23J | Elecciones generales

Gobiernos formados por partidos que no fueron los más votados, la normalidad también en Europa

Alberto Núlñez Feijóo, acompañado de otros dirigentes del PP europeo durante una reunión en Bruselas.

La mecánica parlamentaria establece que la elección de primeros ministros depende de las mayorías de escaños de las Cámaras de cada país. Lo más habitual en nuestro continente son gobiernos liderados por los partidos más votados, especialmente si tienen mayoría absoluta. Esto es así no porque hayan contabilizado más votos que sus adversarios sino porque, por regla general, son los que están en mejor situación a la hora de armar mayorías parlamentarias suficientes. 

Eso es exactamente lo que sucede en 20 de los 27 estados miembros de la Unión Europea y también lo que ha venido pasando tradicionalmente en España.

Pero no ocurre, ni mucho menos, en todos los casos. En siete de los 27 países que forman parte de la UE el gobierno no lo lidera, ni lo integra siquiera, el partido mas votado en sus respectivas elecciones generales. Una consecuencia directa de la aplicación del sistema parlamentario que, como en España, atribuye a los parlamentos, y no a los electores, la responsabilidad indelegable de elegir a los primeros ministros.

La elección directa, que el jefe de Gobierno sea automáticamente el candidato de la lista que obtenga más votos, es lo que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, intenta conseguir proponiendo al candidato del PSOE, Pedro Sánchez, la firma de un acuerdo que contradice abiertamente lo dispuesto en la Constitución y que no existe en ningún país de Europa. Una reforma de hecho de la Carta Magna sin pasar por las urnas, eso es lo que Feijóo plantea estos días. Una metamorfosis política al margen de la Constitución para que España deje de tener un sistema político parlamentario y empiece a funcionar como si tuviese un modelo presidencialista. 

En realidad, con esta propuesta Feijóo no hace otra cosa que tratar de anticiparse a un hipotético resultado —improbable a la vista de las encuestas— que permitiese a PSOE y Sumar armar una mayoría suficiente para volver a investir presidente a Sánchez aunque el PP haya sido la fuerza más votada en las elecciones del 23J. El líder del PP trata de desacreditar por anticipado, la legitimidad de cualquier solución que no pase por un gobierno en manos del partido más votado.

Pero lo cierto es que esa es, precisamente, la normalidad democrática de buena parte del continente, en el que en este momento hay siete ejectuvos como los que Feijóo considera antidemocráticos, formados por coaliciones negociadas en los parlamentos con el fin de construir mayorías capaces de sacar adelante no sólo investiduras sino también presupuestos y programas políticos sin que nadie en la UE cuestione su legitimidad. 

Bélgica: siete partidos 

Siguiendo la lógica de Feijóo, el Gobierno de Bélgica carece de toda legitimidad porque está formado por una coalición de siete partidos entre los cuales no están los que obtuvieron el primer y el segundo lugar en número de votos en las elecciones generales de 2019.

Los más votados en aquella convocatoria fueron los ultraderechistas flamencos del N-VA (16% de los sufragios) y de VB (11,9%) y ninguno de los dos forma parte del gobierno del país, nacido de una larguísima negociación que se prolongó durante 16 meses y que dio lugar a la llamada coalición Vivaldi (el nombre hace referencia las Cuatro Estaciones del compositor italiano: roja como el verano, naranja como el otoño, azul como el invierno y verde como la primavera, en referencia a los colores de los partidos que la forman).

A Feijóo probablemente le escandalizaría saber que el primer ministro, el liberal flamenco Alexander De Croo, milita en Open VLD, un partido que en las elecciones de 2019 quedó en quinto lugar con el 8,5% de los votos. Su asombro sería aún mayor si se fijara en que De Croo preside un ejecutivo en el que se sientan representantes de dos partidos liberales (el suyo y MR, con un 7,5%), dos socialistas (PS con un 9,4% y Vooruit con un 6,7%), dos ecologistas (Ecolo y Groen, cada uno de ellos con un 6,1% de los votos) y los cristiano demócratas flamencos del CD&V (8,9%).

