Plaza Pública

Vacaciones y desigualdad social

Albino Prada

Dejando a un lado la cruda realidad de que para una buena parte, y creciente, de la población española el tiempo de ocio (aquel en el cual no están disponibles para un trabajo) se está convirtiendo en algo imprevisible y a cada paso más infrecuente, conviene evaluar si la desigualdad social se traduce también en desigual disfrute de ese tiempo cuando está disponible.

En una primera aproximación usaremos los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida que elabora nuestro Instituto Nacional de Estadística. Según esta encuesta, en el año 2017 las dificultades para llegar a fin de mes alcanzaban a más del 25% de las personas con menor renta, mientras que para los de mayor renta esas dificultades no alcanzaban ni al 5%. Si tales dificultades evalúan la desigualdad social, habría que concluir que en España estamos ante un asunto de primer orden.

 

Vacaciones y desigualdad social en España 2017. | Elaboración propia a partir de datos del INE

Pero, como observamos en el primer gráfico que presentamos, las dificultades para llegar a fin de mes se traducen en unas muy superiores dificultades para poder permitirse unas vacaciones de al menos una semana de duración.

Para la clase alta esa dificultad se mantiene en un nivel muy bajo (el 7%), mientras que para los estratos de menor nivel de ingresos las dificultades para disfrutar de salir una semana al menos de vacaciones se sitúan muy por encima, en un nivel nueve veces superior (63%).

Pasamos de una desigualdad social de cinco veces para llegar a fin de mes, a otra de nueve veces en lo relativo a disfrutar de vacaciones.

El porcentaje medio total en España con dificultades para poder irse una semana de vacaciones alcanza así a algo más del 50% de la población, muy por encima del 42% europeo y de buena parte de los países de la UE, como visualizamos en un segundo gráfico.

Baste añadir que en países como Rumanía o Bulgaria este indicador supera el 70% para el conjunto de la población, y que se supera el 60% en países como Grecia o Hungría. España: 50,4%.

 

Porcentaje de población con dificultades para ir una semana de vacaciones (2017). | Elaboración propia a partir de datos de Eurostat

En España ambas dificultades (para llegar a fin de mes o para disfrutar de vacaciones) tienen no poco que ver con la muy desigual incidencia, sobre unos niveles de ingresos tan distantes, de algunos gastos muy particulares. Pongamos por caso el impacto de lo que se ha dado en llamar pobreza energética.

Para evaluar la desigual incidencia de los gastos energéticos de los hogares (electricidad, gas, calefacción, …) en función del nivel de ingresos mensuales de los mismos, presentamos un nuevo gráfico elaborado con datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE.

Mientras para los hogares de clase baja (serían los de menos de mil euros de ingresos mensuales) el capítulo de la energía supone más de cinco unidades de cada cien de sus ingresos, para los de clase alta (más de tres mil euros de ingresos) apenas alcanza a tres unidades de ingresos. Casi la mitad.

 

Gastos en % según el nivel de ingresos mensuales de los hogares (%). | Elaboración propia a partir de datos del INE

Es muy importante resaltar que no sucede tal cosa con los gastos médicos, ambulatorios y hospitalarios respectivos, pues debido a la cobertura pública de los mismos su acceso no supone, al menos, un mayor porcentaje de los ingresos de los hogares de clase baja que en los de clase alta (en ambos casos en torno al 1%). Lo que sugiere que en España no habría, de momento, pobreza sanitaria (gracias a su financiación pública), mientras sí hay pobreza energética (un mérito de su oligopolio privado).

Claro que si combinamos la inicial dificultad para llegar a fin de mes con el mayor impacto de los gastos de la energía en los hogares de menos ingresos, nos explicaremos muy bien tanto por qué más del 60% de los hogares de clase baja no pueden permitirse en España disfrutar ni de una semana de vacaciones (vea de nuevo el primer gráfico), como el que los hogares de clase alta puedan destinar cuatro veces más (1,6% frente a 0,4% en el segundo gráfico) de sus ingresos a este tipo de gastos.

Si al gasto energético añadimos la incidencia de los asociados al alquiler de la vivienda (con doble impacto en los de clase baja) también nos explicaríamos porqué aquellas partidas de gastos para ocio (por ejemplo en alojamientos o servicios recreativos si uno se va de vacaciones) son necesariamente muy escasos para unos y mucho más accesibles y cuantiosos para los otros.

Es así que en España las dificultades para irse una semana de vacaciones afectan a más de la mitad de la población (muy por encima de la media europea), y porqué esas dificultades son singularmente intensas en los sectores de menor renta. Un asunto muy poco transversal. ______________________

Albino Prada es economista y ensayista. Su último ensayo se titula Crítica del hipercapitalismo digital (2019)

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