Habrá crisis, la cuestión es elegir si por la paz o por la guerra

Cuando se lleva tiempo en una situación crítica que se prolonga, al final el grado de acostumbramiento al problema hace que este no se perciba como tal, y que sólo los agravamientos parezcan agitar la situación.

Desde la pandemia andamos en una de esas situaciones críticas que el tiempo ha amortiguado para que no lo parezca tanto. Pandemia, guerra de Rusia contra Ucrania, guerra de Israel contra Palestina, crisis de abastecimiento de elementos esenciales para la industria y la economía occidental, aranceles y políticas de Trump, amenaza global de la ultraderecha… todo ha sido un in crescendo que de manera diferente y en distinto grado ha minado la economía, la convivencia y la democracia allí donde existe.

Al final el genocidio que están cometiendo quedará oculto como un “mal menor” ante la “alegría” de unos acuerdos de paz que se adoptarán en contra de Palestina

La situación es grave y crítica, tanto que cuando conseguimos que sea un poco menos mala, como cuando se consiguen rebajar los aranceles impuestos por DJ Trump a la Unión Europea y se presenta como un éxito, pero en verdad se trata de un “mal menor” que siempre forma parte del “mal”, no del bien, y que contribuirá a que el siguiente paso se vea como otro “mal menor”, aunque será más grave que el primero. Es lo que hemos visto con Rusia en Ucrania cuando se anexionó la península de Crimea sin usar la fuerza militar, y ahora con la guerra se anexará una buena parte del territorio ucraniano, que todos lo verán como un éxito porque conllevará el final del enfrentamiento bélico, pero será una gran injusticia. Y es lo que veremos también con Israel en Palestina, que al final el genocidio que está cometiendo quedará oculto como un “mal menor” ante la “alegría” de unos acuerdos de paz que se adoptarán en contra de Palestina.

Todo forma parte de una situación de poder en la que quienes lo ostentan prefieren traicionar sus valores e ideas antes que poner en riesgo su estatus y dinero. Por eso, a pesar de las sanciones adoptadas sobre Rusia se sigue comerciando con ella por diferentes vías, y por esa razón, a pesar de toda la violencia de Israel sobre Palestina y todo lo que se dice públicamente, se mantienen las relaciones como si no estuviera pasando nada.

Y es cierto que todo ello permite que la adaptación a la situación crítica sea paulatina y el impacto se pueda compensar y paliar en parte con diferentes medidas. Sin embargo, la clave de la cuestión no está en la economía, sino en el juego de poder que hay detrás, y en la redistribución del mismo que suponen todas estas situaciones. Y si había dudas sobre el tema, estas ya se han disipado tras la escenificación de China en la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), donde Xi Jinping, Vladimir Putin y Narendra Modi han escenificado lo que presentan como el “nuevo orden mundial”, es decir, la nueva jerarquía de poder internacional, como explicamos en el artículo El nuevo orden mundial.

Y cuando esta nueva jerarquía de poder esté definida y controlando los dos instrumentos esenciales que tiene a su disposición, la economía y la fuerza militar, impondrán su sistema sobre un occidente que representa justo lo contrario, tanto como modelo cultural como por el papel de “señorito” que ha jugado durante siglos abusando de su superioridad.

El objetivo es alcanzar ese “nuevo orden mundial”, por eso Putin se ha movido desde el principio para acercarse a China, y ahora que el resultado está más claro India se acerca también. Si la UE y EE.UU. no se ponen de acuerdo y no dan pasos con China e India para contrarrestar esta estrategia, y no rompen con Rusia por completo, el resultado será una crisis profunda, no sólo un agravamiento paulatino del estado crítico actual.

Y esos pasos suponen renunciar a algunos elementos que hoy forman parte de nuestra economía, lo cual conducirá a una crisis económica, pero será una crisis económica que podremos controlar, y que al no depender de las economías de los países del bloque asiático limitará también su posibilidad de agravamiento, al tiempo que contribuirá a no enriquecer a las economías de Asia.

La esencia de la convivencia no es defender el modelo económico y adaptar la sociedad a su desarrollo, sino lo contrario, decidir el tipo de sociedad y convivencia que queremos y utilizar la economía necesaria para lograrlo.

Dependiendo de si defendemos el modelo económico o el tipo de sociedad tendremos una crisis u otra, y puestos a elegir, mejor defender la convivencia democrática en igualdad, y si hay una crisis que sea por la paz. Defender la economía actual renunciando al Estado de bienestar alcanzado y a muchos de los valores democráticos presentes sólo nos llevará a una grave crisis en un contexto de enfrentamiento y ataque.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

Cuando se lleva tiempo en una situación crítica que se prolonga, al final el grado de acostumbramiento al problema hace que este no se perciba como tal, y que sólo los agravamientos parezcan agitar la situación.

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