A Alberto Núñez Feijóo se le acumulan las presiones, internas y externas, a escasas semanas del congreso del Partido Popular con el que pretende recuperar la iniciativa y reforzar su liderazgo. El líder del PP no solo tiene que lidiar con los recurrentes ataques del presidente de Vox, Santiago Abascal, sino también con las advertencias de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que promete dar la batalla para que en el cónclave de julio no se cambie el reglamento de primarias y se de la batalla "de las ideas" en la ponencia ideológica.
Génova confiaba en que el congreso fuera un mero trámite —aunque públicamente sostengan lo contrario— pero están viendo cómo se les acumulan varios frentes que, a su vez, condicionan la propia estrategia de Feijóo. El mismo que, hace ya más de tres años, aseguraba ante la plana mayor de su partido que él "no venía a insultar" al presidente del Gobierno sino a "ganarle en las urnas", recientemente acusaba a Pedro Sánchez de ser el "capo" de una "mafia", de haber cometido un "fraude electoral" y de emular a "regímenes autoritarios".
Fuentes del PP reconocen que Feijóo no está cómodo en el lenguaje hiperbólico —que no replicó en la concentración del pasado domingo— y apelan a su "institucionalidad", pero consideran que no tiene más "remedio" que subir los decibelios ante lo que consideran que es un "escándalo", en referencia a los casos que rodean al Gobierno. Lo que busca Génova es contentar a los que piden al conservador que de un paso más en su guerra contra el presidente del Gobierno ante la imposibilidad de apartarlo del cargo. Una guerra que ha ido creciendo en virulencia en los últimos meses, siempre con la colaboración de la derecha mediática, en especial los pseudomedios situados en la órbita de la extrema derecha, de Vox y del ala dura del partido.
Feijóo, un líder permanentemente a prueba
A Feijóo le sigue pesando no haber logrado ser presidente del Gobierno tras los comicios generales, una mayoría que todo el partido daba por asegurada al calor de las encuestas. Su errática campaña —que Ayuso ha criticado recientemente— y su justificación posterior, defendiendo por todos los medios que debía gobernar la lista más votada — aunque ese modelo no se ajuste al establecido en la Constitución—, su "no soy presidente porque no quiero" y las idas y venidas con Junts, el PNV o el PSOE tampoco fueron entendidas por una parte de los barones y medios conservadores, que no entendieron el empeño de ir a una investidura condenada al fracaso en vez de asumir desde el primer momento el liderazgo de la oposición.
Un fracaso —del que Feijóo parece no haberse recuperado— que le ha pasado factura internamente. A diferencia de los presidentes que gobiernan en sus respectivas comunidades autónomas, su papel es hacerle oposición a Sánchez. Y pese a que lo intenta por todos los medios, sus estrategias no están dando los resultados esperados, como se pudo ver en la concentración del domingo. Pese a las dificultades que está teniendo el Ejecutivo para sacar adelante normas en el Congreso, el PP asume en privado que Sánchez puede resistir y que la legislatura durará, tal y como el presidente del Gobierno ha señalado en varias ocasiones.
En público, sin embargo, Génova alimenta la tesis del adelanto electoral. Una estrategia en la que la dirección del PP está haciendo partícipes a sus presidentes autonómicos, que en la última Conferencia de Presidentes celebrada el pasado viernes demandaron a Sánchez que convocara elecciones, a lo que este respondió asegurando que agotaría la legislatura. Las fuentes consultadas por infoLibre aseguran que, ocurra lo que ocurra, no se van a mover de la estrategia de atacar por todos los frentes —parlamentario, judicial y mediático — a Sánchez y subrayan que no van a ejercer como su "salvavidas" en el Congreso.
Aunque Feijóo sostiene una y otra vez que fue el más votado en las generales, es un líder que está permanentemente a prueba. La tendencia es visible en las encuestas: su respaldo interno, la atracción de votantes de otros partidos y la preferencia entre los propios votantes del PPf. En este tiempo no ha sido capaz de dar un estilo político reconocible al PP que sí tenía cuando era presidente de la Xunta, cuando combatía a Vox y se refería a esta formación como la extrema derecha o criticaba la falta de colaboración entre fuerzas políticas y la agresividad como norma en la dialéctica política nacional.
Atado a Mazón
La debilidad de Feijóo ha quedado patente también en su incapacidad de forzar la dimisión del presidente valenciano, Carlos Mazón, cuestionado internamente por su gestión de la dana del pasado 29 de octubre. Al no tener un poder institucional que le acompañe, el líder del PP está subordinado al de los dirigentes autonómicos —y no al revés— cuya gestión debe defender como un "valor" de la marca PP. Así, y pese a que en privado desde Génova reconocen "errores" en la actuación del jefe del Consell el día que asoló la dana, la dirección nacional del partido se ha visto obligada a defenderlo culpando al Gobierno central de "poner en riesgo" a la población.
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La tesis que impera en el PP nacional es que Mazón está "políticamente muerto" pero que Feijóo no tiene el poder para matarlo. No ahora, por lo menos. Génova es quién elegirá al próximo representante del partido en las elecciones autonómicas, pero no puede obligar al valenciano a dimitir si éste, como ya ha dejado patente, no quiere hacerlo. Este martes el propio Feijóo acompañó a Mazón a una comida con afiliados en Alicante, ciudad de origen del presidente valenciano, como parte su campaña de cara al congreso de julio.
En ese encuentro, el líder del PP celebró que el president de la Generalitat haya pactado los presupuestos autonómicos con la ultraderecha, para lo que tuvo que ceder en materias como la lengua y la inmigración. "Habéis hecho un gran trabajo, es el principio de la recuperación, y lo habéis cumplido", señaló el conservador, lo que supone un espaldarazo a Mazón tras semanas en las que han circulado muchos rumores sobre su posible salida tras el verano. Vox ha sido clave para mantener al valenciano en el cargo y se ha negado desde el primer momento a sopesar alternativas como la de la alcaldesa de València, María José Catalá.
La dirección del PP sabe que ese apoyo le puede salir caro. Las fuentes consultadas admiten que hay una "desafección política" general, pero especialmente acusada en el caso de la Comunitat Valenciana, y aunque públicamente Feijóo admitió que las administraciones no supieron “estar a la altura", en privado reconocen que una "parte significativa" de sus votantes está enfadada y que podría refugiarse en Vox o en opciones como Alvise. Tras las elecciones europeas del pasado junio Feijóo mostró en privado su sorpresa por el éxito cosechado por el agitador ultra y su preocupación ante la candidatura de Se Acabó La Fiesta (SALF) por las posibles consecuencias en unas generales que tendría la fragmentación de la derecha en tres partidos.
A Alberto Núñez Feijóo se le acumulan las presiones, internas y externas, a escasas semanas del congreso del Partido Popular con el que pretende recuperar la iniciativa y reforzar su liderazgo. El líder del PP no solo tiene que lidiar con los recurrentes ataques del presidente de Vox, Santiago Abascal, sino también con las advertencias de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que promete dar la batalla para que en el cónclave de julio no se cambie el reglamento de primarias y se de la batalla "de las ideas" en la ponencia ideológica.