Una renta básica para una vida más nuestra. Empieza el proyecto piloto en Cataluña

Bru Laín | Sergi Raventós

¿Se imagina usted recibir mensualmente una prestación económica sin tener que hacer nada a cambio? Nada de nada. De forma incondicional. Sin tener que seguir ningún cursillo de formación, sin importar con quien conviva o los números de su cuenta bancaria. Por descabellada que le pueda parecer, esta es la idea de la Renta Básica (RB) y cada día cosecha más adhesiones.

¡Incluso el Financial Times la baraja como una propuesta a considerar seriamente! —para los más escépticos, ya adelantamos que es totalmente financiable. Otra cosa es que políticamente se quiera, pero eso ya es harina de otro costal—. Y no, la RB no es tan descabellada como puede parecer. Piénselo. Actualmente disponemos (afortunadamente) del derecho a la asistencia sanitaria y a la educación pública. Son derechos universales e incondicionales, de los cuales disfrutamos todas y todos sin tener que acreditar ninguna situación especial, sin tener que cumplir ningún requisito y de los cuales sería difícil excluir a alguien por su situación laboral, su cuenta bancaria o los impuestos que haya pagado. Asumimos que la sanidad, como la educación, son derechos básicos e irrenunciables de una sociedad desarrollada como la nuestra. Luego, ¿por qué no debería ser igual con el derecho a la existencia, por definición, el primer derecho de todos?

Piénselo al revés, ¿hasta qué punto el derecho a la educación no cae en saco roto y no se convierte en papel mojado si no disponemos de las condiciones materiales y económicas necesarias para formarnos adecuadamente (una vivienda en condiciones, una alimentación suficiente y de calidad, desplazarnos a un precio asequible, una buena conexión a internet o del material informático necesario, o acceder a recursos culturales, como libros o exposiciones, por ejemplo)? La RB es una asignación económica, usualmente mensual, que el Estado pagaría universalmente (a toda la ciudadanía o residentes acreditados del país), de forma individual (a las personas y no a sus hogares o familias) e incondicional (sin atender a condición particular alguna ni exigir ningún requisito como contrapartida). Esto quiere decir que usted, igual que nosotros y el resto de habitantes de este país, independientemente de estar trabajando o en paro o de ser rico o pobre, recibiríamos una prestación económica durante toda nuestra vida.

Obviamente, aunque todo el mundo la recibiese, sería el 20% de la población con mayores ingresos quienes a final de año financiarían la mayor parte de esta política, según varios modelos de financiación. Lo importante es que, más allá de su modo de financiación, todas y todos tendríamos nuestra existencia material garantizada mediante unos ingresos monetarios suficientes, regulares e incondicionales.

Ahora podría usted tener la tentación de pensar que “tener la existencia material garantizada” es sinónimo de holgazanería, el mejor resorte del zanganismo y, en definitiva, el sueño húmedo de todo nini. ¿Está usted seguro? Pongamos que esta RB fuera de 700 euros, un valor cercano al umbral de pobreza para el 2018. ¿Podría usted permitirse el lujo de adoptar una postura horizontal y mimetizarse con su sofá de forma permanentemente? ¿Sin hacer nada? ¿Para siempre? La evidencia empírica acumulada hasta la fecha demuestra que, en realidad, la gente que recibe un pago incondicional no acostumbra a convertirse al alcoholismo de forma repentina ni a derrochar su dinero en una mala racha en el casino, sino que prioriza el pago del alquiler o de su hipoteca, tratar de cancela sus deudas familiares, reforzar o completar su formación, consumir más alimentos de calidad, seguir tratamientos médicos, impulsar proyectos empresariales, sociales o culturales, etc. Pues eso. El mito de la “tendencia natural al ninismo” es esto, un mito basado en una muy peyorativamente sesgada visión antropológica sobre la naturaleza humana alimentada por estereotipos clasistas y preconcepciones aporofóbicas que la evidencia científica seria y contrastada no corrobora.

