VIOLENCIA MACHISTA
Glosario sobre las ‘charos’ o cómo el odio misógino retuerce el lenguaje para atacar a las mujeres
El odio misógino es capaz de desplegar toda una cuidada artillería contra las mujeres, especialmente las feministas. Con las redes sociales como principal alianza, el discurso ultra ha demostrado en los últimos años su habilidad para retorcer el lenguaje y ejercer una forma de violencia verbal sin precedentes contra ellas. Ya no sólo las llaman "putas", "gordas" o "feas". Ahora al feminismo incómodo lo ridiculizan, humillan y machacan encuadrándolo en una categoría en auge: las conocidas como charos.
El Instituto de las Mujeres se ha propuesto desentrañar este fenómeno, a través del estudio Análisis del discurso misógino en redes. Una aproximación al uso del término "Charo" en la cultura del odio, publicado este jueves.
Que la misoginia ha encontrado acomodo en las redes no es ningún secreto. La conocida como manosfera ha ido ganando terreno en el espacio online, consolidándose como "una reacción ante la pérdida de privilegios patriarcales" y ofreciendo "a muchos hombres un espacio donde se legitima su malestar", detalla el estudio. En ese contexto, "el discurso misógino se reproduce y amplifica, afectando la imagen social de las mujeres y normalizando la desigualdad, la violencia y la discriminación".
Cristina Fallarás, Irene Montero, Juana Rivas
Mediante su Observatorio de la Imagen de las Mujeres, la institución dependiente del Ministerio de Igualdad ha detectado un "repunte del discurso patriarcal más agresivo" a través de las redes sociales, donde el anonimato dota de especial impunidad a quienes difunden discursos de odio. Los mensajes misóginos detectados, abunda la investigación, "se despliegan en forma de agresiones verbales, amenazas y expresiones de desprecio y denigración hacia las mujeres, alcanzando niveles de violencia simbólica sin precedentes en comparación" con la publicidad y los medios tradicionales.
Los principales blancos de estos ataques son, como es evidente, las mujeres con proyección pública y discursos marcadamente feministas. Aquellas que utilizan su altavoz y autoridad para confrontar, desmentir e impugnar los discursos machistas. El informe menciona a periodistas, escritoras y analistas políticas como Cristina Fallarás, Silvia Intxaurrondo o Sarah Santaolalla; a responsables políticas como Irene Montero o Pilar Alegría, así como a mujeres víctimas de violencia machista como Juana Rivas. Los ataques hacia todas ellas, analiza el Instituto de las Mujeres, ilustran un mismo patrón: "La reproducción de narrativas misóginas que infantilizan a las mujeres, deslegitiman sus logros, cuestionan la igualdad desde el victimismo y reafirman la supremacía de lo masculino".
Así, bajo un mismo insulto se agrupan "mujeres diversas que comparten un rasgo común: alejarse de las expectativas y roles de género asignados y ocupar un espacio público desde posiciones feministas". Se trata fundamentalmente de arrinconar a las mujeres que ocupan espacios tradicionalmente reservados a los hombres para aleccionarlas y en última instancia expulsarlas, disuadiendo así a todas las demás.
De feminazis a 'charos': el valor del lenguaje
Las conclusiones del Instituto de las Mujeres son claras: en los últimos años se ha registrado "un auge de un lenguaje misógino que, con distintos grados de evolución, busca definir y descalificar a las mujeres". Y en esa batalla todo vale. El insulto misógino feminazi –utilizado incluso en tribunas políticas e institucionales– ha dado alas a las charos y todas sus variantes. Se trata de "agresiones verbales" que actúan como "pequeños discursos virales hasta convertirse en etiquetas genéricas que funcionan como mecanismos de desacreditación del feminismo, contribuyendo a frenar los avances en materia de igualdad y derechos humanos".
En un artículo publicado en El Debate, el periodista Luis Ventoso hacía la siguiente reflexión: "El Ministerio de Igualdad tiene ahí colocadas unas charos subvencionadas que se dedican a rastrear todo lo que publican los periódicos, para vigilarlos, echarles la bronca y asustarlos".
Una simple búsqueda en la red social X muestra una cuenta con más de cinco mil seguidores que comparte un vídeo de animación titulado Charo. En él, la representación de una mujer que porta insignias LGTBIQ+ y por Palestina, habla de cambio climático, puntos violetas y repite el lema sólo sí es sí. Otro usuario, con más de dos mil seguidores y el lema "Dios, Patria y Familia" en su biografía, habla de un "discurso de charo" para referirse a discursos progresistas. Otro con 72.000 simpatizantes responde a la politóloga Arantxa Tirado con una imagen en la que se puede leer "Ok Charo".
