Los medios de comunicación hablan del aumento de temperaturas, los incendios forestales, las secuelas de la Dana de octubre, de tal o cual espacio natural agredido por la codicia humana o empresarial. En otras ocasiones cuentan atropellos con calificativos tan enormes que sepultan las posibles sanciones: el aire en las ciudades, la salud atacada por gases nocivos, la contaminación de aguas continentales y oceánicas. Ante las cuales se siente un sinvivir, se paraliza la acción comprometida. A veces, el gran impulso personal es quedarse quieto, todo parece demasiado grande para tratar de actuar. Si hablamos del cada vez más evidente cambio climático se paraliza hasta el conjunto de neuronas que favorecen el desarrollo de la actitud.
Puede que entonces necesitemos cambiar nuestro punto de vista, la perspectiva debe ser más pequeña y personal. Para lograrlo vendrá bien desmenuzar la enormidad del asunto. Serviría como experiencia estimulante analizar un asunto concreto, con mayor proximidad y detalle. Si vives en el medio rural lo tienes más fácil, pero incluso en la ciudad se puede experimentar la gratitud de la vida. Toda esa vegetación que nos encontramos durante un paseo urbano nos está llamando para reconocerla más, incluso saber su nombre; al menos valorar que ella también ha debido adaptarse a situaciones problemáticas. Una flor es la expresión de futuro, un fruto la esperanza hecha realidad en forma de semillas.
Puede que necesitemos cambiar nuestro punto de vista, la perspectiva debe ser más pequeña y personal. Para lograrlo vendrá bien desmenuzar la enormidad del cambio climático
En bastantes ciudades de España ya puedes utilizar transporte urbano casi cero emisiones, quizás te has comprado coche eléctrico o híbrido, puedes caminar por calles peatonalizadas con menos ruidos. Esas pequeñas miradas son micromomentos que nos descargan ansiedades. En casa cuidáis el consumo de energía para mitigar el cambio climático. Incluso camináis un poco más para comprar alimentos de cercanía. Habéis renunciado a acudir a las grandes superficies de fuera de las ciudades porque notáis alguna mejora de vuestro barrio, o hay cerca un rincón apacible frente al calor. Habéis vencido la tentación de adquirir alimentos sobre plastificados.
Son un conjunto de detalles que realmente puedes hacer a cualquier hora, todos los días. Seguro que no vas resolver casi nada de golpe, el cambio climático seguirá. Quizás alguien apunte en su diario el recuento de la diferencia. Centrarnos en esos detalles elimina ecoansiedades, puede hacer que el panorama general parezca menos desesperanzador y reconozcamos reformas macro. Fuera culpabilidades de otros. ¡Allá ellos!
Se me olvidaba, el 5 de junio es el Día Internacional del Medioambiente.
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Carmelo Marcén Albero es doctor en Geografía por la Universidad de Zaragoza y especialista en educación ambiental y metodología educativa.
Los medios de comunicación hablan del aumento de temperaturas, los incendios forestales, las secuelas de la Dana de octubre, de tal o cual espacio natural agredido por la codicia humana o empresarial. En otras ocasiones cuentan atropellos con calificativos tan enormes que sepultan las posibles sanciones: el aire en las ciudades, la salud atacada por gases nocivos, la contaminación de aguas continentales y oceánicas. Ante las cuales se siente un sinvivir, se paraliza la acción comprometida. A veces, el gran impulso personal es quedarse quieto, todo parece demasiado grande para tratar de actuar. Si hablamos del cada vez más evidente cambio climático se paraliza hasta el conjunto de neuronas que favorecen el desarrollo de la actitud.