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¿La Unión Europea frente a China? ¿Y de Ucrania, qué?

José Sanromá Aldea

UE—China: ¿De cooperación estratégica a rivalidad sistémica?

Es imprescindible y urgente que la Unión Europea formule su anunciada nueva Estrategia para sus relaciones con la República Popular China.

Imprescindible porque el regreso del país asiático a la escena mundial era ya en 2005 “el acontecimiento geopolítico más relevante de las dos o tres últimas décadas" (Imperios. Herfried Münkler). Desde aquella fecha, la evolución de la economía —y en menor medida de la política— de muchos Estados ha ido virando en función de las relaciones establecidas con la RPCh; hasta el punto de que esta aparece ya como la gran potencia que cuestiona la supremacía de EEUU en el escenario mundial .

La UE es consciente de la trascendencia radical de su relación con China desde hace tiempo. Baste recordar la “Asociación Estratégica UE—China de 2023 y la Agenda Estratégica para la Cooperación UE—China de 2020.

Los tiempos han cambiado aceleradamente y el Parlamento Europeo no parece valorar positivamente la dirección en la que están cambiando. Ha pasado a temer las consecuencias del modo en que está ascendiendo el protagonismo de China. Y existen motivos asociados a la etapa —que ahora se prolonga— de Xi Jinping .

Esa grave preocupación se mostraba en su Resolución de 16 de septiembre de 2021. En esta —partiendo de la Comunicación de 2019 (UE—China : una perspectiva estratégica)— se recomendaba a Federica Mogherini (entonces, hoy a Josep Borrell) y al Consejo que: “elaboren una estrategia de la Union con respecto a China más firme, coherente y exhaustiva, que una a todos los Estados miembros y que configure las relaciones con China en interés de la Unión en su conjunto, al tiempo que defienda ante todo nuestros valores y promueva un orden multilateral basado en normas; subraya que la estrategia debe tener en cuenta la naturaleza polifacética de la relación de la Unión con China; recalca, asimismo, que China es un socio de cooperación y de negociación de la Unión, pero también un competidor económico y un rival sistémico en cada vez más ámbitos”.

La lectura del texto íntegro, largo en recomendaciones, es recomendable para lectores interesados; quienes no tengan mayor interés o tiempo pueden reparar en el tránsito habido en la conceptualización que se hace de las Relaciones: de cooperación y asociación estratégica hemos pasado a definirlas como la de socios de cooperación y negociación, seguido de un “pero” que destaca que nos hemos convertido en competidores económicos y rivales sistémicos. Podemos suponer que la congelación por el Europarlamento de la ratificación del importante Acuerdo de Inversiones —al que se había llegado tras un largo proceso de negociación— es un acto de aplicación de una Estrategia diferente a la actual, sin esperar a la formulación y aprobación de la nueva. Hay justificado temor a las diferentes actitudes tomadas por los Estados miembros ante macroproyectos claves de la potencia asiática, tal como el de la Franja y la Ruta de la Seda.

Esa suspensión complica iniciativas en marcha y disuade nuevas, pero ha debido valorarse como necesaria para precisar, con más conjunción interna, el rumbo de las Relaciones. Así que la urgencia de reelaborar (y más aún de actuar ya) una nueva Estrategia es evidente.

Por diversos motivos no podrá ser la mera transposición de la Resolución de septiembre de 2021, casi más cajón de sastre que contenidos articulados. Pero sobre todo, porque desde entonces (y apenas ha pasado un año ) se ha producido un hecho trascendental para la UE: la guerra de invasión de Ucrania por Rusia.

La respuesta de la UE apoyando a Ucrania ha sido justa, rápida, valiente y efectiva. Pero nuestra economía entra en graves dificultades; y nuestra siempre compleja unión política se ve forzada a enfrentarse a un reto: avanzar o retroceder significativamente. Ambas quedan comprometidas en la suerte que se corra en el campo de batalla ucraniano.

La invasión rusa no ha de conseguir sus objetivos actuales de modificar las fronteras. Pero cuanto más duren la invasión y la guerra más daños y más riesgos para la UE.

II: Ucrania y relaciones UE—China en el contexto internacional

Ese contexto está marcado por una disputa entre EEUU y China que tensiona la geopolítica mundial; genera directamente algunas crisis (por ej: la guerra comercial que le declaró Trump a la RPCh) y puede interferir en todas las importantes, allá donde se produzcan.

