Vivienda, el debate ya es una victoria

Primero fue la liberalización del suelo con José María Aznar, después el gran pelotazo, luego vino el rescate, el banco malo y, por fin, una política de vivienda. Hemos estado a punto de abandonar la legislatura sin abordar el llamado quinto pilar del Estado de bienestar, el bien básico al que cada vez más jóvenes y mayores tienen imposible acceder. Un escalón demasiado alto de desigualdad y un derecho pervertido por la especulación. 

La ley integral, sumada al paquete de 93.000 viviendas sociales, no es la solución única en un mercado roto, pero es un paso importante que además ha dado la vuelta al tablero del debate. Habrá que esperar a los plazos de lo comprometido por el Gobierno, al aterrizaje de las medidas y al ritmo al que se pone en marcha. Pero ya estamos ahí, hablando de qué porcentaje de vivienda pública y de alquiler asequible hace falta para homologarnos con Europa y corregir la dimensión del desastre.

En lo concreto, si no hay 50.000 viviendas de la Sareb en buen estado, habrá qué preguntar qué ha hecho el banco malo. Si de esos pisos la mitad están ocupados, la SAREB tendrá que explicar cuántas gestiones hizo para que ese parque no costara ni un euro a los españoles, cuántas para darles un uso social o cómo reaccionó frente a la explotación de migrantes y familias sin recursos que han sido explotados por las mafias en sus viviendas.

El banco malo tenía la obligación de que esas casas estuvieran en buen estado para poder venderse, y si asumimos que parte de ese parqué tóxico no está en condiciones, alguien tendrá que responder por ello. El rescate de 34.000 millones de euros no pone en cuestión al Ejecutivo, sino el origen mismo de los activos tóxicos. La SAREB es de los últimos iconos en pie que representan la burbuja, la mala praxis y otro rescate con fondos públicos que no recuperamos. No hemos escuchado a su artífice, Luis de Guindos, ahora vicepresidente del Banco Central Europeo. Pero asumida otra vez la falta de responsabilidad de quien lo creó y cómo se ha gestionado, la ley integral es un primer paso para pasar página desde los hechos.

La ley integral, sumada al paquete de 93.000 viviendas sociales, no es la solución única en un mercado roto, pero es un paso importante que además ha dado la vuelta al tablero del debate

Hacía mucho tiempo que la coalición no volvía al "Sí se puede". El acuerdo revitaliza a los socios y le da sentido a una futura reedición del Gobierno. El triunfo de la ley ha sido colocar el debate en el marco de la socialdemocracia, donde por fin tienen más voz los inquilinos que los fondos buitres, un equilibrio que hace años había abandonado la función pública. Y ha llevado a la oposición a un terreno donde no quería entrar. El PP no ha podido tirar del argumentario del gobierno comunista y se ha visto empujado a mostrar su modelo. El PP tacha las medidas de “plato recalentado” y una “fantasmada”. Las de Alberto Núñez Feijóo, en un ático madrileño donde ha expuesto su plan de vivienda, no van más allá de un cheque de mil euros (los populares lo han llamado "paguitas"), un bono social (el Gobierno compra votos con ayudas, decían) y un 40% de viviendas sociales sin detallar cómo ni cuándo se construirán. Para Feijóo el principal problema es la ocupación ilegal, un motivo muy lógico para que los jóvenes se independicen de media a los 30 años.

Metidos de lleno en el ciclo electoral, con la agenda de las grandes leyes cerrada, la vivienda es el ejemplo de cómo la izquierda se recupera cuando eleva los debates y las políticas. Ha ocurrido con el intento de Juanma Moreno Bonilla de legalizar regadíos ilegales. No es solo proteger el acuífero de Doñana, es comprender la dimensión de la transición ecológica y las consecuencias de un cambio climático que ya ha tocado suelo y se nota en la cesta de la compra. Ante la medida electoral cortoplacista del gobierno andaluz, el foco está en comprender que la futura desertización de España, las cosechas dañadas por la sequía, pasa por proteger lo que tenemos e ir de la mano de Europa en la protección medioambiental. En este como en otros asuntos, ese es el acierto, la altura y la ambición de la visión política.

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