¿Y a las demás quién nos ampara?

Reconozco que aún no he agotado la capacidad de asombrarme ante determinados comportamientos predemocráticos. Pensé que se llegaba al límite con las esperpénticas mociones de censura, el negacionismo de la violencia de género o del Covid, las llamadas a la rebelión de civiles y militares, de los jueces, y hasta al propio jefe del Estado. Después de estos comportamientos, la comparación de Sánchez con Stalin o Hitler, con organizaciones terroristas como ETA o Hamás, o las acusaciones de querer matar de sed a una comunidad autónoma, ya no nos hacen mella, salimos del paso con las mejillas ruborizadas y hasta nos parecen ejemplos de un más que dudoso sentido del humor político sin consecuencias. Sin embargo, yo no dejo de preocuparme.

Estas actuaciones que vienen resultando impunes tanto desde la perspectiva judicial como política se amparan en principios y derechos básicos de nuestra Constitución como son: la pluralidad política, la libertad de pensamiento y de expresión del mismo, de manifestación... Derechos fundamentales que nos asisten a todos y que enriquecen sin duda nuestra democracia hasta tal punto que, sin ellos, sencillamente no puede existir. No obstante, estas expresiones, intenciones y comportamientos no solamente afectan a las esferas individuales de las personas particulares que componen una comunidad, sino que afectan al funcionamiento de la comunidad misma en términos de participación, de información, de influencia y, por tanto, también de libertad.

Por ello, por esa idea de colectividad y de sociedad organizada que se defiende, afecta a la comunidad, entre otras formas, poniendo límites a cualesquiera derechos que se puedan esgrimir cuando colisionen con los derechos de otros o directamente sean ilegítimos en términos democráticos y colectivos. Así, las preguntas que surgen ante tanto desmán tienen que ver también con quién protege a la comunidad que vota, que cree en sus instituciones, que otorga veracidad a los medios de comunicación y que acude a la justicia en defensa de sus intereses. Quién nos protege del totalitarismo, de la mentira, de la impugnación de lo público. Quién ampara nuestra libertad, la buena, la que definió Cervantes por boca de Don Quijote, y en virtud de la cual se puede y se debe arriesgar la vida.

¿Es libertad la representación de ministras a través de muñecas hinchables? ¿Es el derecho de alguien negar la violencia de género cuando hay casi 1.237 mujeres asesinadas? ¿Pueden algunos medios de comunicación inventar noticias?

Quién ampara la violencia que sufrimos las mujeres en las redes o en las calles. Quién ampara a personas que han abandonado la política o directamente no han entrado porque han visto el sinvivir a que se ha sometido a aquellas y aquellos que han puesto el cuerpo. Quién ampara el prestigio internacional de un país y su liderazgo en Europa, y en otros conflictos internacionales. Quién, a periodistas y comunicadoras, vecinas, personas LGTBI que ven cómo su forma de ser y de existir se utiliza como insulto

Nuestra conformación jurídica y social tiene un nivel de elasticidad considerable, tanto como para permitir comportamientos claramente antidemocráticos e inconstitucionales precisamente para garantizar los principios inspiradores de la misma carta magna. La democracia está preparada para resistir a los antidemócratas defendiendo sus derechos como los de los demás, quizás con mayor energía. La cuestión es dónde está el límite, dónde esa elasticidad que compromete el material democrático y va erosionando los elementos que lo sustentan y la confianza en el mismo. ¿Es libertad la representación de ministras a través de muñecas hinchables? ¿Es el derecho de alguien negar la violencia de género cuando hay casi 1.237 mujeres asesinadas? ¿Se pueden retirar las políticas de prevención y lucha contra la violencia de género? ¿Están en su derecho los jueces de manifestarse contra una norma salida del parlamento? ¿Pueden algunos medios de comunicación inventar noticias? Hay muchos ejemplos en la aún no tan madura democracia nuestra para dudar de que, bajo ese respeto sacrosanto a los derechos de algunos, no estemos perdiendo como agua entre los dedos los derechos de todas.

Más sobre este tema
stats