FEMINISMO
La Nuestra o el empeño feminista por reconquistar las redes para convertirlas en espacios seguros
Una red social feminista. El enunciado parece casi un oxímoron, teniendo en cuenta que internet ha funcionado, especialmente en los últimos años, como uno de los principales catalizadores de la violencia contra las mujeres. Sin embargo, es el planteamiento a partir del que nace La Nuestra, una plataforma con ambición de transformar las lógicas de las redes sociales y hacer de ellas espacios útiles para las mujeres. El objetivo pasa, en realidad, por la reconquista del espacio online, porque las redes no siempre fueron hostiles para las mujeres.
Protestar y construir
20 de febrero de 2018. La cuenta de Feminismos Madrid publica un comentario en lo que entonces se conocía como Twitter. “¡Amigas! Queda muy poquito ya para el 8 de marzo... ¡Pero un montón de cosas por hacer! Aquí os dejamos nuestro plaaan de huelga hasta el 8M”. Varios días más tarde, la Coordinadora de Vivienda de Madrid también le daba al botón de compartir: "Peleamos por una vida digna. #HuelgaFeminista8m Vamos juntas el #8m por primera vez, porque sin nosotras no se paran los desahucios! #HuelgaFeminista8m".
Fueron algunos de los mensajes que corrieron como la pólvora en redes sociales llamando a la que sería la primera gran huelga feminista de la historia reciente. Entonces, el poder de convocatoria de las redes sociales era incuantificable. Gracias a ellas, activistas extremeñas podían compartir hoja de ruta con sus compañeras vascas.
La conquista del plano digital por parte de las mujeres, especialmente de las feministas, no brotó de la nada. Un año antes, el diario The New York Times destapó en un artículo décadas de agresiones sexuales a manos del reputado productor Harvey Weinstein. Las víctimas se organizaron alrededor de dos palabras: Me Too. A las voces de actrices como Alyssa Milano, Rose McGowan o Angelina Jolie, les siguieron los gritos de eurodiputadas, periodistas o artistas que dieron un paso al frente para destapar la violencia sufrida.
Meses después, el fenómeno encontró su expresión en España gracias a una invitación: Cuéntalo. A partir de ahí, fueron otras muchas las que se decidieron a compartir la violencia que había sido hasta el momento relegada al ámbito de lo privado. Sirvieron, las redes sociales, para que cientos de mujeres pudieran expresarse sabiéndose acompañadas.
Irene Zugasti, periodista y militante feminista, recuerda que el papel de las redes sociales en la organización del movimiento feminista se engloba en realidad en un contexto más amplio: "Fueron un instrumento fundamental para los movimientos sociales de los últimos quince o veinte años. Pero en el caso de la revolución feminista, las redes fueron una herramienta que las mujeres supieron usar como ningún otro movimiento social antes: sirvieron para formarnos y aprender, para construir narrativas que no tenían otros espacios donde exponerse, para movilizarse activamente, para convocar huelgas, para traducir esa movilización en resultados políticos". En síntesis, añade, "para protestar y para construir".
En ese sentido, subraya, "nadie usó las redes con la habilidad del feminismo, o de los feminismos populares que llegaron para cuestionarlo todo: las relaciones laborales, las sociales, los sistemas de justicia, los marcos culturales y los privilegios coloniales". Y por eso, continúa, la reacción fue "tan salvaje". "Cooptaron nuestros espacios digitales para convertirlos en herramientas de la contrarrevolución ultraconservadora".
La deriva violenta de las redes
Había un reverso que con el paso de los años se fue haciendo más evidente: las redes no están libres de negacionismo y violencia machista.
Ocurrió especialmente con la entrada del magnate Elon Musk en el campo de juego. Entonces, la red social hoy conocida como X se fue escorando hacia postulados ultras y negacionistas, con la cultura del bulo como principal estandarte. Así que se instaló una pregunta que interpelaba especialmente a las feministas: ¿merece la pena seguir en las redes sociales contribuyendo a esa deriva?
Muchas decidieron abandonar. Tenían razones: el odio experimentó un aumento del 50% con el estadounidense a los mandos e internet se fue consolidando como un lugar hostil para las mujeres y las disidencias sexuales. Según recoge el Instituto de las Mujeres, diversos estudios internacionales certifican que "más del 73% de las mujeres que utilizan internet han sufrido algún tipo de violencia digital".
Las formas son diversas. Acoso, difusión no consentida de imágenes íntimas y control. "Estas agresiones causan un daño profundo, vulnerando la libertad, la seguridad y el bienestar de las víctimas", alerta el organismo dependiente del Ministerio de Igualdad.
