El nuevo PP, más Vox ahora que antes

Estamos concediendo la duda a Alberto Núnez Feijóo sobre si el nuevo PP es más conciliador que el viejo. Si el recién inaugurado tiempo post-Casado define a un partido conservador de pactos frente a uno sin rumbo. En la dualidad del discurso de Feijóo lo que debe contar son los hechos. De momento, ha sido generoso Pedro Sánchez respondiendo en el Congreso a Cuca Gamarra: "No sé si estoy hablando con el viejo o con el nuevo PP". No depende del wishful thinking social que el PP rompa con la ultraderecha. En el obligado factcheking, hasta hoy, el nuevo PP ha cogido carrerilla en los gestos y actos que le hermanan con Vox. Núñez Feijóo ha legitimado más a la extrema derecha que Casado en sus últimas semanas fatales. Hay más hechos, políticas y mensajes ahora que antes.

El PP de Feijóo no ve nada raro en el contrato en diferido de Ayuso a su hermano. La comisión de casi 300.000 euros por traer mascarillas le parece lo normal. Donde el presidente del PP de Europa Donald Tusk ve una "capitulación" con la extrema derecha que amenaza a Europa, Feijóo ve una oportunidad de estabilidad, un empleo estable para Fernández Mañueco. Para qué tirar de liderazgo, repetir elecciones a modo de segunda vuelta y arrinconar a Vox. Para qué si, como dice Esteban González Pons, explicaron en el Parlamento Europeo "cuál era la situación y la comprenden". Pero de esa comprensión, no hay una sola declaración pública desde Europa.

El nuevo PP habla como Vox. Ahora apela a la "inmigración ordenada" y la "violencia intrafamiliar", el viejo no fue tan lejos. Santiago Abascal le dice a Pedro Sánchez que "deje de hacer caja" y Feijóo replica: "el Gobierno se forra" con los impuestos eléctricos y de hidrocarburos que recauda él mismo como presidente de la Junta. Una verificación que corrigió el propio Sánchez, tan básica, que emula a los falsos enunciados de Abascal, más dirigidos a enfangar que a hacer oposición.  

Con Feijóo se ha invertido la fórmula de las coaliciones. En las dinámicas de acuerdos de gobierno, la parte débil acaba moviéndose hacia el mayoritario por una cuestión de contrapesos. La luz verde del pacto de gobierno a Fernández Mañueco con Vox va camino de traducirse en Castilla y León en un acuerdo para eliminar el reconocimiento de la violencia machista, imprescindible para articular las políticas de protección a las mujeres. No pueden derogar la ley estatal pero sí alentar la lacra negacionista de la violencia de género. Y de paso sacar del armario a sus propios cargos. O desanimar a las mujeres con miedo a denunciar. 

La luz verde del pacto de gobierno a Mañueco con Vox va camino de traducirse en Castilla y León en un acuerdo para eliminar el reconocimiento de la violencia machista. No pueden derogar la ley estatal pero sí alentar la lacra negacionista

Fue una victoria del PP nacional, allá por la época de Ana Pastor, conseguir que Rajoy se sumara al 8M en 2018. Por entonces, el consejero de Salud andaluz, Jesús Aguirre, no se habría atrevido a borrar la violencia machista. Antes de este borrado, Feijóo ha pedido también eliminar los 20.000 millones en políticas de igualdad. En este caso, lo grave no es que haya usado datos falsos -como bien desmontó infoLibre-, es que al nuevo PP le parece un derroche invertir en igualdad, escuelas infantiles, permisos de paternidad, conciliación familiar.

Se han escrito magníficos perfiles sobre la dualidad del método Feijóo. No debería confundirnos el tono, Rajoy nos enseñó este idioma. Presumía de haber desterrado la corrupción y fue del partido al gobierno con la operación parapolicial Kitchen desde el seno de Interior. Parte de los suyos, alentados por Esperanza Aguirre, criticaban su tono socialdemócrata. En la realidad, materializó los recortes más duros de la democracia sin contrapesos para las clases pobres. Casi no se le conocen discursos agresivos, al revés, nos encantaba su buen parlamentarismo y humor gallego. Y ahí queda la ley mordaza e innumerables acusaciones del ministerio público contra manifestantes, tuiteros y raperos. Salió dignamente del Congreso, pero con una sentencia que se negó a reconocer a pesar de las evidencias de Gürtel

Así que si juzgamos la realidad y no su apariencia, hay más Vox con Feijóo ahora que antes. Con una capitulación que cobra especial gravedad y dimensión: no haber denunciado las alianzas de Vox con el entorno de Putin y su política internacional contra la Agenda 2030, es decir, contra Europa. En pleno ataque de Putin a Ucrania, Feijóo ha tenido la coincidencia temporal perfecta para arrinconar a Vox por esos vínculos con la extrema derecha internacional. Los enlaces con el eje de Le Pen y Salvini bajo el paraguas de Putin y Trump se suman a la oposición frontal de Vox con el proyecto europeo. La lucha declarada contra la Agenda 2030 y el globalismo. Una respuesta global que supone el rescate y socorro de Ucrania, desde la OTAN a la directiva de protección para los refugiados. Negar esta agenda es negar Europa. 

Que Feijóo haya elegido no dar esta batalla dice mucho de hasta dónde está dispuesto a llevar futuros pactos. No criticarla es legitimar la campaña de Abascal: "la Agenda 2030 es la agenda contra España". Incluida la transición ecológica que garantiza cierta independencia del gas de las autocracias y las dictaduras. La Agenda ratificada por 193 Estados de las Naciones Unidas se define como hoja de ruta hacia un nuevo paradigma de desarrollo en el que las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas toman un rol central. Contra este programa lucha Vox hoy, en plena agresión a Europa. El silencio de Feijóo, además de hacerle cómplice, le hace parte. 

Si la guerra de Ucrania continúa, es posible que cambie cierta aritmética parlamentaria y veamos pactos con el Gobierno en materia de defensa. Es posible que Feijóo haga más gestos y acuerde la reforma del CGPJ. Que en esta nueva aritmética, el PSOE en ocasiones no cargue contra el PP porque vayan de la mano en grandes pactos, necesarios también en plena crisis energética y social. Pero en el fondo de lo que más nos interpela, la articulación política en un contexto global bélico con serias embestidas a las democracias, dejar pasar que en España haya más Vox ahora que antes es una derrota nacional y europea. La dualidad del método Feijóo no debería tapar esta amenaza. 

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