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Quién puede tener hijos y cuidarlos

Por primera vez España no ha llegado a los 300.000 nacimientos en los once primeros meses de un año, 2023. Este tipo de datos siempre causan gran alboroto. Preocupa muchísimo que los niños no nazcan, pero lo que ocurre con ellos cuando sí lo hacen poco importa, es un asunto privado. Las llamadas ayudas a la natalidad se delatan por el nombre. Se busca una mejora estadística, manitas para el futuro del sistema, que los niños nazcan; después, ahí te apañes, buena suerte, es cosa tuya. Desde mis 36 años, un hijo, autónoma, me produce entre ternura e ira que alguien crea de verdad que una decisión tan inmensa y permanente se puede tomar en función de un cheque regalo de mil o dos mil euros. 

La ayuda estatal de 100 euros al mes por hijo a cargo se apaga con las velas del tercer cumpleaños y, para una gran parte de las familias, no hay nada más. En España se tienen hijos no por, sino a pesar, a pesar de todo. Con alquileres que se acercan o superan ya incluso el salario mínimo, jornadas de entrar y salir de noche del trabajo, y abuelos que viven lejos o que no han visto aún la hora de jubilarse, ¿quién puede realmente tener hijos? Quién puede, quiero decir, tener hijos y cuidarlos.

Hace poco muchos llamaron exagerada a una chica de 26 años que escribió una carta a la directora en El País diciendo que, a su edad, es “consciente” de que “nunca” será madre, que va “tarde”. La interpretaron literalmente. Yo entiendo que la chica ya sabe que, en teoría, le quedan bastantes años para serlo. Ella habla de tener algún día las condiciones para todo lo que viene después: para cuidarlos durante al menos 18 años. La parte que se olvidan las instituciones.

La ayuda estatal de 100 euros al mes por hijo a cargo se apaga con las velas del tercer cumpleaños y, para una gran parte de las familias, no hay nada más. En España se tienen hijos no por, sino a pesar, a pesar de todo

Ahora que soy madre, repaso toda la gente con hijos que conocí trabajando en redacciones y oficinas, y me pregunto cómo lo hacían. Las respuestas acaban por tener poco misterio: había una mujer, la madre o una cuidadora remunerada, que se encargaba de todo lo que ocurre con un niño después del colegio, que es muchísimo. El 44,1% de los hombres españoles considera que la igualdad ha llegado tan lejos que ahora se les discrimina a ellos, dice el CIS. A todo ese 44,1% lo metería dos tardes por semana en la humedad del edificio de una piscina climatizada atestada de niños y padres quitándose y poniéndose las capas del invierno y duchando a los pequeños unos encima de otros, mientras se empapan de agua y tienen urgencia por huir. Digo que los metería porque si hay un sitio donde no ha llegado lejos la igualdad es a las clases de natación infantil. Solo he visto a uno y es uno que aprovecha para entrenar.

Este viernes, en una cafetería, crucé varias veces la mirada con una madre que la tenía llena de profundidad triste. Estaba sola con su bebé, como están tantas madres a media mañana en tantas casas y cafeterías y parques del mundo. Pensé en hablarle, pero qué le iba a decir. Hay algo aún más difícil que estar sola mucho tiempo con un niño recién nacido: estar en dos lugares y en dos personas al mismo tiempo, que es lo que haces desde que te incorporas a trabajar de nuevo. Este sistema se sostenía sobre el encierro no cotizado de las mujeres mientras los hombres trabajaban fuera 40 horas a la semana. Ahora hombres y mujeres trabajan fuera 40 horas a la semana y el trabajo propio de aquel encierro sigue siendo el mismo y alguien lo tiene que hacer. Y no, la igualdad no ha llegado tan lejos tampoco en eso. Aborden esta imposibilidad matemática de manera seria y estructural y guárdense sus cheques regalo carentes de progresividad para alguna feria.

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