Es el capitalismo, estúpido; pero eso no basta

Conocer las causas estructurales de una situación social o política cualquiera no basta para determinar cómo se politizará dicha situación. Es decir, no basta con indagar las causas estructurales “reales” que explican lo que está pasando, por ejemplo, con la situación del campo para comprender las actuales protestas de los agricultores. Esas causas “reales”, en nuestro mundo, son siempre y ante todo causas económicas. Es el capitalismo, estúpido. Está claro que lo que ocurre “en realidad” con el campo es, por ejemplo, que los grandes tenedores controlan el campo y acaparan el 80% de las ayudas; lo que ocurre “en realidad” es que en una economía de mercado global desigualmente regulada tiene una ventaja competitiva quien asume menos restricciones; lo que ocurre “en realidad” es que los beneficios de los productores son los más desfavorecidos en una abusiva cadena alimentaria; lo que ocurre “en realidad” es que los agricultores y ganaderos son los que primero sufren los síntomas de la crisis climática como desastres naturales, sequías o plagas; lo que ocurre “en realidad” es que hay una carga burocrática excesiva y una protección insuficiente por parte de los seguros agrarios. 

Ahora bien, ninguna de esas “realidades” va a explicar el sentido en el que se politice el descontento de los agricultores afectados. Tampoco, lo que es otra manera de decir lo mismo, va a determinar a quién se elija como enemigo. La derecha y la extrema derecha llevan tiempo interviniendo en este descontento para politizarlo en un sentido muy concreto. Los culpables, para ellos, la Agenda 2030 y los gobiernos progres ecologistas. De este modo, instrumentalizan un problema severo para su propia agenda política. 

Está claro que lo que ocurre “en realidad” con el campo es, por ejemplo, que los grandes tenedores controlan el campo y acaparan el 80% de las ayudas

Por supuesto que su relato no se corresponde con “la realidad”. Por supuesto que en “la realidad” los culpables de la situación de los agricultores son el capitalismo global, la estructural debilidad de los Estados y la crisis climática. Pero conocer esa realidad no genera por sí mismo un relato político. Cómo funciona “la realidad” ya lo sabemos desde, al menos, más de dos siglos: se explica en una obra titulada El capital. Crítica de la economía política. Si bastara con comprenderlo, bastaría con haber leído El capital para haber derrocado el capitalismo. Pero sabemos que no es así. Importa poco que la Agenda 2030 incorpore medidas a favor de la agricultura y la ganadería a pequeña escala o las rentas agrícolas cuando se la ha dibujado como un conspirador plan globalista para aplastar a los pequeños campesinos; la derecha que argumenta así, incluso últimamente se hace llamar el verdadero anticapitalismo. Desde luego, lo sabemos también, ellos no tienen el más mínimo interés en cuestionar los fundamentos de ese reparto de poder o ese modos de explotación que es el capitalismo; pero da igual, porque han dado con un relato del malestar y con un enemigo político. Por supuesto que es el capitalismo, estúpido; pero eso no basta. Los progresistas no pueden limitarse a responder con el análisis estructural del capitalismo y sus efectos sobre el sector primario cuando se habla de rabia, hartazgo, inseguridad y se señala a un enemigo. Una estructura no se ve ni se toca. Hay que ganar la disputa en esos mismos términos.

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Clara Ramas San Miguel es filósofa, política, profesora en la Universidad Complutense de Madrid y autora del ensayo 'Fetiche y mistificación capitalistas. La crítica de la economía política de Marx' (Editorial Siglo XXI). Acaba de traducir y publicar también una edición de 'El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx' en la editorial Akal.

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