, solía decir Pío Cabanillas, que lo mismo era ministro de Información y Turismo con Franco o la UCD, que fundaba el Partido Popular. Su otra frase estrella está menos vigente: “¡Vamos a ganar las elecciones! Aún no sé quiénes, pero las vamos a ganar”. Hoy ocurre justo al contrario, parece que celebrar unas terceras elecciones no es una fiesta sino una catástrofe.
A nivel nacional, el ganador en la sombra de las que se acaban de celebrar en Euskadi y Galicia, se pongan como se pongan, es Podemos, que ha llegado de la nada más que desde atrás, corre con unas zapatillas de paseo contra los atletas mejor equipados y con mejores patrocinadores del país y ha vuelto a entrar en la meta entre los medallistas. Lo ha hecho esta vez, además, en unos comicios autonómicos y sin ser una fuerza nacionalista, demostrando así que la gente vive preocupada por cosas en las que no importa ser de un lado u otro, porque la base de su acción, que es la lucha contra los recortes, la desigualdad y la pérdida de derechos afecta a cualquiera, hoy que parece que “todo tiempo es / pasado, futuro, /pero nunca presente”, como escribe Blandiana, y que el neoliberalismo ha logrado que todos los siglos duren cien años menos el XV, por el modo en que tratan de prolongar la Edad Media. Puede que tengan problemas, los que se creen y los que les busquen, porque todo lo nuevo mancha como una cerca recién pintada, pero Iglesias y los suyos ya no son un fenómeno transitorio, son una realidad, y habrá que ver si el resto de los partidos importantes siguen haciendo como si no existiesen o empiezan a tomarlos en cuenta a ellos y a las personas que los apoyan. En una democracia no se puede tachar a nadie del mapa, no se le puede poner una cruz en la puerta y condenarlo a la oscuridad. Hay personas que viven “escondidas una dentro de otra, / negándose a dar frutos”, dice Ana Blandiana. Son esos que no ven más allá de sí mismos y demuestran que no existe un lugar más solitario que la palabra yo. Hay que conseguir que no terminen por ser los mismos que tienen en el bolsillo la llave del palacio de La Moncloa.