A debatir

Respuestas al debate sobre izquierda y nacionalismo

La semana pasada planteé un debate sobre las relaciones entre izquierda y nacionalismo, preguntando dos cosas: si alguien de izquierdas puede ser nacionalista y si alguien de izquierdas puede apoyar las demandas nacionalistas. Presenté lo que a mi juicio son los argumentos más básicos a favor y en contra e invité a los lectores a que expresaran su opinión al respecto.

Tratándose de una cuestión tan abstracta, los participantes en el debate han dejado comentarios más largos y elaborados de lo habitual. Lo único malo es que bastantes personas han declarado, de forma muy tajante, que el debate era absurdo porque es obvio que sólo una de las respuestas era válida. La cuestión, sin embargo, es lo suficientemente compleja como para pensar que las opiniones rotundas y categóricas están de más. El hecho mismo de que haya habido opiniones tan encontradas revela que el asunto no es tan sencillo y admite muchas interpretaciones.

En este sentido, hay una tendencia muy extendida entre las personas que defienden ideas de izquierdas a creer que si el otro tiene opiniones distintas a las suyas es porque no es realmente de izquierdas. Ese tipo de posiciones excluyentes no contribuyen demasiado a aclarar las cosas. A la vista del propio debate de la semana pasada, no queda más remedio que concluir que en la izquierda caben planteamientos muy distintos a propósito del nacionalismo. Sería absurdo tratar de zanjar la cosa aduciendo que solo hay una forma posible de entender la relación entre izquierda y nacionalismo. Pido a los lectores cierta flexibilidad en este asunto, las cosas no son blanco o negro solamente.

No puedo hacerme cargo en este breve espacio de todas las contribuciones registradas. Hay muchas de gran valor. Mi propia opinión se aproxima a la de quienes piensan que no hay necesariamente una incompatibilidad entre ser nacionalista y de izquierdas. Para tratar de justificarla, me gustaría examinar algunos de los principales argumentos que se han expuesto en contra de esta tesis.

En primer lugar, creo que no es correcto presentar una oposición radical entre nacionalismo e internacionalismo de izquierdas. Algunos parecen pensar que el internacionalismo consiste en que el género humano luche en un frente mundial contra la explotación y la opresión. Según este punto de vista tan extremo, toda lucha que no tuviera esa vocación universalista no sería realmente de izquierdas. Pero hay que decir que se trata de un uso un tanto “retórico” del internacionalismo, pues este significa, ante todo, una solidaridad con las luchas y reclamaciones de grupos en territorios muy diferentes más que un frente unido internacionalmente. Como han señalado diversos participantes, las luchas por una mayor justicia social han sido siempre “locales”: todas las revoluciones de izquierdas han sido nacionales (la rusa, la china, la cubana, etc.). ¿Diríamos que la revolución cubana de 1959 no fue de izquierdas porque se limitó a un solo país? Me parece evidente que si se hubiese intentado una revolución continental, en el conjunto de toda América Latina, no habría tenido éxito nunca. Una vez que los revolucionarios cubanos se hicieron con el poder, establecieron lazos de solidaridad con los movimientos comunistas y rebeldes de otros muchos países y practicaron, con base nacional, el internacionalismo en conflictos como el de Angola (para bien o para mal, en eso no entro ahora).

Por eso mismo, no me parece absurda ni incoherente (otra cosa es que la comparta) la postura de alguien de izquierdas en Cataluña que quiere la independencia para establecer una república en la que haya mayores niveles de redistribución que en el resto de España. Habrá que discutir entonces si ese fin se puede llevar a la práctica aliándose con los nacionalistas de derechas o no, pero ese es ya otro debate. Tan solo quiero señalar que no veo contradicción ideológica alguna en la postura del nacionalista de izquierdas.

En segundo lugar, muchos participantes alegan que el independentismo catalán es egoísta (y por tanto incompatible con la izquierda) porque Cataluña es una región más rica que la media española y por tanto busca la independencia para no tener que repartir recursos con el resto de regiones españolas. Se trata de un argumento potente, pero deben tenerse en cuenta al menos dos cosas.

Por un lado, no estoy seguro de que quienes se oponen a que la izquierda pueda defender la independencia de Cataluña piensen que, si se tratara de una región más pobre que la media, tendría legitimidad para reclamar la independencia. Si lo pidiera, por ejemplo, una mayoría de gallegos, ¿nos parecería atendible la demanda de independencia simplemente porque saldrían perdiendo económicamente con la independencia al dejar de recibir renta de las regiones más ricas?

Por otro lado, y esta es la cuestión más espinosa, creo que si se concede el argumento sobre la insolidaridad de los catalanes independentistas, entonces la izquierda española tiene un problema, pues nuestro nivel de solidaridad con los pueblos más pobres de fuera de España es ínfimo. Algunos participantes han protestado diciendo que mi observación de que España es poco solidaria con países menos ricos que el nuestro, como Portugal (un poco menos) o Marruecos (mucho menos) es falaz, puesto que se trata de países distintos. Pero eso es justamente el nacionalismo, la idea de que nuestras obligaciones para con nuestros compatriotas son mayores que con el resto de habitantes del planeta. El grado de redistribución de los países ricos con los países pobres es ridículamente pequeño, no alcanza el 0,7% del PIB de los países ricos. En cambio, dentro de cada país desarrollado, entre un 20 y un 25% del PIB se dedica a gasto social redistributivo con los respectivos ciudadanos de cada país. Los españoles somos mucho más solidarios con nuestros conciudadanos que con los ciudadanos de otros países. Pasa así en todas partes, por supuesto, no solo en España. A pesar de que los ciudadanos marroquíes tienen muchas más privaciones que los españoles, los españoles nos solidarizamos mínimamente con su condición. En eso justamente consiste que la política esté organizada según comunidades nacionales.

Por supuesto, los españoles consideramos que tenemos obligaciones con nuestros compatriotas y por eso aceptamos gustosos que haya políticas sociales que favorecen a quienes menos tienen y políticas de inversión que favorecen más a unos territorios que a otros. El problema surge cuando algunos españoles dejan de sentirse españoles y quieren constituir su propia comunidad política, con sus propias relaciones de solidaridad entre los miembros de dicha comunidad. Hay sin duda un elemento de egoísmo o insolidaridad, pero no veo que, desde un punto de vista lógico, sea un egoísmo tan diferente del que tenemos los españoles con respecto a los marroquíes.

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Quien alegue que está dispuesto a disolver fronteras y crear un gobierno cosmopolita a escala planetaria, debería saber que con las desigualdades tan abismales que hay entre los ciudadanos de países tan distintos no habría posibilidad realista de un gobierno efectivo y menos todavía de políticas de igualdad, las cuales exigirían que los ciudadanos más ricos renunciaran a buena parte de la renta de la que ahora disfrutan en beneficio de quienes menos tienen. Se trata de una ensoñación bienintencionada, pero poco realista en estos momentos.

Me gustaría seguir con estos razonamientos un buen rato, pero  creo que abusaría de la paciencia de los lectores de infoLibre. Me limito, pues, a estas precisiones sobre lo que a mi entender significa el internacionalismo, el nacionalismo y las relaciones de solidaridad, que me conducen a pensar que no es incoherente que una persona pueda ser nacionalista y de izquierdas. En cualquier caso, invito a todo el mundo a no adoptar posiciones tajantes sobre esta cuestión tan compleja. La izquierda engloba corrientes muy diversas y no tiene demasiado sentido que unas traten de excomulgar a las otras con argumentos esencialistas.

Muchas gracias a todos por la participación en el debate, que ha sido realmente interesante.

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