Lodos y fangos en las residencias

Alejandro Salado

Se cumplen ya dos años de la entrada de la covid en nuestras vidas. Nos hemos visto obligados a cambiar nuestros hábitos, que definen nuestra personalidad. Hemos renunciado a muchas de las cosas importantes que como seres sociales necesitamos: familia, amigos, celebraciones, cuidados…, incluso en periodos relativamente cortos, nuestro único derecho/obligación ha sido el trabajo, sometiéndonos a un confinamiento muy complicado para muchos. Hemos sufrido fallecimientos de seres queridos en un contexto muy complicado, viviendo unos duelos muy patológicos. Resaltar que a todos, de alguna manera, la pandemia nos ha afectado negativamente. Aunque, afortunadamente, parece que la situación de epidemia ha perdido letalidad.

Con este escrito quiero seguir denunciando, como llevo haciendo muchos años, la precariedad del sector de la dependencia y las residencias, por sus malas prácticas, por la falta de personal necesario, por la falta de investigación y cierre de los procesos importantes que se deberían llevar a cabo, por los tratos degradantes... También denunciar la violación de derechos que sufre una parte de la población, que al parecer no son los mismos que los del resto de los ciudadanos, simplemente por su situación de vulnerabilidad y por estar en centros residenciales. Entre todos deberíamos limpiar este mundo tan turbio, lleno de fango y lodo.

Como trabajador de residencias y profesional del sector sanitario y del sector social, decidí hace varios años luchar, denunciar y concienciar sobre la situación tan alarmante que se está dando. Esta decisión me ha traído muchos problemas personales. He pasado dos procesos judiciales perdiendo dos trabajos, siendo el último proceso judicial un infierno. Fui trabajador de Sanyres de San Lorenzo del Escorial durante 6 años, empresa que supuestamente compró el grupo Orpea, obligándome después de mucho sufrimiento durante más de tres años a rescindir mi contrato. Tuve que recibir terapia y tratamiento con psicofármacos por el desgaste emocional derivado de su forma de trabajo y por la situación tan lastimosa que allí se vivía. Me han obligado a recibir un trato degradante por parte de la dirección. Me han vulnerado mis derechos como trabajador en materia de prevención y riesgos laborales. Se han inventado intentos de sanciones y partes disciplinarios muy graves injustificados, tratándome de degradar como persona. Han estado tiempo castigándome sin guantes de mi talla con el pretexto de que era festivo y no llegaba el pedido, obligándome a costeármelos yo mismo. Pero lo peor de todo, me han obligado y estoy obligado a seguir sufriendo por un sector al que amo.

Continúo ayudando a familiares y trabajadores, apoyando desde fuera, en una lucha que debería ser de todos, ¡porque son nuestros padres y abuelos, porque seremos nosotros el día de mañana, porque es un sector muy importante para la sociedad!

Ha sido un proceso muy doloroso porque sucedió antes y durante el estallido de la covid, viviendo una situación muy violenta, que judicialmente ya estaba avisada. Tuve que aceptar la omisión de socorro con la friolera cifra de cincuenta y dos fallecidos, personas a las que conocía y cuidaba día a día, personas que hacían de unión entre trabajadores y sus familiares, creando un vínculo muy grande. Es indescriptible el sufrimiento que han creado.

En noviembre de 2019 y en primera instancia perdí el caso. En junio de 2020, después de aquella aberración, me dieron la razón a medias, dejándome rescindir mi contrato y pudiéndome ir con mi desempleo, dándome una pequeña indemnización, sin reconocerme moobing. Pero lo peor de todo es que continúan sin solucionar estos problemas, vulnerando los derechos de los residentes, decidiendo sobre sus vidas, haciendo una distinción entre tipos de ciudadanos, teniendo un aislamiento y privación de derechos excesivamente largo para el poco tiempo que les queda en sus vidas. Todo esto les ha afectado psicológicamente, pero también son claras las pérdidas físicas y de salud que están teniendo.

