El dolor de la prostitución

Leticia Dolera

En tiempos de trinchera y confrontación emocional, donde el desacuerdo es más noticiable que el pacto, hay un lugar del tablero donde izquierda y derecha parecen coincidir, al menos de facto: el no-abordaje de la violencia sexual extrema que supone la prostitución.

No parecen sonrojarse lo suficiente nuestros diputados y diputadas cuando leen que España es el prostíbulo de Europa. O por lo menos no como para votar a favor de medidas que cambien esta realidad que afecta a miles de mujeres.

Y no me refiero a iniciativas asistencialistas, sino a medidas abolicionistas que cambien este paradigma violento. Las mismas que ya se han implantado en otros países y se han probado como efectivas y transformadoras.

El “modelo nórdico” implantado en Suecia, Noruega, Islandia, Canadá, Irlanda del Norte o Francia, que despenaliza a la persona prostituida y responsabiliza a compradores, proxenetas y burdeles, es un modelo integral que consta de un plan de restauración de las víctimas y que ya ha demostrado que salva vidas. Ni aumenta la trata, ni aumenta la peligrosidad. Al contrario.

En cambio, en países donde se ha regulado la prostitución no han disminuido ni la trata ni la violencia. En Alemania, que tiene una ley regulacionista, los datos oficiales dicen que el 90% de las mujeres en prostitución son traficadas y forzadas a prostituirse.

Quizás ser abolicionista no da votos, tiene sentido cuando cerca de un 35% de los hombres españoles reconocen haber consumido prostitución. O quizás conviene tener de tu lado al lobby proxeneta; hablamos de un negocio que mueve cerca de 5 millones de euros al día en España.

El caso es que mientras debatimos y esperamos a que se apruebe la Propuesta de Ley Orgánica presentada por el PSOE para prohibir el proxenetismo o a que se hagan las rectificaciones del Anteproyecto de Ley contra la trata…, miles de mujeres y niñas son violadas a cambio de dinero en nuestras ciudades. Mientras tú lees esto. Y mientras yo lo escribo.

Quizás ser abolicionista no da votos, tiene sentido cuando cerca de un 35% de los hombres españoles reconocen haber consumido prostitución

¿Dónde queda el compromiso ético con los derechos humanos, con los derechos de las mujeres? Recalco lo de ético porque al abolicionismo se le tacha de moralista, cuando precisamente la única moral que defiende al sistema prostitucional es la moral patriarcal, que por costumbre y tradición ha naturalizado el alquiler de mujeres.

Y me vuelvo a parar aquí para recalcar la palabra mujeres, mujeres y no solo cuerpos, como se dice muchas veces. Porque cuando un hombre alquila el cuerpo de una mujer, ella sigue ahí dentro, habitándolo, con todo su ser. Persona y cuerpo son indivisibles y, precisamente por eso, muchas supervivientes de prostitución padecen disociación (desconexión entre la mente y la realidad del momento presente), pues tuvieron que disociarse para sobrevivir a los abusos sexuales de los puteros. Y esto no es opinión, ni moral, es la realidad. La prostitución tiene terribles consecuencias psicológicas y físicas de tipo crónico. Un estudio elaborado en nueve países concluyó que el 71% de las mujeres habían sido agredidas físicamente mientras eran prostituidas; el 89% querían salir de la prostitución pero no tenían alternativa para sobrevivir; el 75% habían estado sin hogar en algún momento de sus vidas; y el 68% sufría Trastorno de Estrés Postraumático.

Reconocer el sufrimiento, el abuso y la violencia que sufren las mujeres prostituidas no es ser moralista, es mostrar respeto por ellas y verlas como a iguales.

En el empeño por desacreditar la postura abolicionista, también se tachan de racistas sus propuestas legislativas, se dice que acabando con la demanda de prostitución se acabará con el sustento económico de mujeres migradas y sin papeles. Pero lo racista es querer para ellas lo que no quieres para ti o creer que la prostitución es su única salida. Racista es que los proxenetas se aprovechen de su vulnerabilidad administrativa o que los puteros las clasifiquen por: “chinita con buen ano, latina tetas gordas, colombiana la mama sin condón, negra ninfómana, rumana con pinta de menor” (todo esto sacado hoy mismo de foros de puteros). Por eso el abolicionismo plantea cambios en la ley de extranjería.

