Somos Europa (y queremos seguir siéndolo)

Para nosotros ser Europa no es una abstracción. Es una aspiración. A un espacio común de derechos, de libertades. A una construcción social y política para la libertad, la democracia, la paz, la igualdad, la diversidad, la convivencia. Lo dijo el presidente brasileño Lula da Silva: “La Unión Europea es un patrimonio de la humanidad”.

Ese patrimonio no se refiere solo ni principalmente a unas instituciones. Sino a una forma de organizar la vida en común, una democracia social que sea digna de tal nombre. 

Padecer una enfermedad y que la comunidad te cure porque existe un derecho a ello; poder formarse, se tengan o no recursos para ello, porque existe un sistema que lo permite; regular el empleo con derechos y no con la lógica de la mercancía; poder elegir democráticamente a quien nos represente en las instituciones; poder pensar distinto, incluso distante, pero convivir en paz.

Estas reglas tan básicas son parte, deben ser parte de nuestra forma de vivir. Pero no nos engañemos. Han sido una excepción –en el espacio y en el tiempo– en la historia de la humanidad. Ese es nuestro patrimonio, parafraseando a Lula.

Y ese patrimonio está siendo acosado. Desde fuera y desde dentro. La agresiva política impulsada por la Administración Trump, su previsible complicidad con el belicismo de Putin en el este, o la irrupción del nacionalismo antieuropeo y reaccionario en nuestros propios países, son muestras de ello. Sí, no nos engañemos. Tenemos al caballo de Troya dentro de la ciudad en forma de nuevas manifestaciones de extremas derechas. Y su objetivo es quebrar definitivamente la Unión Europea y los modelos sociales surgidos en la segunda parte del siglo XX.

Tampoco esta Europa ha estado ni está siempre a la altura de las circunstancias. Es manifiesta la necesidad de profundización democrática, del fortalecimiento moral ante situaciones como la emigración, el asilo, o la insuficiente toma de posición como Unión ante masacres intolerables como la que se está cometiendo contra el pueblo palestino. Hace poco más de una década fue el poder europeo quien dictó crueles recetas de sufrimiento económico que generaron desigualdad, desafección y recesión.

El mundo es multipolar. Somos una sociedad abierta y no temerosa; acogedora y no caníbal. Pero no somos ingenuos.

No nos resignamos. Ni a la regresión que planifican los nuevos bárbaros ultras, ni a las insuficiencias del modelo actual. Reivindicamos Europa como una construcción de valores que debe ganar autonomía en el mundo. Se resquebraja el orden surgido tras la Segunda Guerra Mundial. El mundo es multipolar. Somos una sociedad abierta y no temerosa; acogedora y no caníbal. Pero no somos ingenuos.

Hay que reforzar las capacidades europeas. Industriales, energéticas, en política exterior, en seguridad (que es mucho más que defensa, que a su vez es mucho más que la errónea política del rearme sin además haber definido un modelo de seguridad europeo). Reivindicar un modelo social para Europa, que no puede ser el sacrificado del nuevo contexto. Nuestra identidad como ciudadanía europea no parte de vínculos atávicos, sino de los vínculos de ciudadanía que emergen de un modelo social, y a la vez son condición necesaria para su reproducción y mejora.

Pero como condición previa hay que fortalecer la democracia, la convivencia y la fraternidad, y a ello estamos apelados como ciudadanía europea. Por eso nos manifestamos. Por lo que somos y por lo que aspiramos a ser. Somos Europa porque somos tú y yo. Mucho más que dos. Juntémonos en las calles.

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