Mucho años antes de que se detectara la pandemia, ya sufríamos una “enfermedad” muy grave en el sector de la geriatría y las residencias. Una situación que sumando diferentes factores y con la entrada del virus, crearon el mejor arma letal; atentando directamente contra los más vulnerables. La situación y el contexto social eran muy complejos: personas vulnerables cuidando a residentes vulnerables, con familias en un estado vulnerable, controlado por gente poderosa.

Poco a poco y con mucho trabajo, estamos descubriendo que el problema es generalizado. Por desgracia, van muy unidas la afectación y la incidencia de fallecidos a ciertos grupos empresariales y sus políticas de atención y cuidados

A día de hoy he publicado varios artículos, también me han entrevistado periodistas en varias ocasiones. He denunciado tanto en vía judicial como pidiendo explicaciones a Fiscalía. He defendido los derechos junto con una plataforma de familiares. Por otro lado me he unido a diferentes plataformas y asociaciones para recibir ayuda mutua. Tengo un proceso judicial como testigo de una compañera, que ha pasado por una situación parecida, y su salud no es buena. Poco a poco y con mucho trabajo, estamos descubriendo que el problema es generalizado. Por desgracia, van muy unidas la afectación y la incidencia de fallecidos a ciertos grupos empresariales y sus políticas de atención y cuidados.

Llevo años limpiando el lodo y fango de una forma activa, tengo que agradecer a mucha gente con la que me he cruzado y me ha ayudado, brindándome su confianza e implicación en este proceso tan largo y doloroso: periodistas, extrabajadores, familiares, asociaciones y plataformas…

También quería agradecer personalmente a una compañera, ex trabajadora y gran persona, que me ha dado permiso y ha colaborado exponiéndose y escribiendo la siguiente carta que envió a la sede de Orpea. Ella misma me comunicó que nunca obtuvo respuesta:

Buenas tardes.

Soy María de la Fuente, enfermera que ha estado trabajando en Orpea de El Escorial desde diciembre 2019.

No quería irme sin antes contar mi experiencia como enfermera estos seis meses, porque aunque yo ya no voy a trabajar más aquí, me gustaría que la situación cambiara por todos aquellos compañeros que sí que lo van a seguir haciendo.

Llevo ocho años trabajando como enfermera y os prometo que nunca me he ido de un trabajo con tan mal sabor de boca como aquí.

Obviamente no han sido meses fáciles debido a la situación del Covid, pero mi descontento es principalmente por la directora de esta residencia.

Voy a intentar ser breve ya que si no podría escribir diez páginas contando ejemplos y vivencias, pero voy a intentar resumirlo lo máximo posible.

No entiendo, de verdad, cómo una directora puede dormir tranquilamente por las noches, una persona que su tónica del día a día son gritos delante de los compañeros, amenazas: “si no te gusta la política de Orpea ahí tienes la puerta”, y malas formas. Creo que todos nos merecemos educación, respeto, un poco de humanidad y empatía, especialmente en estos momentos tan delicados.

Desde que empecé a trabajar siempre ha habido falta de personal, y aun así, se ha sacado el trabajo adelante, nunca agradecido por cierto.

Como dije anteriormente, hablo por mí, he tenido que aguantar: amenazas, gritos, manotazos en la mesa, que me juzgara como enfermera y peor aún como persona cuando no me conoce de nada. Afortunadamente tengo testigos que lo pueden verificar; si no, desgraciadamente, sería mi palabra contra la suya.

Desde el principio que empecé, ya me avisaron que si “me quedaba callada me iría bien, pero que si hablo/digo lo que pienso, no me iría tan bien”. Me considero una persona que nunca he tenido problemas en otros trabajos, me voy de aquí con la conciencia muy tranquila. Me llevo muy buen recuerdo de los residentes/familiares y mis compañeros de trabajo, y si tienen alguna duda de ello, le animo a que pregunte a los residentes y a mis auxiliares de por la noche.

