En 2011, el periodista británico Owen Jones publicó Chavs: la demonización de la clase obrera, un análisis social que sacudió conciencias en el Reino Unido y más allá. Jones observó cómo en la Inglaterra contemporánea, la clase trabajadora había pasado de ser “la sal de la tierra” a convertirse en un blanco recurrente de desprecio, estereotipos y broma fácil. El término “chav” se popularizó para tildar de ignorantes, conflictivos e indignos a jóvenes de extracción obrera, reforzado por los medios, la política y la cultura popular.
Jones identificó tres grandes momentos en este proceso: el asalto neoliberal de Margaret Thatcher en los años 80, que desmanteló sindicatos y sectores industriales; la expansión del discurso meritocrático por parte del Nuevo Laborismo de Tony Blair, que diluyó toda referencia explícita a la clase y abrazó la idea de una sociedad “de clase media”; y el crecimiento de una narrativa donde el fracaso económico se achaca a defectos individuales antes que a consecuencias estructurales.
Ejemplos como la estigmatización mediática de los barrios obreros o el linchamiento público de figuras televisivas procedentes de esos entornos demuestran hasta qué punto el desprecio se ha normalizado y justificado.
Para Jones, este fenómeno no era sólo cultural, sino también político: deslegitima toda alternativa colectiva y allana el camino para que la extrema derecha seduzca a quienes sienten que nadie les escucha.
Algunos políticos y medios han extendido la idea de que “todos somos clase media”, invisibilizando desigualdades y achacando la precariedad al fracaso individual
ESPAÑA: EL ESPEJISMO DE LA CLASE MEDIA Y EL AVANCE DE LA ULTRADERECHA
Aunque el caso británico tiene sus singularidades, en España muchos de estos mecanismos reflejados por Jones son perfectamente reconocibles.
La demonización de la clase obrera en los medios, las bromas sobre “chonis” y “canis”, la ridiculización de la cultura de barrio o la criminalización sindical son síntomas de cómo la sociedad española ha renegado progresivamente de sus raíces de clase.
Algunos políticos y medios han extendido la idea de que “todos somos clase media”, invisibilizando desigualdades y achacando la precariedad al fracaso individual. Así, los jóvenes y adultos de origen humilde se distancian de cualquier identidad obrera, mientras los problemas estructurales —el empleo precario, la exclusión social o el estancamiento salarial— se trivializan o transforman en espectáculo.
Esta narrativa ha creado, además, un vacío peligroso: cuando la izquierda evita nombrar la desigualdad y abandona el discurso de clase, deja en bandeja a la extrema derecha el papel de “voz del pueblo”.
VOX y otras fuerzas ultras han explotado ese resentimiento, presentándose como los auténticos defensores de la dignidad popular, aunque sus verdaderos intereses sean ajenos a la justicia social.
La consecuencia es que sectores marginados, indignados por la falta de alternativas, encuentran en el neofascismo respuestas y pertenencia, mientras la izquierda se queda en la retaguardia del relato.
ESPERANZA Y RECONSTRUCCIÓN: UN HORIZONTE POSIBLE
No todo está perdido. El pensamiento de Owen Jones, lejos de caer en el pesimismo, invita a la acción colectiva y a la recuperación de la legítima dignidad obrera.
Propuestas como reivindicar el sindicalismo, fortalecer organizaciones vecinales y comunidades, y devolver a la agenda política el reconocimiento de la desigualdad estructural, son vías para restablecer el vínculo perdido.
Los medios deben abandonar la caricatura y mostrar la riqueza y diversidad de la vida popular; las instituciones educativas y culturales pueden poner en valor la historia y los logros colectivos de la clase trabajadora.
Sobre todo, la izquierda tiene la oportunidad de rectificar su deriva elitista: escuchar de nuevo a quienes sufren el paro, la precariedad o la vivienda inasequible, ofrecer proyectos materiales y emocionales inclusivos, y construir una narrativa donde la solidaridad, la igualdad y la acción colectiva sean valores irrenunciables.
Si algo enseña Jones, es que la lucha de clases —lejos de ser una reliquia— sigue latiendo en las plazas, barrios y fábricas. Basta con devolverle su protagonismo, ponerle cara y voz, y romper el cerco del olvido y el prejuicio.
La esperanza reside en la reconstrucción de la confianza, la solidaridad y el orgullo popular. No es sólo deseable: es imprescindible para que España no sucumba a la fragmentación, al resentimiento y al avance del neofascismo. El futuro pertenece a quienes no olvidan, ni permiten que otros lo hagan.
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José González Arenas es secretario de Medioambiente del PSOE de Córdoba.
En 2011, el periodista británico Owen Jones publicó Chavs: la demonización de la clase obrera, un análisis social que sacudió conciencias en el Reino Unido y más allá. Jones observó cómo en la Inglaterra contemporánea, la clase trabajadora había pasado de ser “la sal de la tierra” a convertirse en un blanco recurrente de desprecio, estereotipos y broma fácil. El término “chav” se popularizó para tildar de ignorantes, conflictivos e indignos a jóvenes de extracción obrera, reforzado por los medios, la política y la cultura popular.