Pide la luna y te darán el AVE

En el fondo de casi toda negociación hay una palabra: dinero; también conocido, estos días, por el nombre de “financiación autonómica.” La investidura o no de Pedro Sánchez depende de la capacidad de unos y otros para acordar un nuevo modelo de reparto, que lleva pendiente de actualización desde hace tiempo y que, como tantas cosas, sólo le parece una necesidad urgente a quien no gobierna: ahora el PP apremia a la ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, a que convoque cuanto antes una reunión de todas las partes para abordar "de una vez por todas" esta cuestión, pero ellos no lo hicieron cuando el que estaba en La Moncloa era Mariano Rajoy.

Que ese reparto no es equitativo y requiere alguna solución ofrece pocas dudas. Que la Comunidad Valenciana, Murcia, Cataluña, Andalucía y Baleares son las más perjudicadas, que el premio gordo se lo llevan Cantabria, La Rioja, Extremadura, Canarias y Castilla y León, y que en medio de la clasificación quedan Aragón, Madrid, Galicia y Asturias, lo sabe cualquiera que se moleste en sumar y restar las cifras que dicen lo que recauda por habitante cada región y lo que recibe. A la vista de las diferencias que se producen, es obvio que hace falta encontrar un mecanismo de distribución de los recursos que propicien, esto debería ser lo básico, una mejora del servicio público que den a las y los ciudadanos una mejor atención en aquellas competencias que tienen asumidas, entre las que están dos esenciales: sanidad y educación.

En el ámbito de la política, sin embargo, se sigue una ley implacable, sobre todo en esta época de polarización: al enemigo, ni agua. Y como de lo que estamos hablando aquí es de la batalla por el poder, tan enconada como demuestran a día de hoy los debates sobre la legitimidad de unos y otros para formar Gobierno y demás, y teniendo como referencia el precedente del secuestro del poder judicial, parece claro que nos acecha el peligro de un nuevo bloqueo del Partido Popular en esta cuestión, donde sin duda tiene la sartén por el mango, ya que es la fuerza dominante en la gran mayoría de las comunidades.

A algunos les molesta que exista una España descentralizada, aunque no lo digan, pero esa tentación de regreso al pasado es irrelevante, porque tanto si les parece bien como si les parece mal esta es nuestra nación y no tiene vuelta atrás

La utilización propagandística de las negociaciones ajenas, como es lógico, se multiplica en estos momentos en los que otra amenaza es la de la repetición electoral. Y en ese sentido la derecha, cuyas opciones son casi utópicas pese al intento de Vox de hacernos creer que daría sus votos a su socio a cambio de nada, va a repetir su táctica clásica: el PSOE hará concesiones inconfesables a los independentistas, pondrá en riesgo la unidad territorial del país. Y siguiendo esa línea de argumentación, España se romperá. Es un discurso antiguo, habla de cosas que ya no existen, como el terrorismo; o que pasaron hace un lustro, como el referéndum en Cataluña y la declaración de secesión de cinco segundos; o que son imposibles porque requerirían un cambio constitucional que no hay Gobierno alguno que vaya a emprender, menos aún ahora que las mayorías absolutas han pasado a la historia y la fragmentación parlamentaria fomenta un hemiciclo en el que todos se vigilan a todos.

En parte, esta negociación, como cualquier otra, tiene algo de farsa: los implicados piden la luna para que les den el AVE, como quien dice; o unos metros más de la Tierra, y en representación de quienes los han votado para llevar la vara de mando local, defienden los intereses de sus vecinos. Y otros siembran miedos y agitan fantasmas que en realidad sólo son sábanas: cada moneda que se le dé a los separatistas la utilizarán para quebrar la patria. A algunos les molesta que exista una España descentralizada, aunque no lo digan, pero esa tentación de regreso al pasado es irrelevante, porque tanto si les parece bien como si les parece mal esta es nuestra nación y no tiene vuelta atrás, es así y así hay que quererla, respetarla y organizarla. Quien no lo entienda es que no sabe dónde vive.

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