¡Insostenible!

Un paso atrás en las costas: el mar exige sus derechos

Fernando Prieto Ignacio Marinas

Las olas, tan altas como una torre, se estrellan contra las rocas como un ejército de agua que intenta derrumbar las fortalezas costeras. Millones de moléculas, cientos de millones de átomos combaten, sin cuartel, contra aquellos muros que, a pesar de la violencia del viento y de la tormenta parecen resistir el asedio. El océano es una vasta tiniebla que se extiende hasta el fin del mundo; sobre él, un cielo grisáceo, levemente hinchado, palpitante, contempla curioso las incontables batallas que se producen en los acantilados. No es extraño que se asocie el estrépito marino con el canto de las sirenas que reclaman los derechos del océano: al deslizarse las olas por cadenas y promontorios, al caer en picado por las filosas pendientes que parecen cortadas por la mano de un gigante el viento se desgarra con gañidos casi humanos... La tormenta disminuye poco a poco y la costa comienza su penoso regreso a la calma. Los dos colosos, mar y tierra, recuperan sus posiciones de ataque, dispuestos a concederse una tregua para sanar a los heridos.

'En busca de Klingsor' (Seix Barral, 1999), de Jorge Volpi.

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Este invierno, han vuelto a suceder tormentas y temporales en la costa, como todos los años. A pesar de que empezaron más tarde que habitualmente, se vuelven a suceder los temporales con olas de siete metros como Emma en Huelva que afectan, como señala Ecologistas en Acción, a “una de las zonas más calientes, urbanísticamente hablando, de los últimos años en Huelva, en zonas más que denunciadas por ocupar dominio público marítimo: Isla Canela, Mazagón, El Portil, Isla Cristina”. Las informaciones facilitadas por los distintos ayuntamientos también delatan la realidad. Desde Lepe se ha informado de que los mayores daños han afectado a la playa de La Antilla, ya que la pleamar llegó a atravesar dos líneas de viviendas en la zona de levante, ocasionando desperfectos en algunas de ellas, así como en el litoral. El ejemplo de Punta también es claro al respecto: “El temporal ha destrozado material de playa como pasarelas o duchas, además se ha llevado gran cantidad de arena y ha derribado algunas vallas de chalés de la primera línea de playa”. Por eso, desde Punta se va a pedir que se declare El Portil como zona catastróficaEn Cádiz ha pasado algo muy parecido. Y la situación se repite todos los años tanto en el Cantábrico, el Atlántico o el Mediterráneo, con algún muerto, cientos de edificaciones afectadas y millones y millones de euros de pérdidas, en la primera línea de costa. Estos efectos se ven en directo por gran parte de la sociedad y nos recuerdan que las cosas se han hecho mal. Una vez más los temporales descubren décadas de ocupación urbanística del dominio público marítimo terrestre y que la costa no está quieta sino que se mueve.

Las causas vienen de la incompetencia de planificadores, de alcaldes y de gobiernos que han autorizado esas ocupaciones, y de los miles de particulares que amparándose en la ley confusa (o en una falta de ordenación) han ocupado la primerísima línea de playa buscando el máximo beneficio a corto plazo. La tragedia colectiva se ha vuelto a consumar, miles de ciudadanos instalados en la primera línea de costa, o en los estuarios, o en las marismas, después de haber esquilmando el bien común y desafiado el dominio del mar sobre la costa han sido sometidos por las olas.

Esto ha sucedido este año en el mar, pero rápidamente hemos olvidado las gotas frías y las tormentas en la costa mediterránea o en las islas donde también se han ocupado en muchas ocasiones las riberas de los ríos y las conos de de deyección de los torrentes; es sabido que en un escenario de cambio climático habrá subida del mar, aumento de frecuencia de temporales, cambio en los frentes de olas, etc. Hará que aumente el riesgo en todas estas zonas y las perdidas sean más cuantiosas. Los ciclos del mar implican costas que se erosionan y otras en las que se depositan los materiales. Esta línea se mueve y mucho.

La primera línea de costa no es de unos cuantos propietarios o de unos cuantos ayuntamientos, es un capital de todos. Y lo que sucede lo sufrimos todos. Administrar un bien común sosteniblemente implica renunciar un poco para beneficiarse todos. Sería interesante que los ciudadanos de estos municipios y del resto del Estado exigieran una rendición de cuentas a estos representantes políticos para que restauraran la inteligencia colectiva en el litoral. Los vídeos no mienten.

