La historia se repite tanto, que hoy ilegalizarían Bildu los mismos que en 1977 no habrían legalizado al PCE

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El oso no estaba muerto sino de parranda, se comió a los que habían vendido su piel antes de cazarlo y los que escaparon siguen en un proceso de melancolía postraumática cuyas secuelas resultan imprevisibles: tanto ministerio adjudicado, tanto alto cargo prometido, tantos ceses en la agenda, tantos retoques al discurso de la victoria… y total, para nada. En lo que se refiere al otro oso, el de su propio circo, cada vez abraza más fuerte, tanto que ya es difícil saber quién tiene amaestrado a quién. Alguien que pierde unas elecciones pierde también seguridad en su estrategia de campaña, en su madera de líder, en su equipo de colaboradores y puede que un poco también en sus propias ideas, de manera que es ver que las encuestas no dieron ni una y empezar a pensar en hacer algunos cambios. Y luego está el asunto del perfil propio.

Desde que perdió lo que creía ganado, Alberto Núñez Feijóo, el otra vez líder de la oposición mal que le pese, y parece que le pesa mucho, quizá más de lo que él puede cargar, busca eso, un perfil propio, algo que lo distinga en medio del ruido y la furia de toda esa gente que parece pugnar por ver quién tiene la lengua más larga y los colmillos más afilados. El problema es que no da la impresión de dónde situarse, como quien no encuentra su lugar en una fotografía de grupo: ¿Menos en el centro? ¿Un poco más a la derecha? ¿Unos pasos aún más allá, a la derecha de Ayuso? ¿Más todavía, colóquese al extremo de la imagen, a la derecha de la ultraderecha? Igual cree que cada cosa que deja a su izquierda desaparece o le quita el sitio. Pero igual se equivoca y por ejemplo la presidenta de la Comunidad de Madrid no se queda atrás, sino con más terreno por el que seguir su avance.

Con los ultras, al ser tan básicas sus proclamas, Feijóo no tiene más que un par de cartas, que son la del patriotismo, mi bandera es más grande que la tuya, y la de la crispación, esa técnica que consiste en crear problemas para ofrecerte a solucionarlos, o sea, en decir que España se rompe con la caja de herramientas en la mano, anunciar poco menos que el apocalipsis y plantear un escenario lleno de abismos de los que, supuestamente, sólo te pueden sacar quienes los han cavado. En ese arte marcial del alboroto hay dos temas estrella: el independentismo catalán y la amnistía a Puigdemont y los suyos, y el terrorismo. Lo primero se puede comprender, es lógico que muchas y muchos se opongan, aunque duele que encabecen las protestas contra la injerencia política en la justicia los mismos que bloquean anticonstitucionalmente y durante más de diez años el Consejo General del Poder Judicial y van a seguirlo haciendo ahora que ya tienen una nueva disculpa; lo otro, lo de estar todo el día con la ETA en la boca, es lamentable, en primer lugar porque llena la realidad de fantasmas y en segundo término porque resulta de un cinismo desolador: el propio Partido Popular ha confraternizado con los grupos que demoniza, cada vez que lo ha necesitado. ¿Nos damos un paseo por la hemeroteca y le vemos el doble fondo a algunos jefes del PP?

Feijóo, el otra vez líder de la oposición mal que le pese, y parece que le pesa mucho, busca eso, un perfil propio, algo que lo distinga en medio del ruido y la furia de toda esa gente que parece pugnar por ver quién tiene la lengua más larga

Javier Maroto: “Estoy orgulloso de mis pactos con Bildu, donde hay mucha gente que ha pretendido la paz desde el principio, y espero que cunda el ejemplo." Borja Sémper: “El futuro de Euskadi se tiene que construir también con Bildu.” Mikel Lezama, primer espada de la formación en Guipúzkoa: “Si EH Bildu presenta medidas positivas para Gipuzkoa, ¿por qué no las vamos a apoyar? Si proponen mejorar los servicios sociales, ¿por qué iba a votar en contra? Estoy encantado con que EH Bildu participe y se someta al juego democrático, que es lo que siempre hemos querido. ¿Por qué no íbamos a votar a favor de una propuesta buena para Gipuzkoa que parta de un partido que está dentro de las reglas democráticas?” José María Aznar, en 1988: “Tomar posesión de un escaño siempre es preferible a empuñar las armas. Un nuevo escenario es posible para los que han declarado su voluntad de actuar a través de cauces políticos y están dispuestos a asumir compromisos institucionales”. Las mentiras dejan huella, las sigues y vas a dar al mentiroso.

Núñez Feijóo sigue llamando “terroristas” a los cargos electos de Bildu, un partido al que ha votado en el País Vasco el 24% de las y los ciudadanos que la última vez que fueron puestas se acercaron a las urnas; eso son 274.676 votos. El PP tiene 131.789 y VOX 29.943. Pero, al parecer, su derecho a señalar quién es democrático y quién no les viene caído del cielo. Así que seguirán con la cantinela, cómo no lo van a hacer, si continuaron con el “que te vote Txapote” a pesar de que las asociaciones de víctimas y entre ellas personas con tanta autoridad como Consuelo Ordóñez les rogaban y después les exigían que dejaran de mercadear con sus familiares muertos.

Hoy ilegalizarían Bildu los mismos que en 1977 no habrían legalizado al PCE. U otros con la misma mentalidad. Como por sus propios medios no van a poder o querer hacer un símil histórico que les haga entender que si, como ellos mismos han defendido siempre, amnistiar al franquismo fue el triunfo de la democracia sobre la dictadura, ahora Bildu es el triunfo de la propia democracia sobre el terrorismo, igual deberían recetarse también unas horas de hemeroteca y ver que eso es justo lo que les dijo en 1988 Aznar, por mucho que hoy en día haya cambiado de argumento. El problema no es tanto suyo como de los que las dos veces le dieron la razón.

El oso no estaba muerto sino de parranda, se comió a los que habían vendido su piel antes de cazarlo y los que escaparon siguen en un proceso de melancolía postraumática cuyas secuelas resultan imprevisibles: tanto ministerio adjudicado, tanto alto cargo prometido, tantos ceses en la agenda, tantos retoques al discurso de la victoria… y total, para nada. En lo que se refiere al otro oso, el de su propio circo, cada vez abraza más fuerte, tanto que ya es difícil saber quién tiene amaestrado a quién. Alguien que pierde unas elecciones pierde también seguridad en su estrategia de campaña, en su madera de líder, en su equipo de colaboradores y puede que un poco también en sus propias ideas, de manera que es ver que las encuestas no dieron ni una y empezar a pensar en hacer algunos cambios. Y luego está el asunto del perfil propio.

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