Matar a Lorca otra vez

Me envían los amigos de Granada una antología de los mensajes que ha puesto en las redes uno de los empleados de la Huerta de San Vicente, cuyas funciones, según puede leerse en la página oficial de la casa-museo, se desarrollan en el área de "recepción, tienda y atención al público". "Por una España mejor", dice uno de esos textos, que acompaña a un anagrama hecho con las siglas de Vox pintadas con los colores rojo y amarillo de la bandera nacional y con un águila preconstitucional en el centro. "En tiempos de rojos: hambre, miseria y piojos", es el lema repetido en otro. Y un tercero dice: "Cuando España era España", acompañando con esa frase un carnet de color rojo de Falange Española de las JONS.

La Huerta de San Vicente, como se sabe, era la residencia de descanso de la familia García Lorca, allí era donde su hijo Federico se sentía más feliz, el lugar en el que trabajó en algunas de sus obras principales y el sitio al que lo fueron a buscar los falangistas de esa España a la que ahora se refiere con añoranza el empleado en cuestión, le insultaron, zarandearon y metieron el miedo en el cuerpo, dejándoles claro a él y a los suyos que volverían para llevárselo y asesinarlo.

El autor del Romancero gitanoPoeta en Nueva YorkLa casa de Bernarda Alba y tantas otras creaciones excepcionales se fue a refugiar al piso de la familia Rosales en la calle Angulo, y de allí sería atrapado, tras obligar los matones a su hermana, una niña, a revelar su paradero. Tras el crimen y el enterramiento de Federico, quién sabe dónde exactamente, porque aún estamos buscando su fosa común, casi ochenta años más tarde, uno de los ultraderechistas a los que ahora reivindica el recepcionista de la Huerta de San Vicente se paseó por toda la ciudad alardeando en los bares, según varios testigos, de "haberle metido cuatro tiros a Lorca en el culo, por maricón." Otro testigo afirmaba haberle escuchado a aquel hombre, que era abogado y político local, decir: "Acabamos de matar a Federico García Lorca y el tiro de gracia se lo he dado yo". 

¿Es apropiado que alguien con esas ideas esté a cargo, en cierto modo, de la memoria de una víctima más, pero también un símbolo de todas, como lo es Federico García Lorca?

El empleado de la Huerta de San Vicente parece un ser piadoso, patriótico y cariñoso con los suyos: sus publicaciones denotan fervor por la Legión y la religión, por Granada, el Granada y su esposa, con la que aparece en numerosas imágenes románticas. También expresa buenos deseos y, en general, se diría que trata de dar una imagen de buena persona, alguien cercano y sencillo en sus gustos. Y aquí empiezan las preguntas. ¿Es todo eso compatible con un canto a los fascismos de ayer y, por extensión, con la esperanza de que vuelvan? ¿Fue eso mismo lo que ocurrió en la Guerra Civil, que gente supuestamente de orden y con valores que presumían la rectitud y hasta la bondad se transformaron en vándalos o incluso en matarifes que daban paseos y tiros en la nuca a sus semejantes? ¿Es eso lo que quisiera hoy, de nuevo, quien habla de que aquello sí que era España y no lo de hoy? Y, finalmente, ¿es apropiado que alguien con esas ideas esté a cargo, en cierto modo, de la memoria de una víctima más, pero también un símbolo de todas, como lo es Federico García Lorca?

Sin duda, este asunto es la metáfora de algo mucho más grande y el descaro con el que proceden, a cara descubierta y a la vista de quien quiera mirar, quienes añoran la dictadura o un sistema que se le parezca mucho, lanza una señal: estamos crecidos, no tenemos nada de lo que avergonzarnos y algunos de los nuestros, de Washington a Roma, empiezan a tener otra vez la sartén por el mango. A este paso, se vuelven a llevar otra vez a Franco al Valle de los Caídos y reponen sus estatuas. Porque cuando hablamos de memoria histórica, nos referimos a esto; y quienes la combaten, ironizan sobre ella o intentan boicotearla no es para mejorar el futuro de la convivencia, sino para proteger un pasado del que, en el fondo, se sienten orgullosos. Como él lo resume todo, se les puede pedir así: dejen de matar a Lorca una y otra vez.

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