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No son rebeldes (son reaccionarios)

Estar a la contra siempre es lo más sencillo. Solo hay que poner cara de enfadado y decir que no a todo. Lo fácil es echar el freno de mano y querer volver a ese tiempo pasado que decía Jorge Manrique que siempre fue mejor. Lo difícil es desprenderse de esas inercias nostálgicas y avanzar hacia un horizonte utópico que por lo menos, como explicaba Eduardo Galeano, sirva para caminar en una buena dirección. Sin embargo los defensores del retroceso, no satisfechos con abonarse a la cobarde tarea de apretar el pedal de freno con todas sus fuerzas, han dado una vuelta de tuerca más. 

Su principal problema es que la idea de retroceso es siempre más difícil de vender que de aplicar. Para aplicarla tan solo tienes que mirar hacia atrás y volver a las recetas conocidas. Pero para venderla y convertirla en algo atractivo para el público general no basta con eso porque suena a algo retrógrado y casposo difícilmente compatible con la constante sed de cambio de nuestras sociedades modernas. Por eso se les ha ocurrido la idea de intentar hacer pasar por rebeldía lo reaccionario.

En un vídeo recientemente difundido por Vox en sus redes sociales invitan a los jóvenes a ser rebeldes y a votar a Vox. “¿Qué es ser rebelde?” pregunta el vídeo. “No resignarse a un futuro oscuro”. Dicen mientras se dedican a prohibir obras de teatro, películas infantiles y a descolgar banderas LGTBI de todos los ayuntamientos. “Ser rebelde es aspirar a una vivienda digna que no sea un cuartucho de 20 metros cuadrados”. Dicen mientras votan en contra de la ley de vivienda que regula los alquileres, prohíbe pagar honorarios abusivos a la inmobiliaria y pone un tope del 2% a la subida de alquileres. “Ser rebelde es querer un trabajo estable y no el paro y la precariedad”. Dicen mientras votan en contra de la reforma laboral y se posicionan en contra de la subida del salario mínimo. “Ser rebelde es seguir cerca de tus padres y tus abuelos y no tener que hacer las maletas e irte lejos”. Dicen mientras apuestan por la liberalización extrema de la economía que nos convierte en un resort para turistas del norte y condena a los jóvenes a trabajos basura o al exilio. 

No hay peor práctica rebelde posible que la de estar a la contra de todos y cada uno de los colectivos más vulnerables y perseguidos del mundo al mismo tiempo que su principal lucha es por volver a los esquemas sociales del siglo pasado

Ser rebelde puede ser muchas cosas, pero jamás lo será votar a un partido cuyo programa electoral se basa en la sumisión a los poderosos, la reducción de impuestos a los ricos, la importación sumisa de la peor cultura política estadounidense de Donald Trump y el rechazo a todo lo que tenga que ver con el colectivo LGTBI. No hay rebeldía en eso, solo un cambio de nombre a lo que de toda la vida se llamó ser reaccionario.

Toda tarea poco noble siempre necesita vestirse de ropajes épicos para intentar camuflarse como algo digerible. Por eso la extrema derecha se suma al discurso de lo políticamente incorrecto y rebelde. Pero para serlo no hace falta simplemente enunciarlo con música de tráiler de fondo. Hay que practicarlo. Y no hay peor práctica rebelde posible que la de estar a la contra de todos y cada uno de los colectivos más vulnerables y perseguidos del mundo al mismo tiempo que su principal lucha es por volver a los esquemas sociales del siglo pasado. 

Y aun así, ni siquiera hay novedad histórica en este esfuerzo desesperado por intentar representar aquello que no son. En todas las épocas se ha dado este fenómeno. Durante los años 30 los sindicatos de clase asistían atónitos a la curiosa retórica revolucionaria de la Falange de Primo de Rivera y les decían que eran “señoritos jugando a ser revolucionarios”. Un siglo después, el tiempo ha pasado pero la farsa permanece y lo que seguimos viendo son señoritos jugando a ser rebeldes. Pero hoy, al igual que hace 90 años, estamos muy lejos de creernos ese embuste prefabricado que solo pueden enunciar pero jamás practicar. No son rebeldes, son reaccionarios.

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Alán Barroso es politólogo y experto en comunicación política

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