Otra forma de desacreditar el abolicionismo es tacharlo de paternalista y decir que no estamos dejando a las mujeres ser libres. Pero, ¿de la libertad de quién estamos hablando? La única libertad que el abolicionismo pone en jaque es la de los hombres a alquilar mujeres y la de los proxenetas a venderlas. Pero es que, además, según datos de la Fiscalía, en España, entre el 95 y el 98% de las mujeres en situación de prostitución vienen de contextos de extrema vulnerabilidad y muchas de ellas han sufrido violencia sexual en la infancia o la adolescencia. Hablar de libertad sin contexto, de decisiones individuales silenciando los sistemas de poder que operan en ellas, va a perjudicar siempre a las más vulnerables.

Y si estás pensando, como es natural, que no es lo mismo prostitución que trata, debes saber que existe una interrelación sistémica entre ambas. La prostitución alimenta la trata de mujeres y niñas, sobre todo de entre 13 y 25 años. ¿Por qué? Dicho de manera directa: porque no existen tantas putas voluntarias, tantas mujeres dispuestas a ser penetradas por vagina, boca y ano, por varios hombres a los que no desean, hora tras hora, día tras día, sufriendo desgarros vaginales, hongos o embarazos no deseados, y teniendo que recurrir a las drogas y al alcohol para soportarlo.

Regular la prostitución supone equiparar a proxenetas con empresarios y a las mujeres con mercancía. Seguir en el terreno alegal actual supone dar carta blanca a la violencia sexual. Y esto no va a parar; sabemos que ahora los puteros piden “producto local” y obtenerlo es menos arriesgado que engañar a mujeres que vienen de otros países. Por eso el proxenetismo está en campaña de captación de chicas españolas a través de charlas en universidades y de vídeos en redes sociales. Si tienes hijas o sobrinas, pregúntales si han visto en TikTok a la chica que se vanagloria de haberse hecho rica vendiendo fotos de sus pies. A mí y a mis amigas nos ha llegado a través de Instagram. Evidentemente, después de las fotos de los pies viene todo lo demás. El sistema prostitucional vende a las niñas la idea de que tienen un capital sexual y que venderlo las va a empoderar. Lo que no les cuenta es toda la misoginia y abuso que hay detrás. El mismo sistema les dice a los hombres, cada vez más jóvenes, que el consentimiento se puede comprar y que tienen derecho a alquilar mujeres para hacer con ellas lo que les apetezca, incluidas las prácticas violentas que ven en el porno y que, de otra manera, tienen muy complicado realizar. Todo ello repercute en la sociedad y en las relaciones entre hombres y mujeres, en los niveles de igualdad.

De verdad, no entiendo qué más hace falta para que esto cambie. Ya lo están haciendo otros países de nuestro entorno. Las supervivientes están alzando la voz, con lo re-traumatizante que es para ellas, algunas incluso recibiendo amenazas por parte de sus exproxenetas. Todas describen lo vivido en los burdeles y polígonos como tortura y/o abuso sexual.

Si no me crees, escúchalas a ellas. Este viernes presentan una carta en el Congreso donde exponen los motivos, con argumentos, datos y fundamentos jurídicos, donde explican por qué es urgente una ley abolicionista. Estoy segura de que cualquier persona decente que la lea no podrá quedarse de brazos cruzados. Y en el Congreso hay muchas personas decentes. Si alguna me está leyendo, por favor, por un compromiso ético, porque ustedes, señorías, pueden y porque es su responsabilidad, pónganse en marcha. Es urgente.

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Leticia Dolera es actriz, guionista, directora de cine y escritora, autora de los libros 'Morder la manzana' y 'Voces que cuentan', editados por Planeta.

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