Las redes han pasado de ser lugares seguros para las mujeres, a convertirse en otro espacio de violencia. "Y no de forma casual", observa Zugasti. "La reacción antifeminista y conservadora es la agenda que necesita el gran capital para su supervivencia y el mantenimiento del statu quo y para la reinstauración de sus lógicas: mujeres en casa, hombres militarizados, violencias impunes, régimen de castigo y fuerza bruta". Esta reacción, añade, avanza a través de las redes "en connivencia con otros poderes".
Tampoco son casuales las víctimas escogidas por la violencia digital. Se castiga con "especial virulencia a quienes movilizan a la gente, organizan respuestas, representan y sobre todo, actúan". Es el caso de la periodista Cristina Fallarás, observa la activista, a quien "nadie le perdona" haber usado internet y "las herramientas del amo" para "desafiar e impugnar todo un sistema de impunidad en torno a la violencia machista".
La consecuencia de la escalada de violencia puede ser la decisión de abandonar las redes, pero incluso para aquellas que se quedan lo que subyace en realidad es la normalización de la violencia: "Quien decide quedarse lo hace siempre asumiendo que hay un coste, que hay una violencia salvaje e inevitable y ante la cual estamos absolutamente inermes porque las plataformas no tienen interés en frenarlo y las leyes no son eficaces para hacerlo", analiza Zugasti. Esta violencia "destruye carreras laborales, militancias, vidas personales, salud mental y se traslada también a un miedo físico absolutamente lógico". Pese a ello, la activista se aferra a una premisa: "El alarmismo sin soluciones no sirve de nada".
El contraataque
Y por eso las feministas quieren revertir esa lógica. Es ahí donde entra en juego el proyecto La Nuestra, "una red social feminista y soberana" que contará con "una web propia, sin depender de las grandes plataformas y redes mainstream ni tecnofaraones digitales". Detrás de la iniciativa, todavía en fase embrionaria, está la organización Acción Comadres.
La periodista y escritora Cristina Fallarás es una de las mujeres que se ha puesto manos a la obra. "Es un paso coherente con la intención de crear un archivo testimonial", asiente al otro lado del teléfono. Fallarás fue quien prendió la mecha de Cuéntalo y quien, a partir de ahí, trabajó en recopilar miles de testimonios de mujeres víctimas de distintos tipos de violencia, en parte también gracias al impulso del Se Acabó que echó a andar tras la agresión de Luis Rubiales contra Jennifer Hermoso.
"Una vez creado el archivo, las mujeres tenían que poder seguir añadiendo testimonios de manera autónoma, sin necesidad de una intermediación", razona la periodista. La Nuestra nace con la vocación de ser un archivo vivo, dinámico y cambiante –esto lo diferencia del archivo histórico anunciado recientemente por el Instituto de las Mujeres–, en el que las mujeres puedan depositar sus vivencias sin ninguna tutela. "Si algo hemos aprendido es que los comentarios que reciben las mujeres generan comunidad, apoyo y mecanismos de identificación", zanja.
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La Nuestra pretende servir como puente para que las mujeres "se comuniquen y se pongan en contacto entre ellas". Sus creadoras recomiendan que el registro sea bajo pseudónimo, para salvaguardar la intimidad de las mujeres: "Te registras, cuelgas tu archivo y comentas el de las demás", perfila Fallarás. "O te unes con otras en un foro", lo que permitirá pensar conjuntamente en acciones colectivas. Contará con un buscador, pero además acercará a las mujeres a testimonios similares a los suyos en base a criterios como la geografía, el tipo de agresión, la edad o el perfil del agresor. La red "facilitará el acceso a servicios de asesoramiento legal y terapéuticos, así como a todos los servicios gratuitos de la Administración".
"Las mujeres necesitamos espacios donde volcar testimonios, leer los de otras mujeres, seguir tejiendo alianzas y tener puntos de encuentro", abunda Zugasti, quien forma parte también de Acción Comadres. "Y no vamos a ceder el control de esos espacios a Zuckerberg, Musk o quien sea", añade. La activista pone en valor el archivo testimonial construido por su compañera, un contenido "demasiado valioso para dejarlo a merced de ninguna iniciativa de lucro privada". La Nuestra es una forma de reivindicarlo como "un dispositivo político y de memoria que atesora millones de historias de vida y merece ser cuidado con el mayor de los respetos".
Pero La Nuestra persigue además otro objetivo más amplio: "Demostrar que se puede hacer un proyecto de soberanía digital feminista con otras lógicas". Es, en el fondo, una "respuesta ante la reacción, un ejercicio de contraataque y de agenda propia".