Por qué nadie quiere dedicarse a la medicina de familia y cuáles son las recetas para cambiarla

Médicos y pediatras de atención primaria y urgencias extrahospitalarias vestidos con bolsas de basura durante una manifestación para reclamar mejoras en el primer nivel asistencial, a 15 de marzo de 2023, en Madrid (España).

Parece que casi nadie quiere dedicarse a la atención primaria en España. Este año quedaron vacías, en la primera vuelta de adjudicación de los residentes (MIR), 202 plazas de la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria. Tras seis años en la universidad y después de pasar ese último examen, los facultativos y facultativas recién graduados eligen, en función de su nota, a qué área dentro de su profesión se dedicarán. Las más cotizadas siempre son las mismas: Dermatología, Cirugía Plástica, Oftalmología y Cardiología agotaron las plazas que ofertaban a los pocos días de empezar el proceso de elección, mientras Medicina de Familia conseguía médicos lentamente. El año pasado ocurrió lo mismo: quedaron 93 vacantes. ¿Por qué? ¿Existe una fórmula para que esto no vuelva a ocurrir?

El Sindicato Médico de Granada, que cada año realiza varios informes pormenorizados sobre las adjudicaciones de las plazas MIR, considera que es "fundamental y prioritario hacer atractiva" la atención primaria, sobre todo teniendo en cuenta que harán falta más profesionales en los próximos años si se quiere cubrir el "importante número de jubilaciones" previstas. El Ministerio de Sanidad publicó en enero de 2022 el Informe Oferta-Necesidad de Especialistas Médicos 2021-2035, en el que alertó de que Medicina Familiar y Comunitaria "es la especialidad con peores pronósticos de déficit". Una de las razones, explicó el ministerio, es que las plazas de formación no eran suficientes y que incluso en 2021 descendieron con respecto a 2022 —este año aumentaron, pasando de 2.336 a 2.455–. Otra razón es que muchas de las vacantes están en "zonas alejadas de las grandes ciudades, con menor atractivo para los profesionales jóvenes".

Así se ha visto este año. Las plazas que quedaron libres se concentraron en Castilla y León (55), Galicia (39), Cataluña (36), Extremadura (27), Navarra (18), Aragón (15), Asturias (6), Cantabria (4) y La Rioja (2). Ante esta situación, el departamento de José Miñones abrió una segunda convocatoria. "La especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria tiene necesidad de especialistas médicos en la actualidad y se prevé un déficit moderado en el año 2028 y 2035", justificó el Ministerio en su resolución.

Pero tampoco solucionó demasiado. Según publicó el médico Vicente Matas, del Sindicato Médico de Granada, este jueves, la segunda vuelta siguió dejando vacantes 131 plazas: 40 en Castilla y León, 33 en Galicia, 16 en Extremadura, 15 en Aragón, 14 en Navarra, ocho en Cataluña, cuatro en Cantabria y una en Asturias.

El año pasado, el ministerio, entonces liderado por Carolina Darias, también abrió una segunda vuelta, aunque en aquella ocasión era únicamente circunscrita a médicos y médicas extracomunitarios. El resultado tampoco fue bueno: de las 200 plazas disponibles, 93 siguieron quedando desiertas.

Lo que revelan estas cifras es que son necesarias, como dice el Sindicato Médico de Granada y el propio Gobierno, soluciones que a corto y medio plazo atajen el problema de que el primer área asistencial deje, año a año, plazas vacías, no formando a todos los especialistas necesarios para el sostenimiento del sistema. ¿Y cuáles son esas soluciones? Aunque ninguna fórmula es mágica, tanto la profesión, como los y las residentes, como el alumnado y las sociedades médicas coinciden en las recetas. Y la primera pasa por el principio: la universidad.

Ausencia de asignatura concreta

"Hay que aumentar la formación y crear un área de conocimiento en las facultades de Medicina para que los futuros médicos sepan qué hace la atención primaria. Ahora mismo no hay una asignatura generalizada. Algunas facultades sí la incluyen, pero no es un área de conocimiento específica", denuncia José Polo, presidente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.

