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Luces Rojas

En busca del proyecto perdido

En busca del proyecto perdido

Ignacio Jurado

El domingo pasado el PSOE puso fin, con su Conferencia Política, a un año y medio de trabajos destinados a renovar su proyecto político. En mayo del 2012, Ramón Jauregui asumió el encargo de configurar una “propuesta de revisión de todas las estructuras institucionales y políticas”. El objetivo era crear un nuevo proyecto para el partido que diese lugar a una “agenda reformista” para “la modernización de España”.

Me consta que en estos trabajos ha participado mucha gente de alto valor y capacidad tanto de dentro como fuera de la organización. De hecho, la ponencia que recogía los resultados de ese trabajo contiene baterías de propuestas interesantes en fiscalidad y reforma institucional, entre otras áreas. La sensación que, sin embargo, me deja la Conferencia Política es que el espíritu de renovación programática se ha dejado de lado. En su lugar, el PSOE ha practicado un rito de expiación público (“nos hemos equivocado”), proclamando una difusa vuelta a los orígenes. Javier Fernández, Presidente de Asturias, lo ilustraba claramente en una entrevista en la SER el lunes donde afirmaba que “ser progresista es conservar el Estado del Bienestar”.

Sin entrar a discutir la idoneidad o no de las propuestas que han salido de la Conferencia Política (aunque me parece que desdibujan las contenidas en la ponencia inicial con la intención de hacerlas más efectistas y electoralistas), mi impresión es que, al final de este camino, el PSOE ha confundido hacer propuestas con tener un proyecto.

Un proyecto es un plan que define unos objetivos a alcanzar (lo que se quiere), pero también, unos medios (políticas) y, tanto o más importante, un marco donde éstas se desarrollan. El marco facilita que las políticas consigan cumplir los objetivos y nos informa de cómo estos se alcanzan. La socialdemocracia tradicionalmente tenía un proyecto nítidamente definido. A grandes rasgos, consistía en un pacto entre capital y trabajo para, con la participación activa del Estado, compartir las ganancias del capitalismo.

Por un lado, las empresas se beneficiaban de la economía de mercado y de la estabilidad macroeconómica. Por el otro lado, los trabajadores se acomodaban a los intereses de los capitalistas, recibiendo a cambio salarios por encima de la subsistencia y una red de protección ante la enfermedad, la vejez o el desempleo. Todo esto se desarrollaba bajo unas instituciones económicas internacionales (Bretton Woods), y con un Estado que se reservaba la capacidad de intervenir en la economía, ya fuera dirigiendo ciertos sectores económicos, o llevando a cabo una política económica contracíclica que permitiese mantener la demanda agregada.

El proyecto de la socialdemocracia no era por tanto simplemente construir el Estado del Bienestar. Más bien, este era consecuencia del pacto socialdemócrata. Y ese pacto hoy está roto, sin que sepamos qué propone la socialdemocracia para sustituirlo. En beneficio del PSOE hemos de decir que esto no es un problema solo suyo. Afecta a toda la socialdemocracia europea, de la cual conocemos sus objetivos y su voluntad de aplicar ciertas políticas, pero se nos escapa cuál es el marco que piensan construir para alcanzar esos objetivos. Volver al Estado del Bienestar de posguerra se antoja complicado si la socialdemocracia europea no transforma las condiciones de fondo (desregulación financiera y austeridad fiscal).

La alternativa de la Tercera Vía mostró que si el Estado no ordena activamente la economía, la socialdemocracia seguirá sin conseguir sus objetivos, como bien ilustra el progresivo aumento de la desigualdad. Más allá del falso dilema (volver a lo anterior o evolucionar perdiendo la identidad), no se adivina ningún proyecto alternativo ni un nuevo marco en el que hacer la socialdemocracia posible. Existe una llamada genérica a una Europa federal, pero seguimos sin saber cuál es el proyecto socialdemócrata en la Unión Europea y cómo se puede llevar a cabo en una economía globalizada.

El hueco que deja la ausencia de un proyecto de fondo lo intenta cubrir la socialdemocracia de tres maneras. Las tres se manifestaron en la Conferencia Política del PSOE. La primera es repetir como un mantra sus objetivos, reafirmándose en ellos en una especie de terapia. El problema de la socialdemocracia no está, sin embargo, en la ausencia de objetivos. Y para cumplirlos, no le hace falta proclamarlos con reiteración, como el mal estudiante que tiene que escribir en la pizarra cien veces “no lo volveré a hacer”. Este voluntarismo no sacará al PSOE del hoyo.

La segunda es adoptar una aproximación fragmentada a los problemas sociales. La respuesta del PSOE ha sido lanzar múltiples propuestas potencialmente atractivas para diferentes grupos para intentar satisfacer, fragmentariamente, al mayor número de votantes posible, sin que exista un proyecto global que las vincule. El discurso de Rubalcaba en la Conferencia Política fue una buena prueba de ello. Rubalcaba dedicó gran parte de su intervención a hacer promesas por sectores y grupos de votantes (mujeres, ecologistas, parados, pensionistas, PYMES, jóvenes, …). A falta de proyecto, una aproximación sectorial.

La tercera es adoptar una estrategia defensiva, renunciando a una verdadera acción transformadora. Proclamar que se quiere recuperar el Estado del Bienestar sin especificar cómo se van a modificar las condiciones en que éste se desarrolla es decir muy poco. No basta con anunciar que se subirá la imposición de las rentas más altas, o que se eliminarán deducciones en el impuesto de sociedades. Esto son propuestas sobre cómo financiar las políticas de bienestar, pero no es un plan sobre cómo garantizarlas. ¿Qué pasará si hay una nueva crisis de deuda? ¿Qué ocurrirá si el déficit público sigue estando por encima del 5%? ¿Y si el BCE decide dejar de controlar la prima de riesgo a la baja? ¿Y si la Unión Europea sigue en la parálisis institucional? En definitiva, ¿por qué, si nada esencial ha cambiado, esta vez sí será posible lo que no pudo ser en mayo de 2010?

El problema de fondo es que las condiciones que hicieron que la socialdemocracia fuera exitosa en el pasado ya no existen. El pacto político que la albergaba ha cedido, pues el equilibrio entre poder político y poder económico se ha descompensado. La socialdemocracia necesita algo más que propuestas: un plan que permite conseguir sus objetivos más allá de políticas concretas. Mientras el PSOE no tenga un proyecto, hará propuestas, pero me temo que le conducirán de nuevo a la casilla de salida.

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Ignacio Jurado es investigador en la Universidad de Manchester y Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Oxford. Su área de investigación es la economía política.

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