Ayuso y el ultranacionalismo de Lamborghini Pilar Velasco
Por sus frutos los conoceréis, sobre todo a los que venden manzanas envenenadas
Cuando alguien llega a presidente, lo primero que dice en su discurso de celebración, rodeado de banderas, es que va a serlo de todas y todos los españoles, tanto de quienes lo votaron como de quienes no lo hicieron. Eso es difícil con los vivos, porque las decisiones políticas que benefician a algunos son un mal negocio para otros, y parece que imposible con los muertos, algo que ha quedado claro con la ausencia del líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, en el acto de recuerdo y homenaje a todas las víctimas del golpe militar de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura, que convocó el Gobierno en el Auditorio Nacional. Por lo visto, esos muertos no son suyos, son del enemigo: antiespañoles, como los definía el régimen del criminal de El Pardo.
El homenaje se llevaba a cabo en virtud de la nueva Ley de Memoria Democrática, que a la derecha de nuestro país no le gusta, porque es más partidaria del olvido, aunque eso sí, siempre y cuando sea selectivo y acorde a sus intereses. En cualquier caso, si lo pensamos dos veces, cómo iba a ir a eso Almeida, el mismo que un día hace quitar unos versos de Miguel Hernández de un memorial; otro le devuelve el nombre de una calle al crucero Baleares, que bombardeaba a los republicanos durante su retirada, y se la quita al barco Sinaia, que les salvaba la vida rumbo al exilio americano; el tercero no hace nada para limpiar la estatua a Indalecio Prieto, atacada por vándalos a los que les ríe entre dientes el ultraderechiste; y el cuarto se opone a que se le dé a la escritora Almudena Grandes el título de hija predilecta de la ciudad. Hay que alabar su coherencia y recordar su frase más célebre: “Seremos fascistas, pero sabemos gobernar”.
El homenaje se llevaba a cabo en virtud de la nueva Ley de Memoria Democrática, que a la derecha de nuestro país no le gusta, porque es más partidaria del olvido, aunque eso sí, siempre y cuando sea selectivo y acorde a sus intereses
Es curioso que las y los mismos que hablan de la España que, según ellos, se rompe con las concesiones de hoy a los independentistas catalanes guarden tanta cautela a la hora de hablar del golpista que ayer la destrozó a tiros… durante treinta y ocho años; aunque a la luz de lo que dicen ahora mismo de Netanyahu, en el fondo no extraña tanto: hay genocidas y genocidas, parecen pensar, y quienes lo creen así se dan un aire ideológico al secretario de Estado más famoso de la historia de los Estados Unidos, Henry Kissinger, que dijo de otro bandido, el déspota nicaragüense Anastasio Somoza, aquello de: “Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, para explicar así su estrategia en Latinoamérica, donde fomentó y financió todas las sublevaciones militares que pudo. Franco murió en el hospital de La Paz y a Kissinger le dieron el premio Nobel de la Paz en 1973, el mismo año que ambos se reunían en Madrid mientras el coche de Carrero Blanco volaba por los aires.
Las naciones tienen que avanzar y pasar las páginas de su libro de historia, rumbo al porvenir; pero también deben ser respetuosas con su pasado y, antes que nada, con quienes padecieron en él persecución, torturas, injusticias de diversa categoría o, directamente, fueron exterminados, como lo son hoy miles de palestinos inocentes a los que hay quien no quiere ver o cuyo asesinato impune considera un efecto secundario, casi un mal menor. En el acto del lunes en memoria de las víctimas del golpe de 1936, la Guerra Civil que ese alzamiento provocó y la dictadura sanguinaria que se instauró y mantuvo con mano de hierro durante cuatro décadas, Feijóo, Ayuso y Almeida dieron una lección de sectarismo, tal vez por miedo al qué dirán sus socios, completamente incompatible con la concordia que juran representar. A las personas se las conoce por lo que hacen y también por lo que no hacen, eso lo sabrán al dedillo quienes, sin duda, conocen los Evangelios y recordarán lo que se cuenta en el de San Mateo que en una ocasión les dijo Jesús a sus discípulos: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.” A veces, el fruto es la manzana envenenada.
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