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El disputado voto del Sr. Puigdemont

El disputado voto del Sr. Cayo, se titula una novela de Miguel Delibes con la que hizo una película Antonio Giménez-Rico, protagonizada por Paco Rabal. La trama de la obra, escrita en 1978, está hecha al calor de las primeras elecciones democráticas que se celebraron en España tras la muerte del funeralísimo y cuenta la historia de tres jóvenes militantes, y en algún caso futuros dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, que van a hacer campaña a un pueblo remoto de la provincia de Burgos habitado sólo por tres personas: el alcalde, su esposa y otro vecino con el que no se hablan. Son por lo tanto pocos pero mal avenidos y una confirmación de que el refrán no se equivoca: pueblo pequeño, infierno grande. Para seducir ideológicamente al regidor que, de forma evidente, vive en un mundo distinto al de los forasteros -una zona rural en la que los problemas de las grandes ciudades parecen noticias de otro planeta- tendrán que echar mano de algo más que los eslóganes que suelen utilizar en su campaña en busca de simpatizantes y apoyos.

Ahora, tras los resultados de los últimos comicios y el pequeño terremoto que ha causado el cambio de un escaño, del PSOE al PP, tras el recuento de las papeletas llegadas del exterior, el sí o el no de un diputado de Junts per Catalunya se ha hecho de oro de muchos quilates, porque sin el primero resulta imposible la investidura de Pedro Sánchez y con el segundo se abriría una posibilidad de que llegue a La Moncloa el candidato del Partido Popular. Inmediatamente, el partido de Alberto Núñez Feijóo ha dado un giro para decir que no se cierra en banda ante la posibilidad de pactar con los independentistas que hasta el día antes eran el mismo demonio, matizando que se puede hablar con ellos pero, eso sí, “dentro de la Constitución.” O sea, igual que el PSOE, donde se deja muy claro que fuera no hay nada y dentro no cabe ni un referéndum ni una secesión.

Qué bueno sería que la derecha de la calle de Génova se volviera a meter otra vez en esos límites, porque negociar con formaciones legales, sean las que sean mientras la ley no diga lo contrario, está dentro de esa Constitución. Lo que está fuera es bloquear y tener secuestrado el Poder Judicial, como le ha recordado el presidente del Gobierno en funciones a su adversario conservador mediante una carta en la que cierra la puerta a cualquier acuerdo que implique que este último se haga con el poder que tanto anhela y del que tanto le ha distanciado su apuesta por la ultraderecha. Abascal le dio el abrazo del oso y ahora los dos bailan al son del mismo violín. O eso o tendrán que darle permiso a María Guardiola, por ejemplo, para volver a ser implacable con los extremistas, volver a poner en pie su consejería de Igualdad y romper con el neofascismo con el que hoy comparte mesa y mantel. O sea, que tendría que dejar que gobernase en su Extremadura la lista más votada, que fue la de Fernández Vara. No va a pasar, ni allí, ni en Castilla y León, ni en Baleares, ni en ninguna parte. No está muy claro que el PP tenga dos almas pero sí que una se la ha vendido al diablo.

Ya saben lo que tienen que hacer, no ir a un pueblo medio abandonado de Burgos, sino a Bruselas, sentarse con el prófugo y sacar el catálogo de productos en venta para ver si pica

Lo de la lista más votada ya sabemos que es un principio de quita y pon, que defiende el PP sólo cuando le beneficia. La política es así. Pero una cosa es soltarlo por si cuela y otra insistir, convertir ese birlibirloque en la última bala de la metralleta de mentiras o que Núñez Feijóo exija que se le haga presidente del Gobierno de la nación como se le hizo secretario general del PP: a dedo. Nuestra democracia no funciona así, aquí se sienta en los bancos azules del Congreso quien reúne los apoyos necesarios para conformar una mayoría. Lo contrario es más propio de algunos países a los que critica incesantemente el mismo político que al final va a resultar que tiene más que ver con los dudosos mandatarios a los que demoniza.

El disputado voto del Sr. Puigdemont va a sacar otra vez al debate toda la artillería de la unidad de España y tal y tal, pero siempre y cuando sirva para avalar al enemigo, y se recibiría con los brazos abiertos su valiese para que la derecha se alzara con el mando en plaza. Pues ya saben lo que tienen que hacer, no ir a un pueblo medio abandonado de Burgos sino a Bruselas, sentarse con el prófugo y sacar el catálogo de productos en venta para ver si pica. En el fondo, a él no le fue tan mal con el PP, fue al Ejecutivo de M. Rajoy al que le montó una consulta ilegal, le sacó las urnas a la calle, le declaró la independencia y se le escapó dentro del maletero de un coche. El maestro Delibes, por desgracia, ya no está entre nosotros, pero los clásicos siempre vuelven.

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