Su denuncia no es nueva, ni mucho menos. Ya en 1996, un artículo publicado en Elsevier, que aglutina distintas revistas científicas y médicas, afirmaba que "hay que reclamar, sin complejos, el papel legítimo que a los médicos de familia les corresponde en el ámbito universitario". "Si esto no es así tendremos como resultado (...) que el interés entre los recién licenciados para ejercer la medicina de familia brille por su ausencia", pronosticaba la publicación.

Desde entonces se ha avanzado poco. Respecto a la formación teórica, según los datos desglosados en un estudio realizado por el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM) en el año 2020, tan sólo un 2,3% de las universidades españolas tiene más de 19 créditos en atención primaria. El 32,5% tiene menos de siete y el 39,5%, de 7,1 a 11. Un 4,7% no tiene ninguno. "La docencia que se produce en las universidades en este ámbito es prácticamente inexistente en la mayoría de universidades. Además, las pocas que ofrecen contenidos teóricos lo hacen integrándolos con otras patologías en una asignatura que es como una especie de cajón de sastre", lamenta Guillermo Ramos-Noguera, vicepresidente de Asuntos Externos del CEEM y estudiante y representante de 6º curso en la Facultad de Medicina de Málaga. "Tiene muy poca visibilidad", añade.

Por otro lado, la formación práctica tampoco es uniforme. "Es muy importante que los futuros especialistas roten por los centros de salud", dice Polo. Durante los seis años de Grado, según los datos de CEEM, sólo el 6,8% de universidades tienen más de cuatro rotaciones por atención primaria. El 40,9% sólo ofrece una. Pero hay otro problema. Como lamenta Ramos-Noguera, en aquellos lugares donde hay rotaciones, casi todas son en centros urbanos. Según los datos de su organización, el 74,4% de las universidades no incluye un rotatorio en la rural. Sólo el 14% lo hace.

Paula Bellido está a punto de terminar su primer año como residente de atención primaria en València, pero actualmente está en una rotación en un hospital. "Paso gran parte de mi rotación ahí", cuenta. Cuando entró en la carrera era lo que quería, hasta que pudo tener la oportunidad de conocer lo que era la atención primaria. "Yo quería ser cirujana cardiovascular, pero en tercero descubrí que el hospital no es para mí y que la atención primaria respondía a lo que yo quería ser. Me gusta conocer al paciente, a su entorno. La salud no es solo curar una diabetes, sino también vivir en una casa con malas condiciones o no tener acceso a un polideportivo. La atención primaria es una visión personal y comunitaria de la salud", dice. Lo que es necesario es que los estudiantes la conozcan. Y que el resto de especialidades también la reconozcan, algo que Bellido cree que ahora no ocurre.

Excesiva burocratización y carga asistencial

Se da, sin embargo, una paradoja. "En la universidad tampoco vemos contenidos de Cirugía Plástica", pero año a año es una de las más demandadas, explica Ramos-Noguera. ¿Por qué? "Porque no tienen el componente de precariedad" que, además, tiene la atención primaria, argumenta.

No es una novedad. En los últimos meses, y a lo largo y ancho del país, las manifestaciones y huelgas de la medicina de familia han estado a la orden del día. Madrid, Cataluña, Comunitat Valenciana, Andalucía, Galicia, País Vasco, Extremadura... Gran parte de las autonomías comenzaron un 2023 "caliente". Y todas por motivos parecidos: las agendas de pacientes interminables y la excesiva burocratización del trabajo diario, fundamentalmente.

"Los médicos queremos trabajar de médicos, no a destajo y llenos de papeles con una excesiva burocracia absolutamente superflua", denuncia José Luis Quintana, que actualmente es tutor de dos residentes en un centro de salud de Madrid. Lleva formando nuevos especialistas desde hace 30 años, cuenta, y siempre ha visto cómo, tras cuatro años de MIR, todos se quedaban a trabajar en atención primaria. Sin embargo, los cuatro últimos no lo han hecho. "Ahora termina una mujer que ya sabe que se irá a las urgencias hospitalarias", lamenta.

