La bestia que llevamos dentro

“Recuerdo una vez que fuimos a un restaurante, nos sentamos y ordenamos, pero la camarera llamó a la policía solo porque nuestro grupo era negro. Entonces ella comenzó a gritar, llamándome «perra negra». Yo salté y aunque Ike me detuvo, le dije muy claramente: —Pero soy una perra negra bonita. —Eso me hizo sentir mejor. …” 

Leo estas líneas en My love story, la biografía de la maravillosa cantante, recientemente fallecida, Tina Turner. Recomiendo encarecidamente su lectura. Es un recorrido por el dolor que padeció desde niña, que provoca sensaciones de injusticia, impotencia y que indigna, pero también lleva a admirar a una persona con tal valentía.

Esa agresión al diferente, al de otra etnia o raza, por desgracia, no es infrecuente en nuestras sociedades. Es de sobra conocida la soberbia del otrora Imperio británico campando a sus anchas en la India. Se diría que es justicia poética que el actual primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, tenga ascendientes indios. En Estados Unidos ser negro puede llevar fácilmente a la muerte, como le sucedió a George Floyd y a muchos otros después de él. En España, los hijos de inmigrantes, los menores no acompañados o los adoptados en otros países escuchan en el colegio desde pequeños lindezas como “chino cochino”, “moro de mierda”, “mono negro” o “indio sudaca” o incluso “delincuente”, directamente. De los gitanos mejor no hablar, ¿verdad?

¿Somos racistas los españoles? Lo curioso es que los niños no nacen así, pero repiten fielmente lo que sus padres dicen en casa. “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel. La gente aprende a odiar”, aseveró Nelson Mandela, premio Nobel de la Paz (1993), que luchó contra el racismo en Sudáfrica, un país minoritariamente blanco con un sistema de discriminación institucionalizada hacia millones de negros, algo que hoy se considera un crimen de lesa humanidad. Lo llamamos apartheid. Mandela añadía algo crucial: “También se puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que lo contrario”.

Pero lo cierto es que el odio es más ruidoso que el amor, sobre todo en el deporte, donde las pasiones se disparan, y especialmente en el fútbol. Me impresionó lo ocurrido a finales de abril, en un partido de prebenjamines, niños de 5, 6 y 7 años, entre el Juventud de Palmones y la Real Balompédica Linense, que tuvo lugar en el gaditano pueblo de Los Barrios. Mientras los de Palmones celebraban su triunfo, el padre de uno de los chavales del equipo visitante agredió al árbitro, de 17 años. Otros padres se unieron a la trifulca y el joven colegiado, menor de edad, resultó herido, al igual que una madre ¿Qué lección habrán aprendido esos chavales? ¿Que cuando uno pierde hay que liarse a guantazos con el árbitro? ¿Es más acertado un buen bofetón que dialogar?

La lucha de Vinícius

Vinícius José Paixaõ de Oliveira Júnior, o simplemente Vinícius, jugador del Real Madrid desde los 17 años, presentó públicamente en Brasil, en 2021 su fundación, el Instituto Vini Jr. ¿El objetivo? formar profesores contra el racismo en colegios públicos, abordando temas como la soledad de los niños negros en el ámbito escolar, como la importancia de la educación antirracista en las escuelas cariocas o “la sutileza del racismo recreativo y el impacto devastador que tiene en un niño negro”. Vinícius está convencido de que la próxima generación negra tendrá mayor preparación para enfrentar esta lacra.

Esta es su cruzada. Vinícius no guardará silencio. Quizás por eso él sea el objetivo de todos los cafres que sueltan porquería en el estadio. Eso y que es un excelente jugador. Fue así como el pasado domingo 21 de mayo fue recibido con cánticos de “Vinícius, eres un mono” a su llegada al campo del Valencia. En el minuto 71, el jugador vio en la grada a un individuo que le gritaba de nuevo “mono” y se lanzó a señalarlo. Por cierto, no hay imágenes oficiales del tipo al que Vinícius apuntaba con el índice. Eso lamentaba el futbolista, que busca con tesón que se identifique a quienes agreden verbalmente. Dejaba también clara su opinión en las redes sociales, como publicaba El País: “¿Por qué los patrocinadores no penalizan a la Liga? ¿No les molesta a las televisiones retransmitir esta barbaridad todos los fines de semana? No son casos aislados”.

Reacción internacional

Luego pasaron varias cosas: La Fiscalía decidió investigar, sabiendo que, de las nueve denuncias presentadas en otras ocasiones, siete han sido archivadas. Los partidos, inmersos en la campaña electoral, reprobaron los hechos. Varios futbolistas, entrenadores, artistas, intelectuales y otras personalidades condenaron enfáticamente los hechos. Sin embargo, Javier Tebas, el presidente de LaLiga Profesional, que lleva a Vox en el corazón, no dudó en cuestionar al jugador —la víctima—. Después se desdijo, pues estaba quedando muy mal. Hoy es el adalid contra el racismo, ofreciendo extirparlo del futbol en seis meses, restando puntos en la tabla de clasificación. Como Saulo de Tarso, que se cayó del caballo y se convirtió en San Pablo. Pero Tebas no es un apóstol.