Hemos tenido que utilizar la misma mascarilla durante 15 días de trabajo, en resumidas cuentas, hemos tenido falta de EPIS (lo cual ella niega, y dice que no pasa nada por utilizar una misma mascarilla 15 días), poniendo nuestra salud, la de los residentes y nuestros familiares en riesgo. Yo personalmente, he estado saliendo todas las mañanas media hora tarde debido al cambio de horario de las enfermeras de la mañana. He venido a pinchar a los trabajadores en mi único día libre de la semana larga. No he faltado ni un solo día a trabajar, aun teniendo motivos para hacerlo por no encontrarme bien. He tenido que llevar a la técnico de farmacia al centro de salud para que dejara las analíticas... me he dejado la piel trabajando aquí para que luego se diga que todo se va a ver recompensado económicamente con un plus, que nunca hemos recibido, ya que como dice ella: “solo se lo merecía una enfermera”. ¿Qué pasa…? ¿Que el resto no…? ¿Me lo puedes explicar Sra. Directora? Sinceramente, y por favor créanme, que afortunadamente a día de hoy, no trabajo por dinero, trabajo por tener la mente ocupada, por sentirme bien. De verdad que he hecho mi trabajo bien, porque va con mi persona. No por recibir el plus, pero no me parece correcto que solo una persona lo reciba, y al resto ni siquiera se nos dé algo a modo de “gracias por vuestro esfuerzo”.

Os invito también a que preguntéis a los residentes, sobre la opinión que tienen de la directora. Hay una residente, a la que tengo mucho cariño, y que ella me ha pedido que su vivencia salga a la luz... Una residente que está bien cognitivamente y que le encantaría que la escucharais... os invito a que lo hagáis... la directora fue a su habitación y según cuenta la residente, que me lo cuenta llorando, la directora aparentemente la tachó de mala persona y mala madre y la dijo “que se metiera el dedito por el culo…”. La residente me dijo que le gustaría denunciarla.

Una directora que habla mal a mis compañeros porque cuando van a fichar por la noche, no guardan la distancia oportuna, pero eso sí, una directora que cuando es el cumpleaños de su hija, se ponen todos a hacerse fotos en la residencia, todos juntitos, pasándose el virus los unos a los otros… No tiene sentido.

Una residencia donde como dice una referente: “Tengo fotos que lo demuestran…”. Si aquí todo va así, en lugar de decirle a tu compañero: "Buenos días, cómo te ha ido la noche, mira una cosa, que en esta habitación encontré una pastilla, o esta habitación se ha quedado un poco desordenada", nada, aquí va todo con fotos y amenazas y malas formas, que, además, que yo sepa es ilegal hacer fotos ¿verdad?.

En fin, que podría extenderme mucho contando más ejemplos y vivencias mías y de mis compañeros, pero os invito a que si tenéis alguna duda o queréis más información, que me llaméis a mi teléfono personal, no tengo problema ninguno en daros las explicaciones que creáis oportunas.

Es una PENA que una residencia tenga que estar dirigida por una persona que hace que el ambiente de trabajo sea tenso y malo. Es una pena que no haya respeto, humanidad, empatía...

¿Eso es lo que queréis para los residentes y los trabajadores?

Como dice la directora, “si no te gusta la política de Orpea ahí tienes la puerta...” Señora directora, no es que no me guste la política de Orpea, no me gusta TU política y por eso me voy, pero eso sí, con la conciencia tranquila y la cabeza muy alta.

Esta carta va por mí y por todos aquellos compañeros que me han animado a que la haga para ver si hay un poco de suerte y cambia la situación.

Muchas gracias por leerme, y vuelvo a repetir que no tengo ningún problema en que me contactéis si queréis contrastar información o cualquier tipo de duda que tengáis al respecto.

Un saludo.

María de la Fuente

Es un testimonio más de una trabajadora de esta residencia, en la que previamente y durante la pandemia, se había denunciado la situación tan extrema que se estaba dando. En la que fallecieron 52 personas, y en la que todavía no se ha investigado si hay relación y agravamiento por estas malas prácticas. Todo esto sumado a los escándalos de la compañía en Francia.

¡Ayúdanos a limpiar el fango y el lodo que socialmente sufre un colectivo de la población, exige responsabilidades e investigación!

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Alejandro Salado es trabajador de residencias y profesional del sector sanitario

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