 

Xalets del Pinet / Barrio de Salamanca (Santa Pola). [Foto: Luis Fidel Sarmiento]

En la costa española ha habido demasiada especulación y falta de criterios científicos en al planificación que nos han llevado al estado actual. Zonas muy construidas demasiado cerca del mar, con datos tales como que durante los últimos 18 años, en los primeros 500 metros, se ha destruido el equivalente a dos campos de fútbol al día, invadiendo desembocaduras de ríos, dunas, áreas húmedas, zonas inundables, etc., mientras los planes urbanísticos ignoraban al realidad, disminuyendo los suelos protegidos año tras año. Algunos estudios han detallado este hecho, año tras año, como los de Greenpeace en la serie Destrucción a toda costa e, incluso, con análisis municipio a municipio, o con el informe del Observatorio de la Sostenibilidad de 2016, Cambios de ocupación del suelo en la costa. Pero además hay estudios internacionales que avalan los mismos resultados. Es decir, nada nuevo que no supieran los políticos o la gente que vive en las costas. Otra cuestión es por qué no se hizo nada.

La Ley de Costas del año 2013 permitió la construcción todavía más cerca del mar y el indulto de 13 núcleos. Era cuestión de tiempo que el mar siguiera pidiendo sus escrituras. Es sabido que la construcción en primera línea de costa y la sucesión casi ininterrumpida de paseos marítimos, puertos y espigones hacen más rígida la costa, lo que ocasiona mayor peligrosidad en estas zonas que en las que no ha actuado la mano del hombre, sin que estas obras sean capaces de solucionar, por supuesto, los temporales del mar. Otro tema clave es quién paga estas obras: los presupuestos generales del Estado deben afrontar todos los años la "osadía" de los empresarios o ayuntamientos que realizan estas obras. ¿Todos los años? ¿Hasta cuándo?

Soluciones basadas en la naturaleza para fortalecer la resiliencia costera

En Francia, en concreto en la zona de Aquitania y a pesar de un invierno "normal", las autoridades están estudiando la opción de "retirada estratégica" y la reubicación de parte de la población, que sería la primera en el país. El invierno 2017-2018 fue "normal" y la marea intensiva debía erosionar la costa aquitana en las "proporciones" comúnmente observados en esa temporada. Pero las observaciones del l’Observatoire de la Côte Aquitaine (OCA), que analiza la evolución morfológica de las costas de la región desde hace más de veinte años, señalan que la costa retrocede "inexorablemente". De acuerdo con el Ministerio de Transición Ecológica y Solidaria, 26 kilómetros cuadrados de territorio metropolitano desaparecieron entre 1949 y 2005, el equivalente a 3.100 campos de rugby.

“La segunda región costera más atractiva en Francia, la costa de Aquitania es también la segunda fachada metropolitana más afectada por la erosión”, expresó Vital Baude, consejero regional de Europe Ecologie-Les Verts y delegado a la costa de la región de Nueva Aquitania. “En sus 240 kilómetros de costa arenosa que van desde el estuario de la Gironda hasta la desembocadura del Adur, la disminución alcanza un promedio de 1,70 a 2,50 metros por año, según un informe de la OCA de diciembre de 2016. Algunos episodios invernales son más impresionantes: las tormentas que azotaron Francia el 28 de diciembre de 2017 y el 1 y 4 de enero provocaron un descenso local de hasta 7 metros. La eliminación general de la costa de arena en la costa de Aquitania debería ser de unos 20 metros en 2025 e incluso más por el cambio climático”, según Le Monde.

Estas soluciones, como otras que se están adoptando en los Países Bajos o en el litoral atlántico de Norteamérica, aprovechan los ciclos de la naturaleza y la formidable fuerza del mar para ir posicionado las actividades en zonas con menor riesgo y son soluciones mucho más baratas que las tradicionales del hormigón, que se comprueba que además de ser caras no son eficaces. El mantener las marismas, el edificar mas lejos del mar, el aumentar los humedales, el ir configurando una costa mas resiliente, son soluciones de futuro. En la era de la inteligencia colectiva, del mayor conocimiento científico y de la máxima información a los ciudadanos, llaman la atención las continuas decisiones políticas negando la realidad.

Las imágenes de este año o las que acompañan este artículo pueden servir como “lección aprendida” para otros años y otras costas donde no haya sucedido nada este año, y también para empezar a aplicar sin retraso en nuestra costa, donde se ha edificado o permitido campings en ramblas o edificaciones en primerísima línea de mar, sobre zonas inundables, etc.; y que, con ciclos inexorables, cada cierto número de años, volverán a ser mar… En esta costa, lo sabemos todos, la codicia por un lado y por otro, la ignorancia de numerosos promotores, propietarios, responsables municipales, unida a la falta de reglas claras, bien vigiladas y sancionadas, han permitido numerosas edificaciones y propiedades que no solo incumplen la Ley de Costas, que dictó toda la sociedad en su día, sino la propia ley natural, que va a ser mucho más difícil de saltarse. Luego, todos los años hay lamentos.

 

Imagen tomada en la costa del Pacífico de Costa Rica en 2008. [Foto: Fernando Prieto]

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