En principio no será la única. Según una reciente encuesta realizada por los y las profesionales, el 70% de los MIR de Medicina de Familia y Comunitaria que el próximo día 28 acaban su formación plantea marcharse de la primaria madrileña. "Queremos quedarnos", afirman, pero las ofertas de la Gerencia de Atención Primaria están "vacías de contenido y garantías". En 2022, de los 219 MIR que terminaron su especialidad de Medicina de Familia en 2022, solo se aceptaron 20 contratos.

Las agendas interminables son uno de los motivos. Según los datos desglosados en el V Informe de La atención primaria en las comunidades autónomas presentado por la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp) el pasado mes de enero, el 38,17% de los médicos y médicas de familia atienden a más de 1.500 pacientes, la cifra considerada óptima para una correcta atención. Por ejemplo, en Baleares le ocurre al 89,56% de sus facultativos y facultativas y en Madrid, al 56,79%.

Ante este problema generalizado, gran parte de las autonomías se lanzaron a estipular límites a las agendas. Cataluña, Andalucía, País Vasco, Comunitat Valenciana o Madrid son algunas de las que lo pusieron en marcha tras las protestas de los y las profesionales. La medida, en principio, permite mejorar el trabajo diario de los y las especialistas y la calidad de atención a la ciudadanía, que es atendida durante al menos 10 minutos. Sin embargo, en la mayoría de comunidades donde se ha puesto en marcha, no funciona. Según denunciaron los sindicatos a infoLibre, sin nuevos contratos lo único que se consigue es engordar las listas de espera.

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Porque además, en lugares como Madrid no se les ha liberado de la burocracia excesiva que denuncian tener y que provoca, dicen, retrasos en el trabajo. "La jornada de un médico de familia, además de las tareas propiamente asistenciales, preventivas y de promoción de la salud, está repleta de actividades de naturaleza documental que tienen cierta relevancia para la atención sanitaria, como los registros en la historia clínica, la emisión de recetas nuevas o la comunicación de enfermedades de declaración obligatoria. Sin embargo, otras actividades burocráticas carecen de interés para la salud de los pacientes, no aportan nada a la relación asistencial y roban tiempo a otras actividades más importantes. En algunos casos no solo están vacías de valor, sino que llegan a ser negativas, viciando la relación médico-paciente", criticaron hasta 14 médicos y médicas de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria en un artículo en el que recomendaron diez actividades que no deben hacer desde la consulta. Algunas son "no emitir justificantes médicos a posteriori para disculpar la ausencia de un usuario a algún compromiso" o "no emitir certificados médicos de aptitud requeridos para obtener permisos de uso de armas o de conducir, carnets para prácticas deportivas o reconocimientos para acceder a pruebas selectivas (policía, bombero, etc.)".

Por otro lado, y aunque el aspecto meramente salarial no ha sido una de las principales reivindicaciones de los facultativos, las retribuciones de la medicina de familia española distan mucho de las que perciben otros países de nuestro entorno. Según los datos recogidos por el Sindicato Médico de Granada, correspondientes a 2019, el sueldo medio en España —sin guardias— oscila entre los 32.655 euros brutos anuales y los 46.431, en función de la categoría del especialista. En Reino Unido se mueven entre 90.000 y 144.000 euros al año; en Alemania, entre 60.000 y 80.000; en Italia, entre 45.000 y 84.000; y en Francia, entre 60.000 y 115.000.

Todo pasa, ha dicho la profesión en repetidas ocasiones, por invertir lo necesario. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda destinar el 25% del presupuesto sanitario a la atención primaria. Pero ninguna comunidad lo hace. La media está entre el 14% y el 15% y el dato más bajo es el de Madrid, que se sitúa por debajo del 11%. Nunca se ha alcanzado el 25%, aunque ha llegado a estar cerca: era el 20,2% en 1982. Ya en los 90 bajó: 16,6%. Tras la crisis se quedó en el 14,8%.

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