Tebas se habrá impresionado por la trascendencia internacional del incidente. El presidente brasileño Lula, que se encontraba en la Cumbre del G-7, expresó su rotunda condena ante la embajadora española: “No es posible, en pleno siglo XXI, tener un prejuicio racial tan fuerte en tantos estadios de fútbol. Es injusto que un pobre chico a quien le ha ido tan bien en la vida, que tal vez se convertirá en el mejor del mundo —ciertamente es el mejor en el Real Madrid— sea insultado en cada estadio en el que juega”.

El Cristo Redentor, en Río de Janeiro, quedó en la oscuridad, pues apagaron los focos que lo iluminan en solidaridad con Vinícius. Incluso se llegaron a escuchar voces en aquel país para que la Selección española de Futbol no pueda participar en la Copa del Mundo de 2026. Brasil ahora se toma muy en serio el problema: Lula da Silva firmó en enero una Ley que equipara la injuria racial al delito de racismo, declarándolo imprescriptible y no susceptible de fianza; sancionado con duras penas de prisión. Se intenta así eliminar el legado ultraderechista de Bolsonaro.

Sobre el incidente racista se han pronunciado desde el portavoz del departamento de Estado de USA hasta Naciones Unidas, que pidió escuchar las peticiones de los deportistas estadounidenses y crear un protocolo de respuesta al racismo en el deporte, para uso de las autoridades. Porque, de hecho, no hay una clara línea de acción. Los insultos a Vinícius han tenido consecuencias, como el cierre parcial, inicialmente durante cinco partidos que luego se quedaron en tres, de la grada Mario Alberto Kempes, en la que se ubicaron los presuntos autores de los insultos, y una multa primero de 45.000 euros que se rebajó más tarde. También se han producido detenciones. La Ley del Deporte establece que serán la Administración General del Estado o, en su caso, las Comunidades Autónomas quienes sigan ejerciendo la potestad sancionadora.

Lo cierto es que el odio es más ruidoso que el amor, sobre todo en el deporte, donde las pasiones se disparan, y especialmente en el fútbol

Racismo y odio

El Ministerio de Igualdad lleva un año trabajando en una Ley Orgánica contra el Racismo, que prevé modificar la Ley de Educación para introducir el estudio y respeto a otras culturas, la atención a los casos de discriminación y determinar cuándo se produce segregación racial. Esto es fundamental.

Vuelvo a la pregunta: ¿somos o no racistas? En 2018, el Grupo de Expertos de Naciones Unidas sobre los Afrodescendientes en España se mostraba preocupado por las “víctimas del racismo y la discriminación racial”. Concluía: “Existe un gran trecho entre la legislación y la práctica en la protección de los afrodescendientes contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia, la afrofobia y las formas conexas de intolerancia”.

Aunque ustedes no lo crean, en diciembre de 2020 España se abstuvo en la votación que aprobó la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas haciendo un llamamiento mundial “para la adopción de medidas concretas para la eliminación total del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia”. Igual postura mantuvo en diciembre del mismo año, en relación con la resolución de la ONU, sobre “combatir la glorificación del nazismo, el neonazismo y otras prácticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia”. ¿Por qué España se abstuvo? ¿Cuáles fueron las razones geopolíticas para ello? Hay que aclarar la enorme contradicción entre los dichos y los hechos.

Vinícius, mientras, utiliza su prestigio profesional para defender su causa, que lleva tatuada en el cuerpo, con los versos de Bob Marley: "Mientras el color de la piel sea más importante que el brillo de los ojos, habrá guerra”. No conozco personalmente a Vinícius, pero admiro su decisión de denunciar y, con ello, haber puesto contra las cuerdas a quienes afirman una cosa y la contraria, para esconder su racismo y xenofobia.

El futbolista brasileño tiene razón, tanta como acertado estuvo el Nobel José Saramago en un brillante artículo: “Desdichadamente, los brotes de racismo y xenofobia, cualesquiera que sean sus raíces históricas y sus causas cercanas, encuentran, por lo general, facilidades para sus operaciones de corrupción de las conciencias públicas y privadas, adormecidas, unas y otras, por egoísmos personales o de clase (…) Nada de esto debería sorprendernos y, sin embargo, una vez más, con desconcertante ingenuidad, si no con censurable hipocresía, vamos por ahí preguntándonos cómo es posible que haya vuelto la plaga que creíamos extinguida para siempre, en qué mundo terrible estamos al final viviendo, cuando pensábamos haber progresado tanto en cultura, civilización y derechos humanos”.

No puedo estar más de acuerdo: el racismo es, sin duda, la auténtica bestia que llevamos dentro.

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Baltasar Garzón es jurista, presidente de FIBGAR. y autor, entre otros libros, del ensayo Los disfraces del fascismo (Planeta).

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