Ahora bien, la crisis bélica en suelo ucranio no es expresión, mucho menos mero trasunto, de la disputa EEUU—China. Rusia no invade Ucrania al servicio de una estrategia pactada con China; aunque el Kremlin escenificó una alianza estratégica sirviéndose del encuentro entre Xi Jinping y Putin el 2 de febrero de 2022 (en Pekín, con motivo de la inauguración de los Juegos Olímpicos) que precedió a la invasión en 22 días. También pudo contar con el hecho de que EEUU, con Biden, había endurecido su relación con China, especialmente en el Sureste asiático.

A China, para mejorar las relaciones de colaboración con la UE, se le presenta una oportunidad: ejercer su influencia para que el Kremlin ponga fin a la invasión que masacra Ucrania y que tanto daña a la UE

La invasión tampoco fue la respuesta forzada de Putin a una operación de cerco a Rusia, supuestamente tendida por EEUU e instrumentada por la OTAN. Sus desacuerdos sobre el cumplimiento del Protocolo de Minsk ( septiembre de 2014 ) y sobre eventuales ampliaciones de la OTAN no justificaban, por radicalmente desproporcionado, el uso de la fuerza sin respaldo de la legislación internacional.

Su causa radica —más aún que en la búsqueda por Rusia de su propia seguridad como Estado— en la actitud imperialista de una potencia en declive, que no se resigna pacíficamente a la decadencia; situar a Ucrania en la esfera de su determinante influencia resulta clave.

Putin quizá pensó que, con su “operación especial”, podía acabar con el Gobierno, entonces debilitado, de Zelenski: si las manifestaciones del Euromaidán derribaron, en noviembre de 2013, al Gobierno pro—ruso de Yanukóvich —que días antes había suspendido el Acuerdo de Asociación y el de Libre comercio con la UE— ¿no podría hacer lo mismo una movilización militar con Zelenski y darle la vuelta a la tortilla en toda Ucrania? En todo caso, fuera cual fuera la intención, Rusia actuó como una potencia que ejerce la fuerza, sin temer a las consecuencias de vulnerar radicalmente la legalidad internacional.

Putin hizo sus cálculos, y podemos afirmar, con algún grado de certidumbre, que estos han sido refutados por la respuesta del Gobierno, del Ejército y de la ciudadanía ucraniana.

Podemos suponer que Putin contaba con las dificultades de la UE para tomar las decisiones que ha tomado y contaba con el mal momento que atravesaban sus relaciones con China. Y podemos afirmar que esos cálculos han sido refutados por el apoyo, arriesgado y determinante, de la UE (más aún que en términos militares, en términos económicos sancionatorios, y de relegitimación internacional de la resistencia de un pueblo al invasor) .

De naturaleza y trascendencia distinta es el apoyo de EEUU, haciendo caja a costa de la dependencia energética de la UE; y concebido también desde el prisma de su contienda con China, cuyo escenario principal no es el Atlántico sino el Pacífico, no Europa sino el continente asiático.

La estrategia de Putin partía del hecho de que su intervención militar provocaría una crisis; y contemplaba la posible interferencia, a su favor, de la disputa entre EEUU y China. Cubriéndole las espaldas estaría la emergente China. EEUU y la OTAN tendrían que tomarle como interlocutor: “lo que haya de suceder en Europa ha de tratarse con Rusia". En esa estrategia UE marginada, ninguneada.

Pero las relaciones UE—China quedaban implicadas objetivamente en la estrategia rusa. Ni una ni otra habían promovido ni les beneficiaba la guerra derivada del fracaso de la “intervención especial”. En consecuencia, ambas tendrían que actuar para que el conflicto bélico no escalara respondiendo a la estratagema de Putin. Por encima y a pesar de los momentos difíciles que sus relaciones atravesaban.

A China, para mejorar las relaciones de colaboración con la UE, se le presenta una oportunidad: ejercer su influencia para que el Kremlin ponga fin a la invasión que masacra Ucrania y que tanto daña a la UE.

Y la UE tiene una oportunidad para mostrar su autonomía estratégica, sin constreñir sus relaciones con China en función de la alianza con EEUU, aunque su seguridad radique fundamentalmente en la OTAN.

En suma, estamos en un momento crucial para el futuro de las relaciones entre la UE y China que pueden pivotar ahora sobre la posición de una y otra ante Ucrania, posición que no es ni puede ser la misma, pero que ha de lograr los puntos de encuentro precisos para acabar cuanto antes con la invasión de Ucrania. Tarea para la diplomacia china y la de la UE.

III: Otra perspectiva de reflexión para la UE

En el debate geo—político es moneda corriente referirse a la “maldición de Tucídides”, la que implica al hegemón mundial y a la potencia que está en condiciones de intentar desplazarlo de esa supremacía. Maldición porque su cumplimiento entraña una conflagración inconmensurablemente destructiva.

