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España compite con Turquía y Nueva Zelanda por una plaza en el Consejo de Seguridad de la ONU

José Manuel García-Margallo, el pasado 14 de octubre en la recepción ofrecida por el embajador de España ante la ONU.

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España afrontará hoy en Naciones Unidas una difícil votación frente a Turquía y Nueva Zelanda en la que se juega formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU por un periodo de dos años (2015-2016).

Ingresar en el máximo órgano decisorio en materia de paz y seguridad es una de las principales aspiraciones que puede tener un país. Da capacidad de influencia en los grandes asuntos internacionales, ofrece una oportunidad única para estrechar relaciones con el resto de miembros del Consejo y facilita el acceso a información valiosa.

Los 193 países miembros de la Asamblea General de la ONU están llamados este jueves a renovar cinco de los diez asientos no permanentes del Consejo, del que forman parte con carácter fijo (y con derecho de veto) EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia.

Las cinco vacantes se reparten entre grupos regionales y el único en el que hay competencia entre distintos candidatos es en el de Europa Occidental y otros Estados (WEOG), al que pertenece España y para el que hay dos vacantes. Los otros tres asientos los ocuparán previsiblemente Angola, Malasia y Venezuela.

La votación para decidir las dos vacantes del grupo de España se espera, pues, reñida. La campaña en favor de la candidatura al Consejo de Seguridad se desarrolla a lo largo de varios años. En el caso de España, Turquía y Nueva Zelanda, los tres países han hecho giras internacionales en busca de apoyos y han invitado a sus respectivos países a los embajadores acreditados ante la ONU, que son quienes votan el día de la elección.

Turquía ha sido el país que ha invertido mayor presupuesto en la campaña, seguido de España, cuyo desembolso, a pesar de las restricciones en el presupuesto que marca la actual coyuntura económica, ha sido mayor que el de un país más pequeño como Nueva Zelanda. Para los años 2013 y 2014, España ha contado con un millón de euros para promocionar su candidatura.

Para la votación de hoy no hay un claro favorito, a pesar de que el ministro turco de Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, se haya mostrado en estos últimos días seguro y optimista. Como el voto es secreto, es difícil hacer pronósticos sobre el resultado. Según los cálculos extraídos de votaciones anteriores, en torno a un 20% de los apoyos comprometidos durante la campaña no llega a concretarse el día de la elección.

Para resultar elegido se requiere una mayoría de dos tercios de los miembros presentes en la votación de la Asamblea General, esto es, son necesarios al menos 129 votos de entre los 193 Estados miembros, en el caso de que todos los países participen en la votación.

El embajador ante la ONU de cada país miembro introducirá en la urna un solo sobre con sus votos, tantos como vacantes haya por cada grupo. En el caso del grupo al que pertenece España, si ninguno o solo uno de los contendientes obtiene la mayoría requerida de dos tercios, se pasará a una segunda ronda y sucesivas, hasta que los dos puestos vacantes sean ocupados por dos Estados con la mayoría necesaria.

Una votación que duró dos días

En 2011, Azerbaiyán necesitó dos días y 17 rondas de votación para superar el umbral y sólo se impuso después de que Estonia se hiciese a un lado.

Al igual que han hecho sus rivales, el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, lleva varios días en Nueva York en un esfuerzo final por pescar votos. España cuenta con el apoyo cerrado de la mayoría de los países europeos, con la excepción de Suecia  –España no apoyará la candidatura sueca para el periodo 2017-2018, en la que compite con Italia y Países Bajos– y Reino Unido, cuya primera opción es Nueva Zelanda.

América Latina es otro de los graneros naturales de votos para España, con la salvedad de Brasil, que no olvida cómo un candidato español (Miguel Ángel Moratinos) se postuló a última hora para dirigir la FAO, enfrentándose con el brasileño José Graziano, quien ganó finalmente. España tampoco apoyó al candidato brasileño para un puesto en la Organización Mundial del Comercoo, y se decantó por un mexicano.

Además, Brasil y España mantienen posturas divergentes sobre la reforma de la ONU. Mientras el primero defiende el aumento del número de países permanentes en el Consejo de Seguridad, España se opone y aboga por ampliar el cupo de miembros no permanentes y su tiempo de presencia en ese órgano.

Pero los rivales de España también tienen sus áreas de influencia. Turquía puede contar con el apoyo de la gran mayoría de países musulmanes. De hecho, si resulta elegida, el Consejo de Seguridad tendrá por primera vez cuatro países musulmanes entre sus miembros (Turquía, Malasia, Jordania y Chad). El punto fuerte de Nueva Zelanda está en la Commonwealth. En su favor también juega ser un país pequeño que no tiene contenciosos con nadie y que lleva 20 años sin estar en el Consejo de Seguridad. Por eso, España cree que se la juega en el África subsahariana, el Caribe y las islas del Pacífico, que es donde más ha centrado su campaña.

España considera que, por su peso en la ONU (es su sexto contribuyente mundial, incluyendo aportaciones obligatorias y voluntarias) le corresponde formar parte del Consejo de Seguridad como miembro no permanente al menos una vez cada 10 años. La última vez que estuvo en el máximo órgano decisorio mundial en materia de paz y seguridad fue en el periodo 2003-2004, marcado por la guerra de Irak.

Fiel a esa frecuencia, España presentó en 2005 su candidatura. Tendría silla asegurada si Turquía –que como otros países emergentes viene reclamando una representación mayor en la ONU– no se hubiera postulado en 2011, apenas un año después de haber formado parte del Consejo de Seguridad en el bienio 2009-2010. El equipo del ministro ha reconocido desde el primer momento que la campaña se presentaba particularmente difícil frente a dos rivales fuertes como son Turquía y Nueva Zelanda.

Turquía, que se ha convertido en el cuarto donante internacional en ayuda humanitaria, ha comido terreno a España en el África subsahariana. No obstante, algunos diplomáticos apuntan a que la agenda propia que Turquía tiene precisamente en zonas como África también puede restarle apoyos.

Perfil bajo

Los turcos también han quitado votos a España en el sudeste asiático. El caso más notorio ha sido el de Timor Oriental, que tras haber comprometido su voto por escrito a favor de España, comunicó que se decantaba por Nueva Zelanda y Turquía, después de que los turcos le ofrecieran un paquete de ayuda en materia de seguridad alimentaria además de nuevas conexiones aéreas con Turkish Airlines.

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España se ha esforzado en poner en valor su contribución en misiones internacionales de mantenimiento de la paz y humanitarias (130.000 militares destacados desde 1989) pero también los recursos económicos invertidos en la última década en proyectos de cooperación al desarrollo (30.000 millones de dólares en 14 años).

Sin embargo, ha preferido adoptar un perfil bajo en los grandes conflictos internacionales e incidir en su voluntad de promover la paz a través del diálogo, la mediación y la prevención de conflictos.

El ejemplo más claro se pudo apreciar en el discurso del rey Felipe VI en la apertura del debate general de la Asamblea de la ONU en septiembre pasado, cuando –al contrario de lo que hicieron Turquía y Nueva Zelanda– evitó mencionar expresamente las crisis en Siria, Irak o el conflicto palestino-israelí, en un intento de no perder votos diciendo algo que pudiera molestar a posibles defensores de la candidatura española.

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