En otro tuit, el ultra Vito Quiles menciona a la exministra Irene Montero diciendo "esta charo está obsesionada conmigo". Y el diputado de Vox en el Parlament de Catalunya Alberto Tarradas criticaba, recientemente, el uso de dinero público para proyectos de "seguridad feminista" comparándolo con "la versión charo de la Patrulla Canina".
Pero, ¿cómo se populariza este concepto y por qué está siendo utilizado por los representantes del antifeminismo?
'Charo' como forma de violencia verbal
Año 2011. La conocida web machista Forocoches publica el comentario de un usuario. En él, se describe a una charo como una "mujer soltera o divorciada, de más de 30 o 35 años, generalmente sin hijos, siempre amargada y viviendo sola". El término levantó ovaciones entre los hombres que frecuentan el foro. En las mismas fechas, otro usuario amplía la definición y propone algunos añadidos: "Funcionarias de la Administración y del ámbito educativo, fans de Carmen Machi, Lucía Etxebarria o Maruja Torres y seguidoras de El País y la Cadena Ser".
Casi quince años después, el concepto ha sido manoseado por los discursos misóginos, dando lugar incluso a derivaciones como charía o charocracia. "Estas extensiones del concepto muestran su consolidación como categoría despectiva y su capacidad para estructurar un léxico propio dentro de la misoginia digital", dibuja el Instituto de las Mujeres.
El término comienza a popularizarse en un momento clave: cuando el movimiento feminista deja atrás la connotación negativa con la que cargó durante décadas, analiza el estudio. Las protestas masivas, las movilizaciones y las reformas institucionales de hace unos años llevaron al feminismo a un lugar privilegiado, visible e influyente. Así que la reacción no tardó en aparecer. El término charo comienza entonces a "proliferar con mayor frecuencia en las redes sociales, convirtiéndose en un recurso habitual para desacreditar y ridiculizar a las mujeres que sostienen o representan dichos avances".
El uso consciente de charo se distingue de otros insultos explícitos porque "está despojado de la violencia verbal directa", enfatizan las autoras del informe. Sin embargo, esa "aparente inocuidad conlleva que se use con total impunidad". La mayoría de las veces se hace además utilizando la parodia y la ironía como "vehículos para difundir mensajes despectivos y simplificados" sobre las feministas. Charo opera, en síntesis, como "significante vacío que permite aglutinar diversos resentimientos masculinos".
Y por eso es tan popular entre la extrema derecha. "Troles, nacionalistas blancos, autodenominados activistas por los derechos de los hombres, teóricos de la conspiración, colectivos religiosos, colectivos de extrema derecha conforman la gran diversidad de actores que se integran en la organización de campañas coordinadas y coinciden en motivaciones derivadas de ideologías extremistas, convicciones religiosas u objetivos políticos, sociales o económicos", recoge el Instituto de las Mujeres, reproduciendo las reflexiones de la Relatora especial de las Naciones Unidas sobre la libertad de opinión y de expresión, Irene Khan.
"Cualquier mujer puede ser etiquetada como 'charo"
En ese contexto, sintetiza el estudio, "cualquier mujer puede ser etiquetada como charo por el simple hecho de participar en redes sociales con un perfil público y defender posturas feministas o progresistas".
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Como consecuencia, se construye un "mensaje negativo cuyo propósito es disuadir a cualquier mujer de acercarse al feminismo", encasillando a las feministas en una categoría de mujeres "supuestamente no deseables o socialmente rechazadas". Cumple, por tanto, una doble función: "Opera como un mecanismo de bloqueo individual y como una estrategia de deslegitimación colectiva".
En diciembre de 2022, otro vídeo corría por las redes sociales, también bajo el título de Charo. Esta vez no era de animación y la intencionalidad era diametralmente opuesta al vídeo anteriormente mencionado: se trataba de resignificar el término para hacer bandera de él. Una estrategia clásica, utilizada tradicionalmente por las feministas y el colectivo LGTBIQ+. El anuncio nacía del Ministerio de Igualdad y se lanzaba con motivo del Plan Corresponsables. A través del humor como arma de contraataque, la iniciativa institucional presentaba a una mujer que se rebelaba ante la sobrecarga de tareas domésticas en plenas navidades.
Maniobras como esta, asiente el Instituto de las Mujeres, suponen un "ejercicio de resistencia colectiva frente a la reproducción del término, que apuesta por reinterpretarlo, denunciar su uso y promover narrativas que visibilizan la discriminación y refuerzan la solidaridad entre mujeres".