Despotismo penoso

Òscar Banegas

El Ayuntamiento de Alpedrete (Madrid), gobernado por el PP y Vox, decidió hace unas cuantas semanas retirar el nombre de la plaza de Francisco Rabal y de la Casa de la Cultura Asunción Balaguer, sin duda dos leyendas de nuestro cine, vecinos de esta localidad durante gran parte de sus vidas y, como es sabido, militantes de izquierdas. ¿El motivo? Que eran actores progresistas con carné del Partido Comunista. Desde mi punto de vista, es una metedura de pata descomunal en la cual subyace, una vez más, el fanatismo y el sectarismo a los que la derecha, por desgracia, nos tiene ya tan acostumbrados. La decisión ha generado tantas protestas y críticas, incluso por parte del PP madrileño, que el consistorio ha tenido que dar marcha atrás y ha anunciado que los nombres de Paco Rabal y su mujer volverán a ser honrados en las calles. ¡Cabezas huecas, qué manera de hacer la pascua y el ridículo, nunca tenían que haber desaparecido!

Por supuesto, rectificar es de sabios, y bienvenida sea la restitución del nombre de dos personas muy queridas no solo por los vecinos de esta localidad de la sierra de Guadarrama, sino por el conjunto del país, que nos han dejado un legado cultural incalculable. Pero no tenemos que olvidar que PP y Vox han hecho lo que hacían los nazis, acabar con la memoria y atacar la cultura, como muy bien ha explicado uno de los hijos del matrimonio. Y tampoco se nos puede pasar por alto que la retractación se ha producido, según parece, no tanto por las quejas de familiares y amigos del mundo del teatro, ni siquiera por las manifestaciones masivas de los alpedreteños y de los seguidores y admiradores del murciano y la catalana, sino exclusivamente cuando desde Génova 13 y la presidencia de la Comunidad de Madrid le han tirado de las orejas al alcalde y le han hecho ver que su pretensión era, sencillamente, una canallada. Es decir, ha hecho falta que Isabel Díaz Ayuso publicara un mensaje en la red social X en el que se manifestaba totalmente en desacuerdo con la decisión tomada por su súbdito para que este, ipso facto, anunciara que en ningún caso pretendía minusvalorar la honorabilidad de estos dos artistas, y que en la Junta de Gobierno de este mes de mayo aprobarán el restablecimiento de la denominación de la plaza y del centro cultural. Perdón por la grosería, pero ¡tiran más dos tetas que dos carretas! El edil dijo, además, que obedecía, gustoso, a su jefa, según él "lo mejor que tenemos en España, junto con Alberto". Sin comentarios. 

La cultura tiene que ser libre y plural, decía el comunicado de la Donald Trump madrileña. Puedo decir que es la primera vez que estoy de acuerdo, y no es en absoluto fácil, con alguna de las tantas cosas que dice esta señora de verborrea fluida. Ahora bien, yo le pediría que diera un paso más. ¿Por qué no exige restituir los versos de Miguel Hernández en el memorial de las Trece Rosas del cementerio de La Almudena que en otra ostentación de radicalismo eliminó el Ayuntamiento de Madrid, presidido por el ahora bailarín de chotis Almeida, en febrero del 2020? ¿Por qué no se anima a pedir que sea reparada la obra maestra del extremismo cometido per la misma corporación municipal como fue la retirada de la placa que homenajeaba al ministro socialista Indalecio Prieto? Y, ya puestos, ¿por qué no escucha a las asociaciones de memoria histórica y permite colocar en la sede de la Comunidad de Madrid, donde tiene su despacho, un cartel que recuerde que aquel edificio fue un centro de tortura del franquismo? Estaría muy bien que lo hiciera, y que la presión ejercida sobre la máxima autoridad de la localidad de la Hoya de Villalba no quedara solo en una anécdota aislada.

No negaré la influencia que haya podido tener la Belén Esteban de la política española en la reversión de este atrevimiento sin sentido, ni tampoco la reprimenda, pública y privada, del PP nacional y autonómicos. Pero, indudablemente, después de semanas de indignación por parte de la familia, con una Teresa y un Benito Rabal combativos a ultranza en la defensa de la memoria de sus padres, la movilización popular y ciudadana, de compañeros del mundo de la cultura y el arte como Pepe Viyuela o Antonio Resines, de escritores nada sospechosos de ser izquierdistas como Arturo Pérez-Reverte, de la Unión de Actores y Actrices, del Ayuntamiento de Águilas (Murcia) y de los medios de comunicación que se han hecho eco, estoy convencido de que todo este apoyo ha tenido mucho que ver. Toda ayuda es poca. De nuevo, la derecha y la ultraderecha tratan de imponer sus ideas, anular a personas y reprimir valores. Es su modus operandi. Pero esto no es libertad, palabra estrella durante la campaña electoral del 2022 de la niña mimada del PP, sino censura. Y con represión y sin cultura no hay democracia. De hecho, no es la primera vez que lo hacen. El Partido Popular y Vox, tanto monta cortar como desatar, han censurado La villana de Getafe de Lope de Vega por supuestas insinuaciones sexuales, han cancelado la representación del emblemático Orlando de Virginia Woolf porque aborda la sexualidad femenina y la homosexualidad, han retirado de la programación de los Teatros del Canal el monólogo Muero porque no muero. La vida doble de Teresa, de Paco Bezerra, obra galardonada con el premio SGAE Jardiel Poncela... He aquí solo tres ejemplos de censura ideológica dentro de los dominios de la princesa de Chamberí. 