Irlanda: preside la tercera fuerza

La república irlandesa votó en generales por última vez en el año 2020. Aquellas elecciones las ganó el partido nacionalista de izquierdas Sinn Féin con un 24,5% de los votos. Pero se quedó fuera del gobierno, también como consecuencia de la normalidad democrática resultado de las decisiones del parlamento del país. 

El ejecutivo está desde entonces en manos de los que quedaron segundos, terceros y cuartos: el liberal conservador Fianna Fáil (22,2%), el democristiano Fine Gael (20,9%) y el Partido Verde (7,1%).

Los tres pactaron un acuerdo en virtud del cual Micheál Martin (FF) y Leo Varadkar (FG) se han turnado como primeros ministros. Varadkar, líder de la tercera fuerza en las elecciones, es hoy el primer ministro de Irlanda, además de socio de Feijóo en el PP europeo.

República Checa

Las elecciones generales de 2021 las ganó el partido populista del millonario Andrej Babiš (Alianza de Ciudadanos Descontentos, conocido como Ano 2011) con un 27,13 de los votos y 72 escaños).

Pero, después de dos meses de negociaciones, gobierna una coalición integrada por la formación derechista ODS (que obtuvo un 27,7% de los votos pero un escaño menos que Ano 2011), un partido liberal de alcaldes e independientes, el Partido Pirata, la Unión Cristiana y Demócrata–Partido Popular Checoslovaco (KDU-CSL) y el partido liberal conservador TOP 09.

Suecia: pacto asistido 

El caso sueco es particular. Las elecciones generales del año pasado las ganaron los socialdemócratas un un 30,33% de los votos, lo que Feijóo seguramente llamaría una “mayoría suficiente”. Pero en cambio gobierna una coalición en minoría integrada por el Partido Moderado (19,1%), los cristiano demócratas (5,3%) y los liberales (4,6%). No han dado asiento en el ejecutivo a la extrema derecha (Los Demócratas de Suecia, que obtuvieron un 20,5% de los sufragios) pero dependen de su apoyo parlamentario para poder gobernar.

El resultado es que el Gobierno sueco representa apenas al 29% de los electores que acudieron a las urnas en 2022.

Chipre: tres contra uno

El gobierno de la república chipriota está en manos de tres formaciones: el centrista nacionaista DIKO, el socialdemócrata EDEK y el el nacionalista Movimiento de Solidaridad (KA). 

Sin embargo, en las elecciones del año 2021 el ganador no fue ninguno de los tres sino la Agrupación Democrática, que obtuvo el 27,7% de los votos, seguido del izquierdista Akel (22%). De hecho, el Movimiento de Solidaridad (KA) está en el ejecutivo a pesar de que en esas elecciones perdió todos sus escaños.

Eslovaquia: un gobierno no elegido

En la República Eslovaca no es primer ministro en estos momentos ni el cabeza de lista de la candidatura más votada ni ninguno de sus rivales. Al frente del gobierno está, desde el pasado mes de mayo, el vicegobernador del del banco central del país, Ludovít Ódor, a la espera de que se celebren las elecciones convocadas para septiembre. 

Los comicios de 2020 los ganó la formación populista y conservadora Gente Común con el 25% de los votos, seguida por los socialdemócratas (18,3%).

Luxemburgo: un tripartido estable

En el gran ducado, en el corazón de la Unión Europea, tampoco gobierna la lista más votada, como le gustaría a Feijóo. 

La trampa de la lista más votada

La última vez que los ciudadanos luxemburgueses acudieron a las urnas volvieron a votar mayoritariamente por el CSV. La formación socialcristiana obtuvo el 28,3% de los sufragios, pero fue incapaz de encontrar aliados entre los demás partidos.

La consecuencia fue una reedición de la coalición formada por los socialistas de LSAP (con el 17,6% de los votos y 10 escaños), los liberales del Partido Democrático (16,9% y 12 escaños) y los ecologistas de Déi Gréng (15,1%).

El líder del PP quizá no lo sepa, pero el primer ministro del país es el liberal Xavier Bettel, cuyo partido fue el tercero en votos en las elecciones de 2019.

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