El potencial de la RB no se encuentra en convertirnos automáticamente en parásitos sociales, sino en garantizar nuestra existencia material más básica para, a partir de allí, brindarnos la posibilidad de construir unas vidas más seguras, más plenas y, en definitiva, más nuestras. Es justamente la incondicionalidad de esta propuesta la que nos permite no tener que ir pidiendo limosna ni permiso a los demás para vivir y ponernos así en pie de igualdad para con los demás. Nos permite, en otras palabras, poder sostener la mirada y carearnos con quien, por disponer de más recursos y poder de influencia, pretenda imponernos su criterio y sus intereses de modo arbitrario. La RB se vuelve así una propuesta con un nada desdeñable potencial liberador. Sea en el hogar frente a un marido opresor, en el trabajo ante un empleador déspota o frente a unas instituciones públicas rehenes de los intereses financieros y energéticos, la RB nos permitiría poder ir aflojando estas relaciones de dominación que tan habitualmente abundan en nuestras vidas.

La renta básica catalana es significativa porque supondrá el mayor experimento hasta la fecha con 5.000 personas que se beneficiarán de entre 700 y 900 euros mensuales

Sin embargo, existe todavía poca evidencia empírica que nos permita prever con mayor solidez cuales podrían ser los efectos reales de una RB. En este sentido, países como Namibia, Finlandia, Países Bajos, Canadá, Kenia, India, Irán, Corea del Sur, Macao en China, varias ciudades de los EEUU, o la Ciudad de Barcelona han puesto en marcha varios programes experimentales o proyectos piloto de RB en los últimos años. Ahora, como respuesta a les deficiencias estructurales de nuestro estado de bienestar y con la necesidad de hallar soluciones a las crecientes tasas de pobreza y desigualdad, el gobierno de Cataluña decidió implementar su propio Plan Piloto para el periodo 2022-2025. El caso catalán es significativo por cuanto supondrá el mayor experimento de RB realizado hasta la fecha (con permiso del de Kenia, aunque aquél es muy distinto). En él participarán 5.000 personas que se beneficiarán de entre 700 y 900 euros mensuales (unos 300 euros para los menores de edad), con lo que se pretende acercarse al umbral de la pobreza.

Los experimentos realizados hasta la fecha han demostrado que, por lo general, la individualidad y la incondicionalidad asociadas a la RB comportan resultados positivos (reducción de la pobreza y del estrés, mejora de la alimentación, la escolarización y los tratamientos médicos, el aumento de bienestar subjetivo, la felicidad y la confianza, el refuerzo de los lazos comunitarios, etc.). Más allá de emular esta individualidad e incondicionalidad de la RB, la metodología empleada en el caso catalán será particularmente innovadora puesto que tratará de testear su universalidad durante 24 meses. Esto es, tratará de replicar un escenario en el cual toda la población recibiera esta renta. Es para ello que se seleccionaran aleatoriamente 5 o 6 poblaciones, de las cuales, 2 o 3 se convertirán en las poblaciones de tratamiento (las que recibirán la renta), y 2 o 3 más que servirán de grupo de control (que no percibirán la renta) contra el cual comparar los resultados obtenidos. De este modo, y de forma análoga a cómo funciona un experimento clínico, se podrá determinar qué cambios actitudinales, de comportamiento o institucionales se deben a la renta y en qué medida

Somos conscientes de que los experimentos sociales tienen limitaciones y que sus resultados deben analizarse con suma cautela. Este proyecto piloto no será una excepción. Sin embargo, testear una política antes de implementarla aporta información que, aunque limitada, siempre será útil para evaluar los potenciales impactos para refinar al máximo tanto su diseño como su estrategia de implementación. Además, los proyectos pilotos o experimentos como este siempre espolean el debate sobre los sistemas de bienestar y sobre las políticas sociales que tenemos y, sobre todo, las que queremos tener. Necesitamos un cambio de paradigma que substituya las viejas soluciones que se han demostrado fallidas. Responder a los desafíos del siglo XXI requiere dejar paso a políticas que, como la Renta Básica, puedan demostrarse más eficaces, más eficientes y, sobre todo, más justas.

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Bru Laín es profesor de sociología en la Universitat de Barcelona y asesor de la Oficina del Plan Piloto de Renta Básica Universal de Cataluña y Sergi Raventós es director de la Oficina del Plan Piloto de Renta Básica Universal de Cataluña

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