Aprendan que los nombres de Paco Rabal y de Asunción Balaguer no son una moneda de cambio barata y mezquina que puedan usar a su antojo

Fuera, en la Comunidad Valenciana sin ir más lejos, la tónica de la cancelación de la extrema derecha se ha hecho muy patente desde que dirige la Consejería de Cultura no un poeta o una escultora, no un dramaturgo o una actriz, no un director de cine o una cantante, sino un extorero que acaba de bautizar una ruta de senderismo con el nombre de general Moscardó, uno de los militares franquistas que se sublevó en Toledo en 1936. Así, a los cuatro meses en el cargo anunció que retiraría todas las ayudas a fundaciones que promocionan la literatura valenciana por no ser de su cuerda dogmática. Después, que no apoyaría a artistas y colectivos que usen el término País Valenciano porque no es legal, a pesar de que aparece en el preámbulo del Estatuto de Autonomía. El Ayuntamiento de Torrent, gobernado por la coalición reaccionaria, acordó que el auditorio municipal dejara de llevar el nombre de Vicent Torrent, músico del mítico grupo Al Tall. En Burriana, el concejal de Cultura, de Vox, eliminó las suscripciones de cinco revistas en valenciano de la biblioteca. El escritor Manuel Baixauli vio como el acto que tenía con estudiantes en el marco del ciclo Encuentros en la Biblioteca Valenciana era cancelado ve a saber por qué. Por no hablar del  borrado del mural que denunciaba el genocidio de Israel sobre el pueblo palestino en el barrio de Benimaclet de Valencia; la anulación de la Cabalgata de las Magas, conocida como la Fiesta de la Infancia, también en la capital valenciana; la supervisión por parte del Ayuntamiento de Fanzara (Alto Mijares) de las obras de arte urbano al aire libre... La lista de despropósitos en esta tierra es, desgraciadamente, inacabable, pero todos evidencian que esta gente que no sabe hacer la o con un canuto, con sus arbitrarias determinaciones, hace más mal que bien.

Sí, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con la lideresa madrileña: la sociedad española es cada vez más libre y más plural. Vivimos en democracia, y el pensamiento político de cada cual es independiente, personal e intransferible. Que el guionista y director murciano votara en vida a favor del comunismo es del todo indiferente casi veintitrés años después de su desaparición. Él y su esposa son patrimonio de todos, un símbolo, dos grandes referentes de las artes escénicas, estandartes de la cultura nacional e internacional, y por eso tienen que ocupar un lugar privilegiado no solo en Alpedrete, sino en las calles y en los auditorios de todos los municipios de España, porque esta pareja de intérpretes los dignificarán y serán un motivo de orgullo para esos lugares y sus habitantes. Sin embargo, se nota que el alcalde del PP y la concejala de Cultura y Patrimonio de Vox no han visto la interpretación de Rabal en Los santos inocentes (1984), ganador del premio al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de Cannes de aquel año, ni la de Balaguer en el musical Follies (2012), Premio Max 2013 a la mejor actriz secundaria. Si fueran más a los cines o a los teatros y no tanto a misa, de caza o a las corridas de toros, otro gallo cantaría.

Señoras y caballeros, aunque ustedes la desprecien, la cultura es intocable. Aprendan que los nombres de Paco Rabal y de Asunción Balaguer no son una moneda de cambio barata y mezquina que puedan usar a su antojo. Lean, y empiecen, por ejemplo, por el poema Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca, poeta universal asesinado por el odio fascista. Precisamente Francisco Rabal, con esa voz potente y majestuosa tan característica, recitó esta composición desde la plaza Mayor de Madrid en 1993. La repetición constante, cada dos versos, del famoso estribillo a las cinco de la tarde es impactante y conmovedora. Una actuación maravillosa para el alma y para el sentido del oído que pone la piel de gallina, un deleite sin parangón. Otro gran escritor, Milan Kundera, dijo que "la cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, la manera de pensar y vivir". Por favor, respétenlo y hónrenla.

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Òscar Banegas es filólogo y trabaja como técnico lingüístico en el Servicio de Lenguas de la Universidad de Alicante.

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