Pero no es la historia, sino la actuación política del presente, la que condena a repetir el fracaso de no evitar las guerras .

Kissinger (en su China, 2012) apostó, frente a los halcones, desde hace una década, a favor de evitar el enfrentamiento total entre China y EEUU; los realistas belicistas le calificaron de ingenuo equivocado; en la opinión de sus críticos su apuesta por intentar una relación de “confianza estratégica real” solo ha servido y está sirviendo para allanar el camino de China a la hegemonía mundial. Tema complejo que me excede. Baste con señalar que también hay realistas belicistas e “ ingenuos” como Kissinger entre los estrategas geopolíticos chinos y que el PCCH ni fue ni es homogéneo.

China y EEUU tienen que encontrar su propio camino para evitar la maldición del historiador ateniense. Quizá pudiera ayudarles que se situaran en el debate internacional otras perspectivas. Al fin y al cabo solo son dos Estados de los 193 integrados en Naciones Unidas y su población (1402+ 330:millones ) solo un 22’3% de la población mundial (7.753 millones) a fecha de 2020.

La línea de reflexión propia de la UE (y de la gran mayoría de Estados y de la población mundial) no es la de los dos colosos actuales, EEUU y China, enfrentados .

La UE debiera situarse en línea con la aspiración a la gobernanza del mundo desde la cooperación entre grandes potencias; incluidas por supuesto China y EEUU, pero libradas de la obsesión imperial de obtener la supremacía, que conlleva el intento de arrastrar a todos los Estados y pueblos del mundo a ponerse incondicionalmente al lado de uno u otro coloso. Gobernanza del mundo ni siquiera a tres, con la UE. ¿Olvidamos India? Y, ¿acaso no hay nada que esperar del Global Sur?

Situarse en otra línea reflexiva nos llevaría a buscar en la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides no las enseñanzas que se derivan de su maldición, sino las que pueden sacarse de las páginas que dedicó al Diálogo de los melios. Aquellos pobres habitantes de la estratégica isla de Melos, que ni les interesaba ni querían la guerra entre Esparta y Atenas y que fueron machacados por esta ciudad—imperio que no aceptaba neutrales.

¿Ha de ser ese nuestro destino? No es la Historia la que nos condena a su repetición sino nuestros actos u omisiones presentes.

La UE no es la pequeña Melos; además hoy hay muchos melios en un mundo globalizado. Singular posición tienen los del Sureste asiático, ahí cerca de Taiwán (al que algunos, tomando como antecedente la invasión rusa de Ucrania, le vaticinan “de te fabula narratur”). Diez Estados, agrupados en la ASEAN, 600 millones de habitantes, algunos de cuyos líderes han expresado, ante EEUU y China, una posición clara y positiva: “No nos obliguéis a elegir”.

Para esta perspectiva se abre un amplio campo a la política exterior de la UE.

IV: Conclusión

La Estrategia que reformule la UE para sus relaciones con China no conllevará el acabamiento de la alianza con EEUU; aunque sigamos en el tira y afloja para reajustar sus términos. Tampoco debiera de situarnos en una línea esencialmente de confrontación y rivalidad con China; aunque los principios de legitimidad en que, hoy por hoy, se asienta su régimen político sean contrarios a los de las democracias occidentales; aunque también haya que prestar mucha atención al significado que tiene la prolongación del mandato de Xi Jinping, que ya ha marcado síntomas preocupantes de dejarse llevar, al margen de las declaraciones, por la lógica de la dominación imperial del mundo.

El apoyo a Ucrania requiere que la UE desarrolle una intensa actividad diplomática con China. A mayor acierto, mejor solución

Mientras tanto el apoyo a Ucrania requiere que la UE desarrolle una intensa actividad diplomática con China. A mayor acierto, mejor solución, para una guerra que “ya ha perdido Rusia, pero que aún no ha ganado Ucrania”, en expresión de Borrell.

Cuanto sería de apreciar que los eurodiputados españoles incorporaran sus conocimientos y su criterio a la formación de la opinión pública española en asunto tan decisivo.

Cuanto es de apreciar que un español Borrell, que habla y actúa en nombre de la Comisión Europea y no de España, que ocupa una posición tan clave en los actuales momentos críticos, nos dé su visión en su blog Una ventana al mundo. Solo podemos orientarnos si miramos el mundo, no solo nuestro pequeño mundo.

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José Sanromá Aldea es presidente de la Agrupación Europeista del Ateneo de Madrid. Como secretario general de ORT visitó China en 1976 y 1977 invitado por el Partido Comunista de China. Fue miembro de la Comisión Ejecutiva Real Instituto Elcano en representación del Ministerio de Defensa de 2004 a 2009.

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